A llegado un fin de semana más, con un claro retraso, está otro capítulo más de su novela favorita. Está vez complicándose aún más las cosas de las que ya estaban.
La inspiración, si se le puede llamar así, proviene de mi etapa fan de la Animación Nipona en la cuál los personajes tienen aventuras de preparatoria. Claro, las diferencias culturales entre Japón y México son abismales, es por esa razón que me interesó tanto. A pesar de ser conceptos parecidos, esa brecha me permite hablar de temas mucho más complejos, aunque desafortunadamente mucho más melancólicos.
Gracias por continuar esta historia, síganme en todas mis redes sociales y continuamos con esta historia.
…
Al acercarse por la ventana Silvia se tranquilizó al reconocer la sombra. Retiró la cortina y del otro lado Neo se había sorprendido.
–Me podrías explicar qué haces afuera de mi ventana– dijo Silvia enojada.
–Te estoy buscando –dijo Neo.
–¿Para qué? –para hablar sobre el cómic.
La palabra «cómic» mostró la peor cara de Silvia. No quería saber nada de ese cómic y sobre todo no quería saber de los problemas que era capaz de hacer.
–Vete, no lo quiero ver, ni a ti tampoco.
Extendió la cortina, Neo no podía ver nada. Silvia se acercó al cuaderno que tenía en el escritorio, lo abrió en la página donde había dibujado. No entendía cómo había funcionado.
–¿no ves la oportunidad Silvia? –dijo Neo mientras se preparaba para no resbalar–, todos los años anteriores siempre te quejabas de que habían sorprendido en el último momento. Pero ahora tienes la posibilidad de saber lo que pasará exactamente.
Silvia observó cómo su dibujo había cambiado, el grafito del lápiz ya no estaba y en su lugar estaba el papel oscuro como si se hubiera quemado. Las hojas posteriores se encontraban intactas. En el momento que escuchó lo último se dirigió a la ventana y la abrió bruscamente.
–De eso no se trata –dijo Silvia.
Neo estaba resbalando por ese rápido movimiento y se sostenía con los dedos de una esquina de la ventana. En cuanto Silvia se dio cuenta intentó ayudarlo, después de varios segundos logró meterlo a su habitación. En cuanto se recuperó del susto de caer al suelo se integró como nada.
–Me gustaba más tu habitación cuando tenías televisión –dijo Neo después de un rápido vistazo.
–Ya sabes que a mi mamá no le gustaba que viera tanto tiempo la televisión. Desafortunadamente me la quito justo cuando dejé de ver televisión.
–Cierto –dijo Neo, mientras tranquilizaba su respiración–. ¿Qué es lo que piensas ahora?
–No pienso en nada, no quiero regresar al Karate para que una vez más me venzan. Estoy harta de perder contra Norma.
–Pero eso no es lo importante –dijo Neo–lo importante es dar todo de sí en lo que quieres. Tu amas el Karate y durante años lo has amado.
–Pues ahora no lo quiero –dijo Silvia, mientras se retiraba a su escritorio.
Neo se quedó quieto en medio de la habitación, justo al lado de la cama de Silvia, dio vueltas en su propio eje observando las cosas en la habitación. Se dirigió a la estantería de trofeos, observó a cada uno, se dirigió a los más pequeños y cogió la foto que estaba al lado.
–Ya no me acordaba de esta foto–dijo Neo –, ese día no podía levantarme temprano. Mi mamá me llevó casi arrastrando hasta el carro. Creo que fue la primera vez que cargabas un trofeo en tus manos. ¿Qué edad teníamos?
–Teníamos seis años–. Silvia no se había movido de su escritorio, no quería voltear a ver ese trofeo.
–No lo puedo creer. Ya casi cumple 10 años esa foto–dijo Neo.
–Puedes dejar mis cosas y salir por la puerta. No quiero que me eches la culpa de que te caíste cuando intentabas salir. Quiero un poco de tranquilidad para estudiar.
Silvia no podía ver lo que hacía, escuchó cómo movía las cosas de su mochila, después escuchó la caída de dos objetos en la cama e inmediatamente después como se abría y cerraba la puerta de su habitación. Unos cuantos segundos después escuchó la puerta principal. Se dio la vuelta y vio el cuadro de la fotografía. Se levantó para recogerlo y luego vio la portada del cómic.