Los Ojos De La Mujer

Los Ojos De La Mujer

Se aproximaba la una de la mañana y ya habían transcurrido tres horas del pesado turno de la noche de Lucía, una telefonista de cuarenta y siete años que labora en el turno nocturno y que atiende las llamadas de emergencia de una provincia y las direccionaba a la instancia competente, por ejemplo; si se trataba de un incendio ella direccionaba y ayudaba a los solicitantes a que llegaran los bomberos lo más rápido posible y lo mismo con la policía en medio de un acto criminal, o la cruz roja en medio de un accidente y a pesar de que la idea de ayudar a personas que lo necesitasen tenía entusiasmada a Lucia, el estar encerrada ocho horas durante la noche mientras el noventa y tres por ciento de personas está durmiendo. En un cubículo de tres metros de ancho por tres metros de largo con poca ventilación y una pila de papeles de bitácoras, remisiones y contratos junto con recortes de periódico viejos donde nombraban a la central de ayuda, al parecer la hacían sentir un poco decepcionada de la vida.

Parte del trabajo era ayudar a la gente a tranquilizarse por cosas como el haber escuchado una serie de detonaciones alrededor de sus casas o gritos en las calles de personas que se estaban peleando, el protocolo siempre solía ser el mismo, pedir datos como nombre de la persona que llamaba, dirección, el motivo de su llamada y proporcionar una posible solución a su contingencia, y así sucedió en innumerables ocasiones sobre todo de viernes para sábado o de sábado para domingo que son los días en que más actividades nocturnas fuera de lo normal se reportaban, casi todas las llamadas tenían una solución de inmediata incluso por teléfono pero en ocasiones era necesario llamar a otras instancias y cuando se trataba de una situación de esa índole casi siempre desembocaba en una nota periodística con el diario local donde al otro día donde mencionaban a la estación de emergencias  en un solo par de palabras pero era motivo suficiente para tener que recortar el periódico y almacenarlo en el cubículo, esa noche era un martes once de agosto y durante la tarde fue una tarde en extremo lluviosa pero llegadas las diez de la noche cesó y se convirtió a una noche en extremo tranquila y con un cielo estrellado donde se apreciaban desde la constelación de Orión hasta los canes mayor y menor, donde  todo se sentía muy pero muy tranquilo y relajante, pintaba para una noche larga y aburrida en compañía de una serie de casi extintas llamadas por tonterías o bromas, así solían ser los lunes o martes y justo en medio de la noche sonó el teléfono:

<< ¡Ring, ring, ring! >>

—Buenas noches emergencias ¿en qué puedo ayudarle?

—Señorita ayúdeme ¡por favor! —Se escuchaba una mujer susurrando al otro lado de la línea por lo que Lucía se sorprendió y de inmediato pidió los datos y la causa de la llamada.

— ¿Cuál es su nombre, edad y en qué puedo ayudarle?

—Me llamo Mónica, tengo cincuenta años y me está mirando (susurro).

— ¿Quién le está mirando?

—La sombra desde la ventana ¡Ayúdeme por favor!

—Señora, dígame su ubicación para enviar una unidad de la policía de inmediato.

—No, él está escuchando todo y me va a matar si viene la policía.

—Entonces dígame ¿en que la puedo ayudar?

—Solo dígame que hacer pero dígamelo ya por favor (sollozando) ¡se movió de la ventana y está tratando de abrir señorita! ¡Dígame ¿qué hago?!

—Trate de calmarse señora y dígame ¿quién se está moviendo y  que trata de abrir?

—Es una sombra negra flotando con unas navajas largas y brillantes en lo que parecen ser sus manos, está afuera de mi ventana , no se le ve cara pero su cabeza es totalmente negra y se mueve muy feo y está tratando de abrir la ventana —balbuceaba del miedo—.

—cálmese señora; dígame su domicilio y enseguida una unidad llegara a apoyarle.

— ¡no! ¡no!, está pegando en los cristales —un ruido de ventanales agitados se podía escuchar como fondo en medio de la llamada, se escuchó el ruido del teléfono rosar con prendas de ropa  y mucho movimiento y pasos apresurados.

— ¿Señora? ¿Bueno?, ¿sigue ahí? ¿Me puede escuchar? Dígame, hábleme, diga algo, ¿bueno?...

Se hizo una pausa al otro lado de la línea pero la telefonista no colgó en espera de la respuesta de aquella desesperada mujer.

—Ya entro a la casa, estoy en un closet y está buscándome señorita, no sé qué hacer, tiene unas cadenas y unos cuchillos, no le veo los pies señorita, parece que vuela pero… ¡Ayúdeme por lo que más quiera!

—Señora por favor, guarde la calma y dígame su ubicación para poder enviarle una unidad, quizá está ante la presencia de un asaltante en su domicilio, manténgase a salvo y dígame por lo que más quiera su ubicación.

—Ya le dije que si manda a la policía me va a matar.

<<¡Tas¡>>, un estruendo de varias puertas abrirse y cerrarse abruptamente se manifestaban como armonía en el auricular del teléfono, mientras en primer plano se escuchaba un rozar de prendas  como cuando alguien marca por error y se escucha el rozar del micrófono del teléfono celular con la bolsa del pantalón, Lucía sabía que algo terrible estaba sucediendo y que tenía que ayudar a la mujer, esta no proporcionaba ningún dato que la ayudara a resolver el problema y no podía alarmar a la policía debido a que una de las políticas del centro de emergencias era no levantar ninguna falsa alarma hasta no tener la certeza de que la contingencia fuera completamente real, pero el otro hemisferio de su cerebro decía que una mujer estaba al borde de la desesperación y en sus manos estaba ayudarla o no así que se dispuso a hacer lo que estuviese dentro de sus posibilidades.




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