«Las cosas no fueron así» Fue lo primero que pensé cuando esas palabras tenían sentido en mí cabeza. Me levanté, como si yo mismo me hubiera asustado. Toda mí familia me miró, excepto mi padre, quien seguía comiendo. Mi madre me miró con reproche y mis hermanas me miraban con cierta burla.
—Provecho —dije antes de alejarme. Y salir del lugar.
Me sentía mudo, las palabras no podían salir, y si algún ruido salía de mí garganta, parecía millones de navajas cortando mí garganta en dolorosas líneas verticales, y aunque intentaba mantener la compostura, porque aquí todos buscan la mínima muestra de debilidad para atacar. Sabía que no iba a durar mucho...
Por uno de los tantos desolados pasillos, llenos de antorchas de eterno fuego negro, que iluminaban aquellas baldosas hechas con las cenizas de las hadas que intentaron matar a mi padre. Busqué una de las millones de habitaciones, y entre sin fijarme, en la biblioteca principal, o al menos el corazón de la biblioteca, necesitaba unos minutos para relajarme, me sentía mareado y molesto. Así que tome asiento en uno de los sillones de cuero rojo, para poder relajarme, y poco a poco, sentía que mi garganta dejaba de correr peligro, y poco a poco, ese dolor imaginario se iba suavizando. Entonces, escuche su pregunta, intente concentrarme para contestarle, pero algo me distrajo y no pude terminar.
Entonces, unos pasos llamaron mi atención. Y frente a mí, una mujer bastante baja, cubierta de polvo y vestida como una sacerdotisa, pero con los colores inversos. Sus ojos negros, me miraban seriamente, y luego de su manga ancha, saco un plumero.
—Señorito, lamentablemente debo pedirle que se levante, porque ese lugar en el que se encuentran, no ha sido utilizado en milenios y se ha cubierto de polvo —hablo y yo solo asentí y me levanté.
—¿Quién eres? ¿Y por qué nunca te vi en el Castillo? —pregunté apoyándome en la pared cercana a la puerta principal.
—Soy una vieja bruja, la vieja bruja del castillo y la biblioteca —explicó con una sonrisa en sus labios agrietados y azulados.
-Vaya, creí que mí padre los había extinguido —comenté, intentando analizarla con la mirada. Mi padre hace muchos años, cuando asumió como rey, su primer decreto fue eliminar a todas las viejas brujas, quienes eran seres demasiados viejos, que habían vivido tanto, que se rumoreaba que sabían cómo eran los mecanismos internos del mundo, y como fluir a través del mismo sistema. Mi padre decía que ellas eran un enorme riesgo, que eran manipuladoras y les gustaba controlar todo en el mundo.
Ella solo sonrió, continuando con su labor. Y de pronto, un fuerte golpe de miedo lo levantó, sentía que estaba en guardia, o debía estar de guardia, porque alguien me iba a atacar. Ante eso, la vieja bruja, me miró, su rostro serio estaba analizando.
—Veo que quien está al otro lado de esa conexión, debe ser algo problemático —comentó, yo me avergonce.
—¿Tu sabes algo del lazo? —pregunté interesado. Y ella terminó de desempolvar el lugar, tomó asiento y palmeó el espacio a su lado, yo la seguí y frente a mí, apareció un juego de té de porcelana gris. Recién servido.
—¿Lazo? —preguntó—. Al pasar de los años, tiene nombres más variados —comentó. Y entonces tomé un poco de aquel té. No sabía nada, porque era un té hecho con hojas de kiriayo.
—¿Hojas de kiriayo? —pregunte y ella solo sonrió.
—Si, las hojas de kiriayo, son deliciosas si sabes con quien tomarlo ¿Verdad querido príncipe? —comentó, dando otro sorbo al té.
«Tiene razón» Pensé en aquellas hojas blancas que flotaban en el agua de la tetera. Esas hierbas son mágicas, aunque su magia casi lleva a qué se extingan por completo. El sabor del té que se realiza con ellas, depende de la persona que la beba. Dice que refleja o imita, el interior de los usuarios, o la esencia verdadera. Otros lugares dicen que captan la esencia y eso influye en el sabor del té. Porque estas hojas, son como un vacío de gusto, que captan y se modifican, tomando o reflejando la esencia de todo los que se refleja en su té.
Pero para mí no tenía sabor. Supongo que tiene sentido, si es que toma mi esencia, entonces no se equivoca.
—Sabes, eres el primero en no preguntar tanto sobre mis palabras —comentó la bruja, y yo solo la mire desganado.
—No es como si no quisiera saber, solo que...Es bastante complicado, y supongo que tu tienes tus razones para no ser clara —luego, una incomodidad me dio un pinchazo de incomodidad e inseguridad.
—Veo que tu "lazo" es bastante profundo —comento y solo asentí tomando de nuevo mi té—, pero te recomiendo que no lo ignores —me aconsejo seriamente—. El mundo actúa de maneras misteriosas, la gente le dice destino o suerte, pero al final nunca tiene un nombre que se ajuste a la inmensidad de lo que significa. Lo que tu tienes, es algo que solo la magia más profunda puede ofrecer...Tienes un camino, difícil y lleno de significado. Así que debes atender, retener y fluir con todas las situaciones, porque lo necesitarás —yo solo me quede sorprendido.
Entonces tuve la sensación de que mi respiración estaba agitándose, que me faltaba el aire, y de pronto un fuerte golpe en mi espalda como si hubiera sido arrojado, me dejó recto en mi asiento. Cerré mis ojos para calmarme, intenté centrarme en que estaba en la biblioteca, y que los olores que percibía eran de libros, no de tierra y deliciosas rosas y jazmines.
Cuando abrí los ojos, frente a mí estaban los horribles marrones inyectados en sangre, de una bestia. Y volví a cerrar los ojos. Entonces, sentí como mi magia totalmente independiente, intentaba fluir de mí cuerpo para protegerme como un mecanismo de defensa.
—Niño, si te alteras también lo alteras —me comentó la señora, entonces intente relajarme—. Príncipe, no eres tú quien está en peligro ¿Verdad? —preguntó y entonces, lo entendí.
Él estaba reflejando su miedo en mí, entonces cerré mis ojos, aspire llenando mis pulmones y exhale para relajar mis músculos, y empecé a hablarle. Cómo si se tratara de un niño asustado siendo arrullado por una madre en medio de una tormenta. Le susurraba intentando recuperar mi propia calma. Él escuchaba las palabras que yo hubiera escuchado en mi juventud, incluso durante toda mi vida.