Los Ojos De Mi Otra Mitad | Asura #1

Capítulo 22: Ruptura

ALEXANDRA

Lo primero que hice al llegar a la universidad, fue buscar a Dylan. Su facultad quedaba un poco apartada de la mía, pero la conocía bien; allí estudiaban todos, a excepción de Micah y yo.

Llegué a su salón sin problemas para encontrarlo, aún me sentía abrumada por mis aumentados sentidos, pero logré ignorarlos esta mañana y aparentar normalidad. Dylan estaba sentado en una silla con la cabeza metida en un libro, intenté hacerle señas a través del vidrio de la puerta, pero no me notaba. Terminé entrando con un suspiro y parándome frente a él, los idiotas de sus compañeros empezaron a fastidiar apenas me vieron lanzando comentarios estúpidos.

–¡¡Eh, Dylan!! –dijo uno que especialmente me caía de la patada, nos lanzó una sonrisa socarrona. – ¡Llegó la dueña de tu fierro! –rió, ambos volteamos los ojos.

–A veces odio tu apellido. –le dije mientras arrastraba una silla para sentarme a su lado.

–Dile eso a mi padre, es su culpa. –bufó, el apellido de Dylan es Ferro. Sí, lo sé, sirve para todo un repertorio de chistes malos. –Y, ¿eso que estás por aquí?

– ¿A qué hora sales hoy? –pregunté sin rodeos. –Necesito que hablemos, es importante.

–Ahm… –se puso pálido. Lo sé, es una frase chocante la que usé, pero necesaria. –A mediodía estoy libre completamente.

–Ok. –asentí. –Nos vemos en la cafetería de en frente, ¿sí? –sugerí, él solo asintió aun con cara de haber visto un fantasma.

Quería voltear mis ojos, pero no podía ser tan insensible, no en un momento así. Me levanté y dudé unos segundos, le di un rápido beso en la mejilla y me fui dejando atrás las burlas y puyas por parte de sus compañeros. Llegué a mi salón unos minutos antes que empezara la clase, me senté rápidamente y saqué mis cosas mientras el profesor llegaba.

La mañana pasó muy rápido. Por lo menos, la última clase fue dinámica y hubo varias risas dentro del salón –que varias veces me hicieron taparme las orejas por el aturdimiento y la sensibilidad–, pude olvidar por un momento todo lo que había sucedido en estos últimos días. Pero, cuando llegó la hora de salida, mi corazón corría desbocado y los nervios me carcomían. Mi teléfono vibró dándome un sobresalto.

<<¿Estás bien? Puedo notar tus nervios hasta aquí>> era un mensaje de Bill.

<<Sí, estoy bien. Tranquilo>> respondí rápidamente, mordí mi pulgar pensativa, ¿Qué significa eso de que puede notarme?

<<No me convences, pero está bien J Llámame si necesitas algo>> llegó su respuesta y reí, fui a la cafetería guardando mi teléfono.

Dylan no había llegado aún, pedí un jugo de naranja para variar y me senté en una mesa apartada. Rápidamente, me bebí medio vaso de jugo sorprendida por el sabor tan fuerte que tenía, era como si nunca lo hubiera probado antes.

No habían pasado ni cinco minutos cuando llegó Dylan, entró apresuradamente por la puerta, se le veía desarreglado como siempre. Era adorable, en realidad. Suspiré por lo que estaba a punto de hacer, me vio y me saludó dudoso con la mano. Fue a la barra y solo llegó con una botella de agua, podía palpar sus nervios. Se sentó frente a mí y me estudió atentamente.

–Entonces, –dijo, se le notaba reticente. –tenías que decirme algo importante.

–Sí. –murmuré. Lo mejor era ser directa y clara. –Dylan, voy a terminar contigo.

Le di tiempo de procesar lo que dije. Soltó un suspiro cerrando sus ojos y puso su mano sobre su boca mientras se apoyaba sobre el codo, respiraba pesadamente. Duró así unos veinte segundos eternos hasta que, finalmente, volvió a soltar un suspiro y se quitó el gorro negro al pasarse las manos por el cabello obscuro. Abrió los ojos y estaban sombríos, el marrón de estos parecía casi negro, nunca había visto una mirada así en él.

– ¿Por qué? –preguntó pausadamente. Su voz estaba más gruesa y pesada, reflejaba que se estaba conteniendo.

–Son muchas razones, Dylan. –tragué saliva sintiendo el ardor en mis mejillas, era como si tuviera una lija en mi garganta. –Desde que empezó el año estamos distanciados, peleamos por todo últimamente y, para colmo, hace unos días me llamaste buscona en un arranque de celos. –resumí.

–Me disculpé por eso, sé que no debí llamarte así. –graznó, se estaba poniendo rojo y el ambiente se volvía más pesado.

–Lo sé y sé que acepté tus disculpas, pero ¿Qué me asegura que no lo volverás a hacer? Además, –susurré, tomé un respiro antes de continuar. –ya no puedo seguir con esto. –suspiré, tal vez fue una mala idea traerlo a la cafetería.

– ¿A qué te refieres? –dijo, levantó su mano callándome cuando abrí la boca. –No, no. Déjame adivinar. –ahora su voz estaba recargada de reproche. –Esto es por el idiota de Bill, ¿verdad? –acusó, abrí mi boca sorprendida y sentí como mis mejillas se sonrojaban. –Lo sabía. –apretó los dientes, empezaba a asustarme.

–Dylan… –empecé.

– ¡No! –me interrumpió. – ¡Ni siquiera te atrevas! ¿Después de estos cuatro años me dejas por un imbécil que solo conoces hace unos meses? –empezaba a levantar la voz indignado, las personas notaban que algo sucedía.




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