Los Ojos De Mi Otra Mitad | Asura #1

Capítulo 21: Asura

BILL

Respiré profundamente y me lancé sin contenerme ni suavizar nada.

–Ok –empecé–, quiero que escuches atentamente y mantengas la mente abierta –pedí, ella asintió–. La otra noche, fuiste atacada por un draug –expliqué, Alex levantó sus cejas, pero no me interrumpió–. Los draugar son una rara mezcla entre vampiro y zombie, sé que suena ridículo, pero en realidad no es nada divertido. Son creados por brujos a través de la reanimación de cadáveres y estos pierden toda esencia de humanidad, se alimentan de energía y, la forma más fácil de conseguirla, es través de la sangre.

Hice una pausa a ver cómo reaccionaba. Todo lo que acababa de decir sonaba a cuentos de hadas baratos y novelas de terror de bajo presupuesto, pero era la verdad, solo tenía que asimilarla. Tenía una expresión de duda, aun así me hizo ademán de que continuara.

»Pueden alimentarse de sangre humana, pero normalmente prefieren la sangre de mí… Nuestra raza –dije esto suavemente, ella era uno de nosotros ahora y no me pasó por alto el pequeño rastro de miedo en su mirada–. Mi familia y yo somos cambiaformas, nos hacemos llamar asuras y tenemos poderes sobre la naturaleza –continué–. Existen varios clanes y, cada uno de ellos, tiene un poder diferente dependiendo de la piedra que los rija –señalé el diamante que colgaba sobre mi pecho, dudé antes de proseguir –André y Micah también son asuras.

Abrió sus ojos como platos al escuchar eso, pero luego los entrecerró como si pensara mejor en ello. Estuvo a punto de soltar algo, pero se contuvo a último momento. Se cruzó de brazos y asintió para que continuara.

»El draug que te atacó, debió de sentir mi presencia antes de que llegara y esto lo obligó a huir dejándote moribunda –apreté los labios ante el recuerdo y Alex apartó la mirada unos segundos–. Ellos han sido los responsables de las muertes que han estado ocurriendo últimamente, pero, de forma indirecta, es por culpa de brujos. Son ellos quienes los controlan –dije, no sabía si contarle que su cuñada es una bruja o no, era un tema delicado–. Me vi obligado a convertirte, era eso o… Dejarte morir. No podía ni siquiera considerar eso último –mi voz se quebró y ella lo notó.

Agarró mi mano y le dio un ligero apretón. –Bill... –susurró.

La observé fijamente analizando su semblante. Sé que por dentro sus emociones bullían como un hervidero, pero hacía un esfuerzo excelente para mantenerse en calma y su falta de reacción me estaba alterando. Esperaba unos cuanto gritos y acusaciones de locura por su parte, casi creía que era mejor eso ante tanta calma.

–Estoy tratando de procesar todo –dijo dándome una sonrisa tímida–. Gritar y lanzarte cosas suena muy tentador, pero dudo que resuelva algo –soltó una risita nerviosa apartando la mirada.

–Vaya, leíste mi mente –reí suavemente–. Alex, ¿si entiendes que te convertí y que tú también eres ahora un cambia formas?

–Eso no sé cómo procesarlo aún –carraspeó soltando mi mano, la mía extrañando inmediatamente su toque–. Mi cuerpo se siente distinto en muchos sentidos, pero ¿Qué se supone que haga? ¿Me convertiré en un gato también?

–Podrás convertirte en cualquier animal que quieras –sonreí encogiéndome de hombros.

–¿Un unicornio? –me sonrió con sorna.

–Alex eso es ridículo –volteé mis ojos.

–¡Oh, lo siento! –soltó colocando sus palmas en sus mejillas–. Un cambiaformas y un vampiro zombie no es ridículo, pero un unicornio sí. Disculpe, usted –el sarcasmo se le salía por los poros, solté una carcajada.

–Bueno, bueno. Touché –levanté mis manos cediendo.

–¿A qué te refieres con poderes? –preguntó con timidez–, ¿Puedes hacerte invisible o algo así? –me dio una mirada llena de curiosidad y un poco de aturdimiento, intentaba llevar esto lo mejor posible y eso me alegraba.

–No, no –sacudí la cabeza–. Son cosas naturales o que tienen que ver con la materia, mira.

Me enderecé y toqué el respaldo del sofá concentrándome en hacerlo lo suficientemente moldeable, mi mano pasó sin dificultad a través de este y escuché como Alex tomaba una inhalación sorprendida. La miré y sus ojos marrones eran del tamaño de su cara, había recogido las piernas y se las abrazaba. Saqué mi mano y esperé por ella.

–O sea, lo que vi la otra vez fue cierto –murmuró, levanté una ceja–. El gato… Bueno, tú estabas atravesando los libros en la biblioteca.

–Sí.

–Espera –entrecerró sus ojos y me dio una mirada penetrante que me intimidó un poco–, ¿Cuántas veces te cruzaste a propósito conmigo en forma de gato?

–Ahm… –balbuceé como idiota, me sentí atrapado por un momento bajo su atenta mirada interrogante–. Solo unas pocas veces. Ya sabes… –hice un pequeño baile de mano y mis mejillas se sintieron arder–. Las únicas veces que te seguí como gato fueron aquí en España, en Suecia… No –respondí con voz pequeña.

–No sé si es raro o adorable –dijo entre dientes, su expresión parecía debatirse entre la incomodidad y la risa.

–Me atrapaste –asentí con expresión culpable, intenté cambiar de tema–. También puedo hacer que cualquier objeto sea más pesado o ligero, por eso pude mover la mesa tan tranquilamente, o incluso mi propio cuerpo.




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