Los Ojos De Mi Otra Mitad | Asura #1

Prólogo: Suecia

ALEXANDRA

Para las vacaciones navideñas, mi familia y yo decidimos ir a Suecia. Suena loco, ¿no? Pero, creo que lo más loco de todo es como a raíz de esas vacaciones sucedió algo que cambió mi vida por completo.

Ugh. Me estoy adelantando, hay que empezar las cosas desde el principio. Evelyn, mi madre, siempre ha querido viajar por el mundo, pero nunca se le había presentado la oportunidad dado que ella y Richard, mi padre, entraron en el mundo de la paternidad estando muy jóvenes. Con la llegada de mi hermano mayor Brian se concentraron en salir adelante juntos.

Son unos buenos padres, atentos y cariñosos. Siempre nos recuerdan que hay que tener cuidado con las cosas que haces, no apurarse en tomar decisiones–es decir, usa condón si no quieres un regalito antes de tiempo–.

Luego de 36 años y tres hijos, siguen estando juntos y se aman con locura. Mi hermano mayor ya está comprometido con una linda irlandesa, mi hermana trabaja en una importante empresa de tecnología y yo, la menor de los tres, estoy en mi tercer año universitario – ¿Lo ves? Somos una linda familia–. Y, con mis dos hermanos mayores ya independizados y yo estudiando, mis padres decidieron que era el momento perfecto para hacer un viaje familiar para cumplir uno de los sueños de mi madre.

La idea de ir a Suecia fue de mi hermana, Anna, a quien siempre le ha gustado el país y su cultura, idea que a mi madre le emocionó. Por supuesto. Sinceramente, el simple hecho de salir fuera del país para mí ya era emocionante, sin importar nuestro destino. Es mi oportunidad de conocer otro pedazo del mundo y practicar mi inglés, casi puedo sentir la necesidad de aplaudir como una tonta.

Nos decidimos por visitar la ciudad de Gotemburgo, al oeste de Suecia. Nos alojamos en un lindo hotel muy bien ubicado cerca de Liseberg, con tiendas y restaurantes a su alrededor, a unos cortos 5 minutos del Museo de Arte y otros muchos lugares de interés cultural. Un paraíso para turistas.

Luego de dos días de haber llegado, Anna estaba emocionada por ir al Museo de Arte el cual estaba en la lista de cosas que quería ver mi madre, y ya que ella mandaba en nuestras excursiones, ninguno de nosotros objetaba en contra. Era una hermosa estructura de un color terroso muy claro, estaba decorado con enormes arcos en los que incluso se podían detallar varias estatuas.

Pasamos las tardes viendo las exposiciones y esculturas. Entrelazada a mí brazo, mi hermana me explicaba la historia de algunas que conocía y las que no, nos inventábamos algo para hacer la tarde amena. Al principio solo éramos ella y yo, pero todos decidieron unirse a este juego después de escucharnos reír con nuestras ocurrencias.

Nos tomamos un montón de fotos –sin flash, hay que preservar el arte–; mis padres con esas típicas fotos de parejas abrazándose mientras sonreían a la cámara, a diferencia de mis hermanos, Maya –la prometida de mi hermano– y yo nos tomábamos fotos haciendo payasadas e imitando pinturas y esculturas, nos reímos mucho y disfrutamos un buen rato.

Pasada la tarde, nos dirigimos a un sitio para comer. Mi familia charlaba alegremente mientras yo iba unos metros más atrás distraída con mis alrededores, veía las cosas y los maravillosos lugares nuevos. Estaba tan concentrada en los escaparates de las tiendas que no me fijé por donde iba y tropecé con algo… Ese algo se movía y tenía pelo.

– ¡Ay! –me quejé. Vi al piso y me encontré con un elegante gato negro, este tenía una mancha blanca poco común en la frente, mi tropiezo lo hizo detenerse para luego mirarme fijamente lo que me hizo notar que tenía unos bellos ojos azules. –Deberías tener más cuidado, gatito. –le dije de forma cariñosa como si me entendiera, claro.

Por suerte, no había muchas personas afuera el día de hoy y solo una señora me miró extraño cuando hablé en español y, más raro aún, que me dirigía a un gato. La bola de pelos negra maulló en respuesta, ladeó un poco la cabeza como si estuviera curioso y siguió su camino. Logré entrever una especie de collar de cuero con un colgante muy raro atado a su cuello, que lindo gatito.

–Alex, ¿Estás bien? –me preguntó mi hermana dándome un pequeño susto, ¿en qué momento se acercó? Levantó sus cejas expectantes.

–Estoy bien, solo me distraje con un gato que pasaba. –dije simplemente, me encogí de hombros y ella solo respondió rodando sus ojos.

No es secreto para nadie que me distraigo muy seguido viendo a los animales pasar, siempre he sentido una afinidad hacia ellos y, si hubiera sido buena en química, tal vez hubiese comenzado una carrera veterinaria.

Anna tomó mi mano para seguir nuestro camino hasta un pequeño café que encontró nuestra familia, ya todos estaban sentados esperando por nosotras para comer. Mientras me sentaba junto a ellos y esperábamos por nuestra comida, no pude evitar dejar de pensar en el gato… Si alguien me hubiera advertido que ese lindo gato me cambiaría la vida, me hubiera reído.

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