Los Ojos De Mi Otra Mitad | Asura #1

Capítulo 17: Draug

ALEXANDRA

Salí de la primera clase y me dirigí a la biblioteca, tenía unas horas libres antes de la próxima que me correspondía ver y quería aprovechar el tiempo. Estos últimos días habían pasado fugazmente. Luego de la casi pelea entre Bill y Dylan, apenas había hablado con alguno de ellos; incluso Emma y yo parecíamos vivir en casas distintas a pesar de estar en el mismo espacio, era frustrante y un poco triste.

Entré a la biblioteca y recorrí los estantes, aunque ya todo había pasado, no podía evitar quedarme atrapada en mis pensamientos recordando todo.

Sabía que a Dylan no le agradaba Bill desde el primer momento, pero eso no era excusa para ser grosero e insultarme a mí en el proceso, ¿En serio me dijo buscona? Aún no lo puedo creer. Luego estaba Bill, desde que nos conocimos en Suecia siempre se ha acercado e incluso me ha dado indicios de que le atraigo… O eso me gustaba pensar. Por último, Emma parecía debatirse entre apoyarme o no; creo que, en el fondo, le dolía más el hecho de que creía que no confiaba en ella como para contarle, pero la realidad era que ni yo misma sabía que le pasaba a mi cabeza últimamente.

Dirigí mis pensamientos en un rumbo distinto, acaricié el collar que me regaló Maya y pensé en el brillo que había desprendido aquella vez en la sala de cine. Hoy me sentía más ansiosa de lo normal, como si esperara a que fuera a suceder algo en cualquier momento… Algo muy importante. Cuando desperté esta mañana, mi corazón no dejaba de latir aceleradamente y, en todo momento, estuve a la expectativa.

De forma distraída llegué a una estantería llena de libros de literatura española, tomé el libro que necesitaba y me senté en el suelo. Hacía esto a menudo, dado que era sumamente cómodo.

La señora Ingrid, la bibliotecaria, solía fastidiarme por este hecho hasta que entendió que no causaba problemas y habíamos llegado a una especie de pacto silencioso. No lograba concentrarme, así que le eché una ojeada a una de las novelas que había comprado aquél día que vi el cadáver en medio de la calle. Un movimiento en mi periferia llamó mi atención, a lo cual levanté la mirada esperando encontrarme con el gato. Allí estaba… Pero, solo veía la mitad de su cuerpo y la otra mitad inferior parecía atravesar los libros como si fueran gelatina.

Solté un respingo a la vez que me echaba parcialmente hacia atrás, parpadeé rápidamente y sacudí la cabeza. El gato ahora estaba sentado a mi lado mirándome fijamente, parecía preguntarme qué demonios me sucedía. Era un poco surreal. Maulló, se dio media vuelta y desapareció entre los estantes.

Carraspeé incómoda e intenté calmarme, continué con mi lectura. Estas imaginando cosas, Alex, solo imaginas cosas. Volví a levantar la cabeza sobresaltada al escuchar nuevamente un ruido, como si alguien tropezara. Por las barbas de Merlín, ¿no podré leer tranquila? Estaba a punto de levantarme exasperada a ver qué sucedía cuando Bill apareció por dónde había desaparecido el gato. Su cabello negro estaba despeinado, como si no hubiera dejado de pasarse la mano repetidamente y sus mejillas estaban un poco sonrosadas.

Estaba guapísimo y sus ojos chispeaban con alegría. Me dio una sonrisa amplia quitándome la respiración, se dejó caer a mi lado sentándose.

–Hola calabaza, ¿cómo estás? –dijo inclinándose y besó mi mejilla tomándome por sorpresa, de calabaza pasé a ser un tomate.

–Alguien despertó feliz hoy, ¿no? –dije. Le devolví la sonrisa, sentía como si el ambiente que nos rodeaba chispeara.

–Sí –asintió y se inclinó empujándome suavemente–, y tú estás hermosa hoy –me miró de arriba abajo y no pude evitar pensar en lo que llevaba.

Era uno de mis días de pijama; jean azul y suéter gigante gris con un dibujo de Minnie Mouse. La falta de maquillaje y mi cabello amarrado en una coleta desordenada completaban el estilo, fruncí el ceño con escepticismo.

–Oh, vamos –rio–. Tus looks de pijama son los mejores –se encogió de hombros y le echó una ojeada al libro abierto en mí regazo–, ¿Qué lees?

–Ahm… Una novela rosa –respondí tendiéndole la novela para que leyera la sinopsis, estaba concentrado como si leyera el Decreto de Independencia de los Estados Unidos.

–¿Es en serio? –me devolvió el libro con expresión divertida, se burlaba de mí.

–¡Oh, dame! No te burles de mis novelas llenas de escoceses y romance –reí. Él solo se quedó allí mirándome con ternura, luego sus ojos se pusieron serios.

–Oye, ¿cómo has estado? –murmuró–. Ya sabes, por lo del otro día… Aún me siento avergonzado –susurró, abrazó una de sus rodillas con expresión tímida.

–Bueno, es cierto que Dylan manejó mal la situación y tú explotaste rápidamente –suspiré, jugué con la esquina de la página del libro–. Sigo pensando que ambos fueron idiotas, pero estás disculpado. No fue tú culpa, después de todo.

–Gracias, me alivia escuchar eso –me dio esa sonrisita de lado con la que empezaba a sentirme familiarizada–. Es que… Vi todo rojo cuando te insultó –me dio una expresión de disculpa–. Se supone que es tu novio, se espera todo lo contrario de él. Además –su expresión cambió rápido a una más juguetona y fruncí el ceño extrañada–, no puedo permitir semejante trato a una dama –levantó mi mano y plantó un beso en el dorso.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.