Los Mensajes de Dios - Simbología

La Autosuficiencia

Cuando una persona se rinde a los pies de Cristo, es sin duda alguna el inicio de una obra sobrenatural en la vida de quien se ha convertido. El Señor no solo lo perdona, sino que también envía al Espíritu Santo a la vida del creyente con el fin de ayudarle e instruirle. Una de las primeras lecciones que el creyente empieza a recibir en su nueva vida, es la total dependencia en Dios, dado que el creyente reconoce que sus fuerzas son limitadas y que jamás podrá hacer algo bueno por su propia cuenta (Juan 15:5). Si el creyente no establece esta enseñanza básica en su vida es muy probable que su corazón busque otra manera de levantarse tanto material como anímicamente, pero jamás podrá levantarse en el ámbito espiritual. El Señor estableció una sola manera de prosperar en este mundo que aborrece la verdad, y no necesariamente debe ser una prosperidad material, ya que Dios mas que vernos a su pueblo acomodado, Él siempre ha buscado tener una relación muy estrecha con el creyente, con el objetivo de que este al momento de padecer necesidad, siempre acuda a Dios quien es su único y suficiente proveedor. 
Esta enseñanza también fue clave para el ministerio de los apóstoles y de la iglesia primitiva, que debía depender en absoluto de Dios, por las circunstancias que vendrían a sus vidas, de otra manera nadie hubiera soportado la escasez y las persecuciones. Pero no todas las iglesias pasaron por situaciones tan difíciles, ya que algunas se encontraban en regiones más calmadas, tolerantes e incluso más prosperas, y este es el caso de la iglesia en Laodicea que de acuerdo a sus características, era una iglesia muy provista de todo, lo malo que es que el exceso de confianza en sus recursos, termino por traicionarla a tal punto que se convirtió en una iglesia autosuficiente, razón por la cual fue necesaria una intervención divina para sacar a luz su situación; 
Tú dices: “Soy rico, tengo todo lo que quiero, ¡no necesito nada!”. Y no te das cuenta que eres un infeliz y eres un miserable; eres pobre, ciego y estás desnudo. 
Apocalipsis 3:17 NTV 


La iglesia en Laodicea se encontró con un duro mensaje de parte del Señor, que se ajustaba perfectamente a su estado. A través de la historia y de varios relatos, se sabe que en dicha ciudad las personas demostraban su categoría o nivel social, a través de vestimentas muy ostentosas o llamativas, al parecer la iglesia también adopto esa manera de expresión, pero al único que no le pudieron demostrar absolutamente nada fue a Dios. Las características con las cuales el Señor califica a los laodicenses son totalmente espirituales, con el fin de demostrar la miseria en la que vivían, y que según ellos era agradable ante los ojos de Dios.  
Es una clara representación de la iglesia contemporánea que, por medio de muchas doctrinas tergiversadas de la palabra de Dios, han convertido a la iglesia en un simple club social en donde se reúne un gran grupo de supuestos cristianos que ven lo ostentoso como el nivel de espiritualidad que llevan y creando así una teología de mercadotecnia, con la intención de aumentar sus recursos (según ellos en representación de las bendiciones que Dios les ha dado), algo muy parecido a las características de la ciudad. 
¿Por qué teología de mercadotecnia?, recordemos que el comercio antiguo, el método para ser prospero era a través del trueque o compra por medio de una moneda con acuñación nacional, y es este último en el cual se ha sostenido la mayor farsa doctrinal que la iglesia ha creado, con fines egoístas o egocentristas. Mucho se ha hablado de la “Teología de la prosperidad”, que ha tenido un gran impacto en la comunidad de habla hispana, pero que también se extendido a otras regiones, basándose en versículos como Juan 10:10 y 3 Juan versículo 2, que obviamente han interpretado de una forma pésima. La iglesia en Laodicea como muchas otras actualmente, han confundido el éxito material con la aprobación de Dios, creyendo que todo lo que sacan de la billetera, volverá duplicado a sus vidas, como si la iglesia fuera un centro comercial de la fe, en donde es necesario dar para recibir materialmente, dejando por un lado la gracia de Dios y la salvación que Jesús trajo al mundo gratuitamente.  
Es como si la iglesia hubiera creado su propia realidad, en la que todo gira en torno a las apariencias y en la realización personal usando como pretexto la misma palabra de Dios. El problema con esta iglesia es que no han entendido que hay una gran diferencia entre llamarse así mismos “ricos” y otra que Dios sea quien los llame como tal, porque sin analizamos el pasaje (Apo 3:17) en donde son los mismos creyentes quienes se catalogan de esa forma, pero unos versículos atrás, en el mensaje a la iglesia en Esmirna, podemos notar que es el mismo Dios el que elogia de esa forma a la iglesia y no el hombre: Yo sé de tu sufrimiento y tu pobreza, ¡pero tú eres rico! (Apo 2:9), a pesar de ser una iglesia de muy bajos recursos. 
Lo que el Señor le trata de explicar a la iglesia, es que mientras más riquezas posean, más autosuficientes se vuelven, pensando que ellos mismos podrán sostenerse y salvarse con lo que tienen ante las terribles cosas que están por ocurrir y que además no tienen necesidad de nada, cuando la realidad es otra. Esto nos lleva a la conclusión de que están desnudos espiritualmente ante Dios, al no llevar las vestiduras blancas que todo creyente debe portar (Apo 19:8), se encuentran en una pobreza extrema espiritualmente hablando y están cegados espiritualmente, porque no se dan cuenta de que los tiempos son malos a tal punto que los incrédulos son más conscientes de su necesidad espiritual que la propia iglesia, ya que Dios está más interesado en salvar a su pueblo de la condenación eterna, que verlos viviendo cómodamente y llenos de glotonerías, teniendo ya, un pie el abismo. Es triste saber que hay creyentes, profesando una fe tan falsa como esta, en la que su condición material y social no se parece en nada a su realidad espiritual, que al final del camino es la que importa, ya que esta determinara su eternidad; 
Todo lo que quise lo hice mío; no me negué ningún placer. Hasta descubrí que me daba gran satisfacción trabajar mucho, la recompensa de toda mi labor; pero al observar todo lo que había logrado con tanto esfuerzo, vi que nada tenía sentido, era como perseguir el viento. No había absolutamente nada que valiera la pena en ninguna parte. 
Eclesiastés 2:10-11 NTV 



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En el texto hay: estudios biblicos e históricos

Editado: 23.12.2020

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