Los Ojos De Mi Otra Mitad | Asura #1

Capítulo 2: Zorro Rojo

ALEXANDRA

Ya era 24 de diciembre, con mi familia decidimos salir a cenar juntos en un lindo restaurante cerca del puerto. Mi hermana y yo estábamos terminando de arreglarnos en la habitación que compartíamos. Mientras me terminada de colocar unos botines de cuero marrón, ella trenzaba mi cabello en dos clinejas. Siempre decía que mi cabello era un desastre así que le gustaba peinarme haciéndome clinejas de todo tipo, hoy solo fueron dos simples y esponjosas que recogían toda mi melena castaña clara. Le sonreí a través del espejo y en ese momento tocaron la puerta, Anna abrió rápidamente y allí estaba mi hermano Brian. Se apoyó contra el marco de la puerta y nos sonrió antes de hablar.

– ¿Listas?

–Sí, solo dame un momento. –respondió Anna.

Brian sonrió al verla colocarse apresuradamente sus zapatos y yo aproveché de echarme un último vistazo, no soy vanidosa, pero es Navidad. Anna me había ayudado a escoger unos pantalones azules, una blusa negra y un amplio cárdigan blanco con detalles negros, además de mi cabello trenzado.

A diferencia de ella, suelo ser muy sencilla y prefiero la ropa cómoda, pero dejo que me ayude a escoger la ropa en ocasiones especiales. Mientras que ella tiene el cabello negro lacio hasta los omóplatos, el mío es castaño claro ondulado hasta la cintura. Ella es delgada como una vara mientras que yo soy más curva en los lugares específicos, ambas tenemos ojos marrones y la misma sonrisa divertida. A pesar de nuestras diferencias, somos muy unidas.

Se puso en pie y salimos de la habitación, para luego bajar a la recepción del hotel donde ya estaban mis padres y la prometida de mi hermano.

–Estas hermosa, pequeña. –me sonrió Maya, le correspondí la sonrisa y acepté su abrazo.

Se mantuvo a mi lado rodeándome con los hombros, ella es solo unos centímetros más alta que yo y desde que nos conocimos hace unos cuatro años, me trata como a una hermana pequeña. Rodeé su cintura y caminamos juntas con mi hermano siguiendo nuestros pasos. Maya era una hermosa pelirroja de ojos verdes, como la típica irlandesa. Lo primero que llamó mi atención de ella cuando nos conocimos fue su característico olor a menta, como si se bañara en ella. Solía reírse de este comentario siempre, me guiñaba el ojo y no hacía comentario al respecto.

Llegamos a un restaurante que, en cuanto entramos, me robó una sonrisa. Era una estructura de madera con grandes vigas y columnas, las luces le daban un ambiente rustico y la decoración navideña era la cereza del pastel.

Nos sentamos cerca de una ventana, la cual daba a una vista hacia el mar en calma y las luces que iluminaban el resto del puerto. Suecia estaba resultando ser un país bellísimo, no me molestaría volver algún día y eso que aún nuestro viaje no había terminado.

La comida del lugar estaba deliciosa y la velada transcurrió entre risas sin fin. Se notaba lo feliz que estaban mis padres al estar todos juntos, hace años que no pasábamos las navidades en familia y eso solía entristecer a mi madre. No pude sino sentirme feliz por la manera en como todo encajaba haciéndome sentir que estaba en el lugar correcto.

Luego de la comida, decidieron probar la cerveza del lugar, pero yo decliné. Nunca he sido muy partidaria de beber porque no me gustaba, no encontraba el placer en ello, así que yo me decanté por un chocolate caliente. Maya siguió mi ejemplo y pidió uno para ella también.

–Oye, Alex. –la voz de Maya atrajo mi atención y me acerqué a ella, estaba a mi lado, pero la conversación de mi familia era distractora. – ¿Cómo estás?

Fruncí el ceño y la miré extrañada. –Bien. –arrastré la palabra sin saber muy bien a qué se debía su pregunta. –Todo en orden, ¿Por qué?

–Te he notado algo distraída estos dos días, miras a tu alrededor como si buscaras algo. –se encogió de hombros, bebió de su chocolate caliente esperando por mi respuesta.

–No es nada, supongo que estar en otro país resulta todavía abrumador. –respondí vagamente, bebí también de mi chocolate para evitar su mirada, no quería hablar de Bill por alguna razón.

–Uhm… –murmuró, pareció meditar mi respuesta y asintió estudiándome. –Bueno, solo decía. Sabes que me preocupo por ti y puedes hablar conmigo si lo deseas. –acarició la punta de mi clineja y me dio una pequeña sonrisa.

–Lo sé, gracias. –le devolví la sonrisa, Maya se reacomodó en su asiento y sus ojos verdes brillaron con picardía.

–Y, ¿cómo está Dylan? –dijo. Bueno, eso fue como echarme un balde lleno de realidad a la cara.

–Ehh, b-bien. –carraspeé sintiendo como mis mejillas se sonrojaban, ella sonrió pensando que era por motivos románticos. –Hablaré con él cuando volvamos al hotel para desearle feliz navidad a él y a su familia. –forcé una sonrisa y ella asintió.

–Le mandas mis saludos. –dijo, se enderezó y sacó su teléfono del bolsillo. –Ven, aun no tengo fotos contigo y estamos demasiado lindas para dejarlo pasar.

Sonreí con Maya mientras ella nos sacaba las fotos, pero mi mente se habida ido lejos. Dylan era mi novio de toda la vida… Decir toda la vida es exagerado, pero estamos juntos desde los 16 años y es prácticamente el único chico al que he llamado novio de forma tan real. Me hacía feliz y me sentía bien a su lado, teníamos defectos como todas las parejas, pero me sentía de cierta forma fatal porque no podía sacar a Bill de mi cabeza. Menudo lío y eso que relativamente no he hecho nada malo, solo mirar embobada a un sueco muy apuesto.




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