El monstruo de igual forma respiró profundamente y comenzó atacar con golpes frenéticos golpeando por todas partes, mientras Silvia los esquivaba. Silvia atacó por segunda vez dejando noqueado al monstruo con una de sus patadas, en cuanto se escuchó la caída del cuerpo gigantesco los demás comenzaron a huir.
Silvia se apresuró a salvar a sus amigos, utilizó un vidrio roto para romper las ataduras y con ayuda de Norma salieron de ese lugar. Mientras más se acercaban a la ciudad los puños de Silvia comenzaron a perder su luz, Silvia se talló las manos y la luz por fin se extinguió, sentía un extraño hormigueo. Los brazos le temblaban y le dolían las piernas. Se alegraron cuando observaron los faros de luz, las casas seguían intactas y las calles amplias de la ciudad.
—Gracias —dijo Abi, mientras veía a Norma.
—¿Qué les pasó? —preguntó Silvia.
—Te estábamos buscando —dijo Erick—, después sentí que me faltaba el aire, cuando volví a abrir los ojos, vi a Silvia.
Las palabras de Erick fueron cansadas. Mientras llegaban a la escuela las ambulancias, las patrullas y algunos camiones de bomberos seguían en el lugar. Las personas estaban tosiendo, atendieron a Abigail, Erick y Neo.
—¿Qué pasó? —dijo Norma.
—No lo sé —respondió Silvia.
—¿Tus amigos se meten en estos problemas muy seguido? —preguntó Norma.
—No, no normalmente —dijo Silvia.
La madre de Silvia y Norma se acercaron rápidamente, las estuvieron buscando desde el principio de la confusión.
—¿Por qué saliste corriendo? —dijo la madre de Silvia.
Silvia se quedó callada por unos segundos mientras todos los ruidos alrededor estaban corriendo. Las madres de Abi, Erick y Neo los habían encontrado con un camillero. Silvia observó a sus amigos como regresaban en sí, se tranquilizaba mientras ellos de igual forma los abrazaban. La mamá de Norma se presentó con la mamá de Silvia, los ruidos fuertes comenzaron a disminuir y la gente se retiraba lentamente. Se despidieron para tranquilizar a los niños.
—Solo tuve miedo —dijo Silvia mientras aceptaba el abrazo de su madre.
—¿A dónde fuiste? —preguntó su madre.
—Lejos, no lo sé. Quiero ir a casa —dijo Silvia.
La mamá de Silvia la tranquilizó, la abrazó hasta que llegaron al automóvil, abrió la puerta, cuando entró al automóvil los ruidos por fin se terminaron. El silencio la tranquilizó, noto una manta a su alrededor y comenzó a ver sus manos. Los trazos finos parecían quemaduras de fuego, el dolor comenzó a notarse aún más.