BILL
–¡¡Bill!! –gritó Micah frente a mí causándome un sobresalto–. ¿Qué demonios te sucede?, estos días has estado raro.
Solo parpadeé y me limité a mantenerme en silencio, me encogí de hombros para que supiera que no lo ignoraba, pero que tampoco pensaba responder a esa pregunta. Si les decía que me sucedía se burlarían de mí por el resto de mi vida, además que no quería meter a Alex en el asunto… Alex. Madre mía, allí voy de nuevo.
Llevaba dos días estando más distraído de lo normal, pero sabía que la culpa era enteramente mía por andar de curioso. El día que dejamos a Emma y a Alex en su edificio, fui a casa y esperé una hora en un pequeño estado de nerviosismo por mi impulsividad, para luego salir y terminar descubriendo cuál era su apartamento.
No fue sencillo, pero de alguna forma terminé en el cuarto de Alex. No sé qué imagen le habré dado en mi forma de búho en estado de shock, pero sí sé que Alex me dio un espectáculo completo con la visión de ella solamente vistiendo sus pantalones anchos y sostén. Santos roles de canela, me estoy trastornando. Me sentía como un pervertido al no poder dejar de revivir la imagen de su cuerpo, me entraba un ataque de nervios y posesividad nada comunes en mí.
Los gemelos me miraban con preocupación ahora, estábamos sentados en la feria del centro comercial Arenas. Habíamos llegado quince minutos antes de la hora fijada y yo no había dicho ni una sola palabra durante todo ese tiempo, el ruido de las personas a mi alrededor era como un murmullo para mí. El golpe que recibí en la parte posterior de mi cabeza me sacó de mis ensoñaciones, de nuevo.
– ¿¡Por qué hiciste eso!? –pregunté indignado, mi sorpresa creció al ver que fue André quien lo hizo desde su posición a mi lado.
–O empiezas a aterrizar de dónde quiera que estés, o nos dices qué te sucede. Elige –dijo, enrojecí inmediatamente.
–Ok, ya –levanté mis palmas un poco enfurruñado–. Estoy aquí.
–Así será la magnitud de lo que tienes en mente que no lo quieres decir –dijo Micah. Claro, como si les fuera a decir que andaba de fisgón en la ventana de Alex–. Ya vengo, iré por algo de beber, ¿quieren algo? –Micah se puso en pie y nos observó esperando, negué con la cabeza y André pidió agua.
Vimos cómo se alejaba mientras varias chicas volteaban a verlo emocionadas, extrañamente esta vez Micah no se puso en plan de conquistador y siguió sin prestar atención a su club de fans.
– ¿Acaso estás nervioso por ver a Alex? –dijo André de improvisto, me sonrojé aún más y este me miró con sorpresa–. Vaya, en serio te gusta esta chica. Algo complicado para ti, me imagino.
–Sí, lo es –suspiré–. Tiene un novio y, definitivamente, no soy esa clase de chico que anda separando parejas. Pero, es que… –pasé mis manos por mi rostro–. No lo sé, no puedo explicarlo y tampoco puedo evitarlo.
–Bueno, ella tampoco te es indiferente –murmuró, levantó una ceja–. Eso te lo puedo asegurar –vio sobre mi hombro más allá de mí, por donde se había ido Micah.
–Y, ¿cómo puedes estar seguro de eso? –pregunté con la mirada perdida, apoyé mi mentón sobre mi palma.
–Pues, porque viene hacia nosotros con Emma, Dylan y Micah –comentó como si nada, me tensé sin querer voltear rápidamente como idiota–. Y, además, se puso como una niña de cinco años que va hacia su juego favorito al verte –finalizó. Me atreví a dirigir la mirada hacia donde indicaba y, efectivamente, venían hacia nosotros.
La diferencia entre Alex y Emma era notable. Mientras que Emma era rubia, Alex tiene el cabello unos dos tonos más obscuros, aunque ambas son casi del mismo tamaño –dos enanas a mi lado–. Además, Emma era dulce y así lo reflejaba: el top de tirantes rosa pálido y su suéter blanco le daban un aire de delicadeza; miré con regocijo como a mi amigo André le brillaban los ojos al verla, por lo menos sé que no le es indiferente, aunque no lo demuestre.
Alex, por otro lado, traía crop top manga larga negro y un jean de talle alto que le daban un aire grunge –resaltaba perfectamente su cintura y evité lanzar mi mirada más arriba donde descansaban sus collares–, pero con más estilo. Voy a morir, voy a morir.
Ambas se veían alegres de vernos, pero noté que había una incomodidad en el aire. No dejaban de ver alternativamente a Micah y André, al parecer habíamos olvidado mencionar el pequeño detalle de que son gemelos idénticos. André pareció reparar en este hecho y se revolvió incómodo en su asiento.
–Creo que, por alguna razón, olvidamos mencionar cierto detalle, chicas –dijo aceptando la botella de agua que le ofrecía su hermano.
–Sí, creo que lo olvidaste –dijo Alex con cierto sarcasmo.
Todos se sentaron a la mesa y fue cuando noté a Dylan, se había retraído con timidez. Me dio una mirada fugaz, pero se vio avergonzado. Fruncí el ceño, parecía un niño regañado.
–Espero que Micah no las haya asustado con un intento de seducción –dije riendo. Este me lanzó una mirada lanzando chispas por los ojos, también parecía avergonzado, ¿qué sucedía ahora?
–No, por supuesto que no –dijo Emma tomando sus manos frente a ella sobre la mesa, estaba sonrojada y sentada entre los gemelos–. Más bien, creo que nosotras lo asustamos a él confundiéndolo con André –murmuró, la mirada de Micah se suavizó al posarla sobre Emma.