ALEXANDRA
Me tomé mi tiempo para arreglarme esta mañana. Emma y yo teníamos la costumbre de empezar el día temprano, así no andábamos corriendo para hacer las cosas y llegábamos con tiempo a la universidad. Dos chicas súper responsables.
En parte, era una forma de distraer mi mente en algo simple. Escogí unos jeans de talle alto azul obscuro junto a camiseta ceñida de tirantes blanca, botines negros y mi cabello recogido en una coleta alta. No era mucho de usar maquillaje, así que solo tomé mi morral junto a un suéter azul tejido.
Emma me lanzaba miradas fugaces durante el camino en bus, sé que se preocupaba por mí, pero no me sentía con ganas de hablar de lo sucedido. Sinceramente, puede que solo estuviera haciendo un drama por algo que puede suceder, aun así mi mente no dejaba de preguntarse por qué esa clase de cosas tienen que pasar. La muerte es algo natural, pero que te arrebaten la vida es injusto.
–Alex, –murmuró Emma a mi lado, estábamos entrando en la universidad cuando tomó mi mano. –dime algo. Me tienes preocupada con tanto silencio.
–Lo siento, –me estrujé los ojos con la mano libre. –sé que debería dejar de pensar en eso, pero es un poco difícil.
–No es tu culpa. –torció los labios y me dio un apretón suave en la mano. –Es horrible, yo probablemente me quedaría muda una semana. –se encogió de hombros.
–Sí, es bastante desagradable y trágico. –murmuré mordiendo mi labio inferior. Suspiré, cerré los ojos unos segundos y sacudí la cabeza. – ¿Sabes qué? Me meteré de lleno hoy en las clases, haré lo posible para dejar de pensar en eso.
– ¿Estarás bien? –preguntó con voz pequeña, sus ojos verdes llenos de duda.
–Sí, tranquila. –le sonreí con calma y le di un último apretón antes de seguir mi camino.
Me dirigí al salón de clases y me senté junto a la ventana, estaba abierta y dejaba entrar una brisa fresca. El cuchicheo de las personas era como un murmullo de fondo, acaricié mi collar en un gesto distraído. Por alguna razón, mis compañeros de clases solo eran eso: compañeros, desde que comencé a estudiar aquí no había compaginado con ninguno y prefería mantenerme apartada. Solo Dylan y Emma comprendían mi círculo de amigos… Aunque durante los últimos días se había expandido considerablemente.
Estaba también el hecho de que me causaba una fea sensación en el estómago cuando escuchaba a las chicas hablar de Bill, mencionaban más a los gemelos, pero el sueco salía a relucir de vez en cuando. Es apuesto, eso no hay que quitárselo –hasta a mí me pone a suspirar–, pero rodaba mis ojos constantemente al escuchar las tonterías de las chicas de mi clase.
Suspiré, el brillo azul de mi brazalete llamó mi atención y una pequeña molestia se asentó en el centro de mi cabeza. Lo acaricié, mientras mi mirada se encontraba perdida en el pizarrón frente a mí y, en mi mente, se reproducía una melodía que me hacía pensar en Bill y yo bailando… Me quejé al hacerse más fuerte la molestia en mi cabeza, las imágenes de mi mente esfumándose. Soy buena en esto de ocupar mi mente en otras cosas, hasta dolor de cabeza me da.
Acariciaba el centro de mi frente cuando entró la profesora, saqué mis cosas y centré mi mente a duras penas en lo que tenía frente a mí. El tiempo pasó lento, pero esto no me molestó.
Finalizada la última clase, todos salían como alma que lleva al diablo mientras yo aún continuaba guardando mis cosas. Incluso el profesor me dio una sonrisa de labios apretados al salir y yo apenas me ponía en pie, tomé un paso en dirección a la puerta deteniéndome inmediatamente al ver a Bill apoyado contra esta.
Me miraba fijamente con una sonrisa ladeada mientras yo me quedaba de piedra sin saber qué hacer. Estaba muy apuesto todo vestido de negro a excepción de su chaqueta verde, su cabello negro alborotado y sus ojos azules parecían despedir chispas de picardía.
–Hola. –dije acercándome lentamente, metí las manos en los bolsillos de mi suéter y sentí como me sonrojaba.
–Hola, min själ. –respondió aún sin moverse, ladeo la cabeza y su sonrisa se hizo más amplia. –No sé si debo seguir llamándote así o cambiar a ‘pequeño tomate’. –sugirió haciendo que mi sonrojo creciera más.
–Mejor nos quedamos con min själ. –asentí con una pequeña sonrisa, bajé la mirada a mis pies unos segundos buscando como decir lo siguiente. –Gracias… Por lo de ayer. –murmuré, su expresión cambiando a una más suave. –Fuiste muy… Atento. –carraspeé.
–No fue nada, –dijo, se acercó unos pasos a mí y tomó un mechón de mi coleta sin quitar sus ojos de mí. –no me gustó verte tan alterada. Lo menos que podía hacer era sacarte de allí y que dejaras de ver eso. –se encogió de hombros, ahora mi cabello estaba enredado en su dedo.
–Igual gracias. –asentí.
Nos quedamos unos segundos allí en silencio. Él bajó lentamente su mano y usé todo de mí para no sobresaltarme al sentir sus dedos en mi mejilla. Su mano estaba fría, pero no me molestó. Cerré los ojos abrumada por la opresión en mi pecho y su contacto, Bill resultaba una presencia enorme a mi alrededor y, tenerlo tan cerca, me afectaba en gran medida.
–Min själ. –susurró.
Abrí mis ojos y él se había acercado un paso, su collar de diamante quedaba justo frente a mí y brillaba tenuemente. Solté la respiración que no sabía que contenía y levanté la mirada, él pareció buscar algo que decir y una sonrisa lenta creció en sus labios.