El lunes temprano, todos en el instituto se quedaron impresionados al ver una limosina estacionada delante de la entrada. Volteaban a verla con curiosidad.
—¿Es de los Quintana? —Murmuraban algunos.
—Me parece que no, ellos son exagerados pero no tanto.
—¿Y si lo son?
—No, ellos acaban de llegar en el auto de Erick, están dirigiéndose a la entrada.
Los mellizos también dirigieron una mirada de curiosidad a la limosina, pero en seguida dejaron de verla cuando Amanda se acercó a ellos para saludarlos. Iban a retomar su camino pero, al escuchar muchas exclamaciones y halagos, no pudieron evitar voltear. Vieron, junto con sus otros compañeros, a la persona que se bajaba de la limosina. Los Quintana junto con Amanda se sorprendieron de ver que Vanesa, la chica que se habían encontrado en el partido, fuera la que se bajara de la limosina.
—¡Eva! —Exclamó al verla. Ella fue hacia Vanesa con paso rápido.
—Hola, Vanesa. ¿Qué haces aquí?
—Solo vine a entregarte tu celular. —Le extendió el aparato—. Lo olvidaste en el partido.
—Oh, gracias —dijo con sinceridad. Ella lo había dado por perdido—. ¿En serio viniste hasta aquí solo para traerme mi teléfono? —Preguntó asombrada.
—Sí —le sonrió.
—¡Eres un ángel!
—Aww, gracias… Por cierto, ¿cómo está tu novio? —Preguntó con preocupación.
—Está bien, solo me falta saber los resultados que le hicieron en un estudio.
—Vas a ver que todo saldrá bien —le sonrió.
—Gracias, Vanesa.
Las chicas se despidieron y Eva volvió con su hermano y Amanda, que no habían dejado de verlas, al igual que todos los chicos que se encontraban allí.
—¿Qué te dijo? ¿A qué vino? —Preguntó Amanda.
—Vino a entregarme mi celular —sonrió.
—¿En serio? —Preguntó Erick.
—¡Es un ángel! —Exclamó Amanda—. Mínimo dime que le pediste su número, ¿cierto?
—¿Qué? —La miró raro—. ¡No!
—¿Por qué no le pediste su número?
—Sí, Eva —concordó Erick—, ¿por qué?
—Cállense.
***
Mientras tanto, dentro el salón de clases, todos hablaban acerca del accidente del sábado. Jaime, que había ido al partido, les estaba contando todo con detalle a Carlos y a Silvia.
—Y luego el estúpido de Federico lo dejó caer, si vieran el azotón que se dio, ¡madrazón! De milagro sigue vivo…
A pesar de que Federico se encontraba al lado de él y le estaba dirigiendo una mirada de odio, el chico lo ignoró y siguió contando.
—¡Qué mal! —Exclamó Carlos preocupado.
—Sí, bueno, quizás sea el karma por todo lo que te hizo.
Carlos frunció el ceño.
—¿Es en serio? ¿No puedes guardarte ese tipo de comentarios ni siquiera en una situación así? —Lo regañó.
Jaime vio a Silvia, buscando su apoyo, pero la chica lo miró mal y negó con la cabeza.
—¿Qué?
—Esperemos que todo salga bien —murmuró el castaño, acomodándose los lentes.
En ese momento Carlos sintió que le aventaron una hoja de papel arrugada. Volteó hacia la persona con molestia y enfocó a Federico.
—Perdón, Carlos, no era para ti, era para el otro imbécil.
—¡Ja, no me diste! —Se burló Jaime.
Federico lanzó otra bola de papel pero le cayó a Silvia. La rubia volteó a verlo con el ceño fruncido.
—¡Perdón, Silvia! ¡Era para el imbécil ese!
—¡Qué mala puntería tienes! ¡Y eso que juegas basquetbol! Por eso andas tirando a tus amigos al suelo.
—¿Quieres pleito, imbécil? —Federico se levantó de su asiento.
Jaime tragó grueso y se arrepintió de sus burlas.
—Federico, cámate, pofavo.
—Ahora sí, ¿verdad?
Mientras su amigo se excusaba de sus tonterías, Carlos se levantó para tirar la basura en el bote. En el momento en que volteó para dirigirse a su asiento, tropezó con alguien. Tragó grueso cuando se alejó y vio que la persona con la que había chocado era Eva, pues tenía la idea de que la chica lo odiaba.
—Lo siento —murmuró.
—No hay problema —respondió ella con voz cansada.
Carlos la miró bien. Se veía apagada, pálida y ojerosa. Había notado que últimamente la chica no lucía muy bien, pero en ese momento se veía peor que cualquier día anterior. No había rastro de la chica osada y fresca de la cual quedó impresionado hasta no hacía mucho. Se hizo a un lado para que pasara, cosa que ella hizo. No pudo evitar sentirse mal por su exnovia, sabía que no la estaba pasando nada bien.