Los Niños De Alambre

Salió la I. Y yo no la sentí

 David no sabía con precisión cuántas horas habían pasado, ni cuánto tiempo había estado de pie frente al monitor con las pantallas en una constante estática.

— ¡Nadylan! ¡Nadylan! ¿Estás ahí? — la voz de Tabares surgió de uno de los parlantes.

David paso saliva, sintiendo extremadamente seca su garganta, el muchacho no sabía que sentir o pensar, su cabeza era un caos en bucle, imágenes de Loren descansando en su hogar, segura y sin ningún temor, pero sobretodo viva, se mezclaban con la espantosa visión del Bombardero con un detonador.

— ¡Nadylan! ¿Me escuchas?

Con sentimiento agobiante, David levantó una de las radios y respondió.

— Sí, Tabares, estoy aquí.

David pudo escuchar un suspiro de alivio por parte de su compañera.

— Gracias al cielo, bajaré ahora mismo por ti, los ataques terminaron, aunque la información es confusa.

David permaneció quieto en su puesto. Con la vista fija en la estática, de la nada una de las pantallas se iluminó, nuevamente el símbolo de la familia imperial seguido de la bandera apareció en la pantalla, después de un breve sonido del himno nacional la imagen de la cámara de seguridad se volvió nítida y en breve pudo ver el horripilante caos que se desarrollaba en el exterior: la primera cámara, esa que enfocaba la parte delantera de la comisaría mostraba a los tanques automatizados en frente a la comisaría, apagados, pero con las columnas del edificio significativamente destruidas, era como si la intención de las máquinas fuera derribar el edificio; vio como dos agentes federales usaban motocierras para abrir las puertas metálicas, poco a poco los oficiales y detectives salieron del interior del edificio, pareciendo aterrados y confundidos, pero sobretodo cansados; Tabares apartó de un puñetazo a dos de sus compañeros para salir corriendo hacía el edificio de al frente, mismo en el que David estaba escondido; las cámaras del pasillo también se activaron y mostraron la imponente figura de Tabares corriendo a gran velocidad por el edificio, bajando las escaleras y finalmente llegando frente al búnker; Tabares era muy rápida.

— ¡Nadylan! ¡Nadylan abre la puerta!

David corrió por los pasillos de las múltiples habitaciones iguales y al llegar a la puerta intento abrirla, pero se dió cuenta con horror que está tenía un temporizador de apertura para dentro de dos años.

— Ay, Dios — David se estremeció al darse cuenta de que estaba atrapado — ¡Jesucristo! ¡Estoy atrapado!

— ¿Cómo... cómo que estás atrapado? — David notó que de repente Tabares se veía tranquila.

— ¡Sí! ¡Un temporizador digital! ¡La puerta no se abrirá hasta dentro de dos años!

— Bueno — Tabares se encogió de hombros —, tienes comida y suministros suficientes para varios años, no sufrirás.

— ¡Tabares, ayúdame!

Fue como si ni siquiera lo escuchará, Tabares se dió la vuelta, como si nada, David verifico el telecomunicador.

— Tabares, ¿Me oyes? Tabares, ¿Me escuchas? — David empezaba a desesperarse al verla cada vez más lejos de la puerta — ¡Tabares no me dejes aquí! ¡Marissa, por favor sácame de aquí!

Como un par de ángeles caídos del cielo Ramírez y Suárez llegaron corriendo por el pasillo, los musculosos brazos de Ramírez cargaban una metralleta de demolición, esas armas que con un solo disparó eran capaces de derribar una casa pequeña de concreto. Al verlos por el pasillo Tabares rápidamente se dió la vuelta de regreso al búnker.

— ¡Rompe la puerta! — gritó Suárez, quedándose a un par de metros de la puerta.

— ¡David! ¡Aléjate de la puerta! — gritó Tabares colocándose al lado de Suárez.

David obedeció y corrió un par de habitaciones hacía atrás, gracias a las cámaras vio a Ramírez colocar la metralleta en dirección a la puerta y activarla con su huella digital, el arma se encendió y sus cañones giraron en el sentido contrario de las manecillas del reloj.

— ¡ALÉJATE DE LA PUERTA DAVID! — gritó Ramírez con fuerza —, vamos, amor, no me falles, sabes que si por error mató a Nadylan me echan, no decepciones a papá — le dijo Ramírez al arma.

El sonido del arma cargada hizo a David darse cuenta de que la potencia de la metralleta era demasiada y no estaba lo suficientemente lejos de su potencia, David intentó correr más atrás pero el gritó de Ramírez le indicó que ya era tarde: una enorme bala de hierro atravesó las paredes, llegando a atravesar incluso las paredes, David cayó al suelo cuando llegaron las otras balas; una a una las balas surcaron con fuerza el aire rompiendo y atravesando todo lo que se ponía en su camino; David ni siquiera respiraba, sólo se mantenía en el suelo con las manos en su cabeza, rogándole a Dios que ninguna lo impactará, una sola de esas balas era capaz de partir por la mitad a una persona adulta robusta, ¿Quién sabe que le haría a un joven tan delgado como él? Aún así la sensación no era ajena, era una sensación que él conocía; los Nadylan había sido participes y víctimas de más atentados de los que cualquiera pudiera admitir, pero había uno en especial que nunca olvidaría, su primera vez, su primer atentado; David tendría cuatro años, no más de seis y estaría en la sala de su mansión, recordaba la imágen de uno de los sirvientes tirado en el suelo, desangrándose, también veía con claridad la imagen de su niñera rogando desde el suelo que no lo mataran, la recordaba bien, esa joven y blanca chica, esa que le bailaba en el escritorio a su padre todas las noches, cuando todos estaban dormidos o cuando su mamá no estaba; también recordaba a la persona que le apuntaba, era un hombre con ojos de distinto color y una risa genuinamente encantadora, no parecería ser alguien amenazante si no fuera por el arma en sus manos y por los cadáveres que había dejado a lo largo y hancho de la mansión.

— ¿Cómo te llamas, pequeño? — el hombre se inclinó frente a él y le extendió su mano de forma amigable.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.