Cuando me desperté. Pude ver la cama en llamas, hermosas llamas blancas con un tono plateado. Pero ni bien lo vi, un escalofrío pasó por mi espalda, en mi cabeza se escucharon aquellos gritos desesperados, que me provocaba una fuerte parálisis, que casi no me dejaba respirar. Cuando cerré mis ojos, frente a mí, una mujer se estaba arrastrando por la tierra, con el rostro desfigurado, mientras intentaba decirme algo, aunque no podía hacerlo. Cuando al fin logre volver a la realidad, apague el fuego sin darme cuenta, pero la cama estaba muy dañada. Y un fuerte golpe de energía me dejó de rodillas frente a la cama, no era la primera vez, aunque nunca me había ocurrido de manera imprevista; y cuando logré ponerme de pie, otro fuerte golpe desde lo profundo de mi interior me volvió a derrumbar.
El miedo no me deja reaccionar, y tengo que hacerlo rápido para poder evitar lastimar a alguien más, o a mi mismo. Estos golpes de energía me estaban por abrir el pecho y desgarrar la piel con cada golpe. Cuando me logre poner de pie, me agarre de mi cama, o de los restos de mi cama, mientras sentía que todo lo que había comido iba a volver, y mis ojos se llenaban de lágrimas por el dolor que estaba sintiendo en mi cuerpo.
Mis ojos se fijaron en un mueble, detrás de mí, necesitaba llegar a mi cajón del armario, casi arrastrándome por el piso, llegue y saque un rollo de sellos, y con los dedos desgarrados, separé uno de los sellos. Un sello de sangre de elfo, que me ayudaba a disminuir toda esta energía mágica errática, era como un tranquilizante, una droga que lograba calmar a la magia. Cuando me lo puse en el brazo izquierdo, sentí la paz en mi cuerpo, una tranquilidad que me inquietaba, mi cabeza no dejaba de atormentarme, me senté en el piso, intentando concentrarme en mi respiración, ignorando los ecos de las voces fuertes, gritando desesperadas y llenas de angustias.
Quería pensar en algo, y de pronto sentí la sangre de elfo recorrer mi piel, y dejar rastros de su paso como raíces en la tierra, abrí mis ojos, y enterrando todo lo que sentía, me puse a pensar quien soy.
«Soy el príncipe de la oscuridad... Soy el príncipe de oscuridad, mi nombre es... ¿Cuál es mi nombre? ¿Merezco ese nombre?... ¿Acaso soy digno? No, yo soy el príncipe de la oscuridad» Me repetía una y otra vez. Y me puse de pie, con mis manos temblando, camine hasta el tocador de mi cuarto, y la imagen frente a mí, me daba pena, y asco. Mi cuerpo era muy flaco, y estaba cubierto de heridas, y moretones, no quería verme más, puesto que lo único que encontraba era un saco de carne sostenido por huesos y magia. Busqué unas vendas con hechizos en tinta de oro, para ocultar aquellas marcas negras de la sangre del elfo, y me relajé lo más que pude, y las palabras escritas en el idioma antiguo empezaron a brillar, hasta desaparecer en la tela blanca.
Aún podía escuchar los ecos de los gritos, el olor de la carne chamuscada y el fuerte golpe de calor en mi piel. El calor que solo podía verse en el "Othrus". Ese lugar donde van los muertos, ese canal oscuro y cruel cubierto de fuego invisible, que únicamente los muertos pueden ver, antes de llegar al "Serhus".
Entonces, con los ojos cerrados, pude sentir un olor extraño, el olor a tierra húmeda, y el sonido del agua. Aunque creía que era una fuerza de mi subconsciente para poder relajarme, hasta que sentí un suave viento fresco. Y ahí, abrí los ojos, frente a mí, había una imagen de un lago, rodeado de una pared de árboles oscuros y extraños.
Con miedo, y mucha duda. Camine hacia él, y aunque sabía que sería ridícula la idea de pasar. Pero la idea de quedarme en mi cuarto, con todos mis tormentos, me preocupaba perder la poca cordura que tenía, y aunque era una decisión cobarde, pase sin mirar atrás, intentando concentrarme todas las cosas interesantes sensaciones que tocaban mi piel, cuando pase el lugar.