Ese príncipe se quedó sorprendido, y luego solo bostezo cansado. Yo me concentré en el lago, el color del agua era muy llamativo, de un verde ni claro ni oscuro, era un verde azulado muy denso, casi ni parecía líquido. Entonces, recordé que estaba aquí por un monstruo, así que únicamente me puse a ver entre los árboles, para ver si detectaba un movimiento llamativo, algo que me hiciera entender por qué estaba aquí, en medio de la noche, junto con mi "enemigo". El príncipe no parecía venir con intenciones de atacarme, o algo así, y después de ese acto, nada más me demostró que no me iba a lastimar. Tenía mis dudas, pero igual creía que sería mejor avisarle.
—Hay un monstruo por aquí.
—¿Qué tiene de malo mi aspecto?
Ambos nos quedamos callados, el príncipe solamente fijó sus ojos en los míos, esperando una respuesta, y luego, yo me fije en su cuerpo. Y luego me centré en su brazo.
—Ya lo dije ¿No? —contesté—. Te ves horrible, pareces tan frágil como esta rama —comente tomando una rama húmeda, cercana a la orilla, y la partí en dos—, pienso que esto te puede partir en dos, si el viento sopla más fuerte. No podría pelear contra alguien así —él arrugó su entrecejo, y realmente lo entendía, a mí me resultaba molesto que me dijeran débil, pero para un ser mágico como él, debió ser crudamente ofensivo.
—El poder no tiene nada que ver con el aspecto —contestó, mientras llevaba su cabello blanco detrás de su oreja.
—No, pero la debilidad si, al menos la física, y tú pareces débil por decisión propia, sin ofender —aclaré. Pues no quería pelear, no tenía ganas de prepararme para la batalla, sacar mi espada, y demás cosas—. Además, muchos de mis conocidos tienen magia, y no se ven como tú —él soltó una risa.
—Nunca pensé que alguien como tú, sería capaz de decir "sin ofender" —me comentó, mientras acariciaba el pasto del piso—. Digo, los seres como tú, odia a los mágicos ¿No?
—No, los "seres" como yo, no odia a los mágicos, mis hermanos son mágicos —entonces, un fuerte escalofrío pasó por mi cuerpo, cosa imposible porque estaba bien abrigado.
—Vaya, pero tú eres humano ¿Seguro que son tus hermanos? —comentó con una sonrisa desganada—. Porque los mágicos, sin importar con quién se relacionen, tienen hijos mágicos, porque la magia nunca se destruye —aclaró. Y luego él volvió a temblar, y yo temblé—. ¿Seguro que no quieres matarme? Última oportunidad —dijo, y un fuerte viento helado pasó, y congeló mi nariz y cuando pasó por el cuerpo del príncipe, sentí como si pasara por el mío. Entonces me levanté.
—Oye, ¿Por qué llegaste a un lugar así, tan desabrigado? Provocas que tenga frío —comenté, y él se levantó y se acercó a mí, demostrando la diferencia de altura entre nosotros. Yo medía 1,69 y él parecía medir cinco metros comparado conmigo.
—En mi defensa, no sabía que iba a venir a este punto. Pero no tiene sentido que tengas frío, cuando yo siento toda tu angustia, ¿Qué estás buscando que te vuelve tan inquieto? —preguntó—. No sé si te das cuenta, pero estamos conectados de alguna manera, y quiero. No, mejor, necesito que destruyas esta maldición que me pusiste —dijo seriamente.
—¿Qué te puse? —pregunté ofendido—. ¡Esto es tu culpa, porque yo soy humano, no hago magia! —le comenté, y luego, volví a sentir frío.
—¿Por qué querría estar unido a ti? —me preguntó con una voz más calmada, y ambos nos quedamos mirando. Sin entender lo que estaba pasando.