Los Ojos De Mi Otra Mitad | Asura #1

Capítulo 25: Diamante Rosa

ALEXANDRA

Me desperté con la molesta luz del sol que entraba por las ventanas. Estiré mi cuerpo como un felino suspirando de placer, dormí como un bebé. Abrí los ojos y noté que esta no era mi habitación, fruncí el ceño confundida por unos segundos hasta que recordé los acontecimientos del día anterior. Vaya día.

Suspiré. Ayer había sido un día terrible, exceptuando los momentos con Bill. Miré a mi lado, ¿dónde estaba, por cierto? Me levanté y salí encontrándolo en la cocina, silbaba mientras preparaba comida. Olía delicioso, pero no fue el olor lo que me hizo casi babear: sino el hecho de que Bill solo vestía un pantalón gris de chándal. Los músculos de su espalda se flexionaban con cada movimiento, captaban toda mi atención dejándome embobada.

–Veo que al fin despertaste, conejito. –dijo volteando a verme con una sonrisa y dándome la visión frontal de su pecho.

Ignoré por completo el comentario. No sé qué demonios me sucedía, pero no podía reaccionar coherentemente. Solo estaba allí mirándolo sin decir nada –con cara de idiota, seguramente–. Me encantó descubrir que no tenía una musculatura exagerada como si pasara gran parte del tiempo encerrado en un gimnasio, no, sino como alguien que hace ejercicio regularmente solo para ser más saludable.

Un gruñido-ronroneo me hizo salir de mi tonto trance causándome un sobresalto. Parpadeé sorprendida mientras buscaba el origen del sonido, esperaba encontrarme con un león o un monstruo que viniera a comerme, a estas alturas ya no me extrañaría ese tipo de eventos. Bill soltó una carcajada.

– ¿Qué? –dije, me veía pícaro.

–Esa fuiste tú. –respondió, apagó la cocina y buscó platos en los armarios.

– ¿Yo? ¿A qué te refieres? –lo miré extrañada. No son ni las diez de la mañana y ya estoy confundida, me acerqué para ayudarlo.

–El gruñido. Fuiste tú. –explicó con una sonrisa, le di una mirada sorprendida y lo seguí a la sala. –Es parte de tu lado animal, es algo que irás controlando poco a poco. –continuó, mientras nos sentamos en la mesa. –Es natural, tranquila. –sonrió, colocó una mano sobre el respaldo de mi silla y se acercó con expresión jocosa. –Además, en este caso fue porque me mirabas y me encontraste perfecto, no te culpo. –murmuró, abrí mis ojos como platos y mi sonrojo matutino llegó. –Causo sensaciones difíciles de controlar. –me guiñó un ojo y no pude evitar soltar una carcajada.

–Oh, eso fue egocéntrico. –reí, me acerqué y lo besé. –Aunque, si eres digno de mirar.

Rió y me devolvió el beso. Empezamos a comer tranquilamente, estábamos terminando cuando tocaron al timbre. Bill se levantó de inmediato y fue a abrir, empecé a levantarme cuando escuché varias voces, pero Emelie entró rápidamente a la sala sin darme tiempo a reaccionar.

– ¡Hola! –me sonrió y se sentó sobre mis piernas con total confianza. – ¿Cómo has estado? –me miró con curiosidad con unos enormes ojos azules, la observé sorprendida por la confianza que tenía para acercarse, mientras que yo podría ser una tumba llena de silencio cuando era rodeada de desconocidos.

–Yo estoy muy bien, ¿y tú? –respondí, acaricié su cabello rubio igual al de su madre.

–Emelie, deja de asustar a la pobre de Alex. –dijo Björn al entrar en la habitación, había diversión en su mirada. –La asustas. –sonrió, la familia de Bill entró detrás de este, ¿Es que todos salían siempre juntos?

–No, no me molesta. –sonreí sonrojada, el hermano de Bill era intimidante. –Solo me tomó por sorpresa. –me encogí de hombros, la sobrina de Bill saltó de mis piernas para dejarme saludar a los demás.

No debió de sorprenderme que me abrazaran como si me conocieran de toda la vida, eran efusivos. Aura, la esposa de Björn, era la más tranquila de todos y siempre me sonreía con calma.

– ¿Cómo te sientes hoy, Alex? –dijo Gabriel, me examinaba con ojo crítico. –Bill me contó lo que sucedió anoche.

–Pues… –dudé. –Sinceramente, no sé qué decir. Me transformé en conejo y mis manos se convirtieron en diamante. –expliqué.

–Sí, bueno. Siempre es extraño cambiar de forma, las primeras veces, te acostumbrarás. –dijo con voz suave, parecía meditar toda la situación. – ¿Qué hacías cuando tus manos se convirtieron en diamante? Y, ¿estás segura de que era diamante?

–Uhm… –titubeé, mi cara debió de ponerse roja por el calor que sentí en ella al recordar lo que había estado haciendo. –Bueno, yo… –empecé con voz pequeña, escuché la risita de Catrina y Aura a mi lado, les lancé una mirada y estas escondían la cara.

–Nos besábamos, papá. –soltó Bill como si nada, hice un sonido estrangulado viéndolo sorprendida y este solo se encogió de hombros. – ¿Qué? Si queremos saber qué pudo haberlo causado tenemos que ser sinceros, ¿no? –su expresión era de falsa inocencia, apretó los labios en una sonrisa.

Aada, la madre de Bill, soltó un suspiro viendo a su hijo con censura, mientras que las chicas a mi lado estaban rojas por la risa contenida. Björn soltó una carcajada y le dio una fuerte palmada en la espalda a su hermano.

–Demonios, lilla bror. –sonrió ampliamente. –La pobre parece que le estallará la cara de lo roja que está, dale un descanso. –rió, me guiñó un ojo.




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