Los Mensajeros del Reino de la Guerra Libro Primero

Capítulo II La Iniciación de Dos Enemigos

Capítulo II

La Iniciación de Dos Enemigos

El reino de los Sciurus no siempre habitó las copas de los árboles. Hubo un tiempo, antes de las guerras con los Keenam, ambos reinos coexistían en las galerías de las montañas. Sin embargo, los constantes conflictos los llevaron, a Sciurus, a exiliarse en la selva de Juramía. En lo alto construyeron sus cómodas viviendas evitando así el ataque de sus enemigos, pues, las alturas de los wunus es una  desventaja para los Keenam. Pero creo que fue por sus cuerpos, a pesar que, la mayoría de las veces permanece erguidos, no son diestros para escalar árboles. Es claro que, los Keenam, son agiles en el suelo, al apoyase en sus cuatro extremidades pueden recorrer largas distancias, poseen un cuerpo delgado que les permite esquivar con facilidad las lanzas y flechas, además, de su piel revestida de una delgada capa de pelaje negro que los protege del sol de las montañas. También, tienen en sus extremidades superiores, en cada dedo, unas afiladas y letales garras. Por otra parte, el reino de los Keenam  es una sociedad organizada, por poseer inteligencia, crearon una estructura social donde son regidos por cuatros sacerdotes, quienes dan las órdenes a los Generales; cada uno de estos sobresalientes guerreros tienen a cargo unos mil soldados. Las familias de los soldados pertenecen a una población de cultivadores, de las tierras cerca de los volcanes, lo cual, sus obligaciones es sembrar, recoger sus frutos para proveer de alimentos a su reino. Además, de tener una disciplina absoluta para pagar los impuestos de la guerra, con estos tributos se financian las conquistas de más tierras que permiten las cosechas de otros cultivos. «Con el beneficio de la guerra viene también la prosperidad», comentó un general en cierta ocasión.

Por otra parte, la población de los Keenam  habita las cuevas que internamente son laboradas con lujosas decoraciones; sus paredes son recubiertas por láminas de un metal fuerte y difícil de correr por la humedad.  El metal de color negro les da una elegancia siniestra. Los mesones de piedras metamórficas y finamente labrados, lo mismo que las sillas que la rodean, son accesorios cómodos puestos sobre los pisos de piedras lujosas que destellan, con la luz del día o por las noches con las lámparas de plantón,  en la estancia formando un corredor claro que resalta parte de la cueva acompañando por los sonidos y los agradables olores de las flores de artidías. El diseño de los baños interiores en forma circular, igualmente amplios, contienen una tina que es llenada con agua de una tubería proveniente de una laguna de agua caliente. Para el diseño de las construcciones, los Keenam,  contratan al reino de los Akumaja, cuyas criaturas por sus consistencias físicas y su creativo conocimiento logran crear hermosos conjuntos habitacionales. Por el contrario, los Sciurus, ellos mismo, edifican sus viviendas poseen una novedosa herramienta que permite perforar, de manera fácil, los gruesos wunu donde construyen habitaciones parecidas a los de los Keenam. Los Sciurus,  no son cultivadores, la selva les provee de los alimentos necesarios para subsistir. Para los Sciurus un árbol de wunu es un sitio sagrado, por ello, nunca los derriban, aunque, al taladrarlo no le causan el menor daño, pues, las habitaciones se construyen de tal manera que no lastime el tallo de los milenarios árboles. Podría decirles, sin temor a equivocarme,  que los Sciurus aman los árboles, los respetan y cuidan de ellos toda la vida. Las ciudades de los Sciurus se conocen desde el espacio, pues, acotan un lugar de la selva para sembrar los wunus con espacios variable, la posición de cada uno de ellos, forman círculos espaciados concéntricos bordeados por arboles, los del centro son de mayor altura. Estos grupos de anillados son esparcidos por extensas zonas de la selva. Ya podrán imaginar la majestuosidad de los grabados perfectamente circulares en la alfombra de la selva: el panorama es hipnotizarte.  

Otra cosa que impresiona del planeta Gliese es el ritual de iniciación espiritual del pueblo Keenam, ocurre a la edad de doce años; lo mismo, que los Sciurus. Fue pura obra del destino  que coincidió el viaje de Kaura, con su hermano menor, y el ritual de Katkousü en la misma montaña. El mismo destino que hizo que ambos  se convirtieran en enemigos a muerte. Era inevitable, entonces, que una partícula de luz tropiece con una gota de agua en un cielo infinitamente tormentoso; que una centella reviente su brazo contra un árbol. En aquella ocasión, Katkousü fue llevado y dejado, por su padre, en las montañas de Borunka. La tradición indica que se deben permanecer treinta lunas en lo alto de las montañas blancas. Una vez vivida la experiencia, el Keenam, vendrá a sus tierras convertido en sacerdote o soldado. El joven Katkousü subió, solo, a lo alto de la serranía armado con sus herramientas de guerras: flechas, lanzas y una cerbatana. Entre las inhóspitas montañas de nieve fue dejado para combatir con un perverso espíritu llamado Jaichuasay. Por días, sin probar alimentos, caminó entre los riscos escarpados persiguiendo, implacablemente,  a su oponente. La extraña criatura tomaba formas de seres diferentes cada vez que Katkousü se hallaba a poca distancia del espíritu. Fue así que, con la paciencia agotada por los días de persecución; el rastro de la criatura lo llevó a una pequeña montaña. Y Por un camino escarpado, Katkousü, encontró un Sciurus agazapado, de espalda, en posición de caza. El Keenam tomó su flecha, creyendo que era el Jaichuasay, y se la arrojó al joven. Kaura, que estaba cerca de allí, vio el vuelo del arma en dirección a su hermano y la manera como llegaba hasta su espalda. Esperando lo peor fue a atenderlo, al llegar estaba tendido sobre un charco de sangre que teñía la nieve tornándola aun más roja. Era demasiado tarde, su hermano yacía muerto con la lanza clavada en el corazón. Ella la retiró con cuidado, mientras, lloraba de impotencia. Entonces, vio el rostro de Katkousü, con la expresión cerrada, sin inmutarse ante el dolor de su perdida. Después reapareció, de espaldas. Ella corrió iracunda por el camino que había tomado el Keenam, pero, Katkousü había escapado sin dejar el menor rastro. No obstante, las huellas de aquel trágico evento fueron suficientes, para que, Kaura nunca olvidaría el rostro de Katkousü, lo guardó en su memoria, como un yelmo quema la carne hasta marcarla por la eternidad. Katkousü, continuó su camino sin lamentarse de lo sucedido, a pesar de su equivocación, no le dio importancia al suceso con el Sciurus. 




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