Los Ojos de los Árboles

Capítulo 2. Hablaban sin palabras

 

Como miembro de la brigada de comunicación, fui requerida en la reunión que se hizo en la carpa de los mayores, la cual volvieron a montar tras el incidente. 

            —Marcela, debes enviar un aviso a los guardabosques más cercanos. Tenemos una situación de emergencia. No tengo seguridad de qué tipo de animal atacó a los Líderes pero de seguro estará rondando los alrededores esperando a que caiga la noche. 

            Miré de reojo a la Líder, Nina: Temblaba de frío mientras la cubrían con tanta manta encontraron y ponían sobre ella bolsas de agua caliente. Una chica paramédica del grupo de avanzados había vendado las heridas sangrantes que le cubrían el cuello y el hombro. 

            —Esto es grave, Marce, deja de husmear con Nina, ella estará bien si encontramos auxilio pronto. 

            — ¿Qué pasó con el Líder Ramiro?, ¿está bien? 

            La expresión del Avanzado Cristian se ensombreció. Negó con la cabeza 

—Es importante que te apresures —dijo lo más tranquilo que toda su fuerza y experiencia en campo pudo permitirle sin poder evitar que el miedo se le escapara por los ojos. 

Salí de la tienda llevando en mano el segundo walkie-talkie que me encomendó la guarda bosques Melissa antes de internarnos en la sierra. Estaba pre-sintonizado al aparato de la guardia y no sería difícil contactar con ellos. Sólo debía ubicarme en un punto alto para alcanzar señal entre las escarpadas cimas alrededor nuestro. Estábamos en el tercer claro por el que debíamos cruzar antes de terminar nuestro recorrido al otro lado de la serranía. Al parecer, el primer walkie-talkie  había desaparecido, el que portaba la Líder Nina. 

Sobre el mismo peñasco en el que se había encaramado por última vez el Líder Ramiro para tomar lista, busqué la señal con la radio. El ruido de la estática contestó a mi llamado. Una noche prematura se dejaba caer inevitablemente sobre el campamento debido la neblina que nuevamente avanzaba entre los árboles como un sinestro manto entre los árboles, desde lo alto de la serranía. Todo el día intenté contactar a la Guardabosques pero parecía que habíamos salido del rango erróneamente. Revisamos los mapas multitud de ocasiones, testarudos, peleando unos con otros de la desesperación, encontrando siempre y por todas las señales de cuanto nos rodeaba que nos encontrábamos en el tercer claro, en un vallecillo sin nombre sobre una lomita ligeramente escarpada que remataba en un reliz inclinado, en una de las orillas desiguales, el mismo peñazco donde había estado anteriormente. Todos nos mirábamos con extrañeza, a la luz de una lámpara de baterías al centro, justo sobre el mapa geográfico de la zona. 

—Alguien deberá ir de regreso al poblado por ayuda —dijo al fin Graciela, la Avanzada y segunda al mando luego de Nina—, no tenemos muchas opciones, pero eso debe ser antes de que el sol termine de caer o mañana al amanecer. 

—No —gruñó Iván, el Mayor de excursiones—, es peligroso, no hay tiempo antes del atardecer—, su rostro era el reflejo de la turbación que sufría su mente y corazón—, debemos buscar a la chica desaparecida y regresarla al campamento antes de que se ponga oscuro. Mañana temprano podríamos ir por ayuda a la ciudad en cuanto el sol salga. 

—¿Y quiénes irán por ella?, Iván, no sabemos qué demonios ande ahí fuera. Nina no quiere hablar, parece catatónica desde que la trajimos de regreso —rugió Ana, la Mayor de primeros auxilios—, sólo nos pondremos en peligro. Deberíamos seguir intentando contactar con los guardabosques. 

—No tenemos tiempo para dedicarnos a dar con la señal. Marcela ya lo hizo todo el día y no ha sucedido nada. Además, está oscuro antes de lo esperado —miró el reloj en su muñeca izquierda—, hay que encontrar a Lucía. 

Una nueva rebatinga se apoderó del lugar. Al fin, con un prolongado “¡shhhh!” Ana levantó las manos y todos fueron guardando silencio. No había rostro alguno que no llevara la fea apariencia de la desesperación en persona. Los cabellos fuera de su lugar, los ojos desorbitados, las quijadas desencajadas, las cejas inclinadas e incluso algunos dedos encrespados y puños fuertemente cerrados. 

—Sé que esto es difícil pero no debemos llegar al grado en que estamos. Recuerden todos tenemos un entrenamiento. Sé que es diferente a la ciudad, sé que es complicado con una situación tan… bizarra, pero no es razón para no poder ponernos de acuerdo —Ana recargó los puños contra el mapa, con la cabeza agachada por el peso del infortunio. 

— ¿Qué propones?—, soltó Iván, cruzándose de brazos. 

—Los que tienen más experiencia en campamentos irán por ayuda. Que sea un grupo de al menos cinco —dijo señalando con el dedo un punto en el mapa —en dos horas deberán llegar a la cabaña de los guardabosques. Que pidan un helicóptero para que saquen de aquí a Nina y a Ramiro. Al mismo tiempo, otro grupo formado por quién tenga más emblemas en uso de armas cortas, deberá ir en busca de Lucía. Con ellos debe ir un rastreador. 

—¿Estás segura?, la hora… 

—No tenemos alternativa, es eso o esperar a que algo más le suceda a la chica y lo que sea que esté fuera sólo siga causando histeria entre los muchachos. 

Yo estaba de acuerdo con Ana, pero el factor tiempo era también importante. Pude ver a ambos Mayores mirándome seriamente. 

—Marce, tú irás con el grupo de búsqueda —señaló Ana. El terror se apoderó de mí. 

… 

El grupo era de personas mayores que yo, cuatro en total y yo era la quinta. Mientras caminábamos hacia el linde del bosque fui recordando las últimas palabras de la Beta Ana: “Tienes dos horas para ir y regresar, si no encuentras nada favorable no expongas ni al equipo ni a ti misma. Básicamente eres responsable de que los cinco regresen con bien. Lucía puede que esté a salvo pero de eso no tenemos certeza —se giró hacia Nina, cuya mirada perdida y boca temblorosa no hacía más que darle inseguridades—, no queremos que haya más desaparecidos. Ten cuidado y regresa a salvo”. 



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En el texto hay: muerte, muerte asesinato, entes paranormales

Editado: 14.07.2020

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