BILL
La semana pasó rápido entre trabajos y asignaciones, se notaba el nerviosismo en el ambiente debido a los ataques, que cada vez eran más frecuentes, y los profesores parecían querer calmar el sentimiento con tareas. Iba a volverme loco. Las chicas y los gemelos eran el mismo caso, cuando coincidíamos con el tiempo libre nos reuníamos en la biblioteca.
Resultaba un poco divertido vernos estudiar todos juntos, a excepción de André y yo, todos éramos de carreras distintas. André, Emma y yo podíamos ayudarnos con los temas que trataran la química y ese tipo de cosas, en cambio Alex y Micah eran campos totalmente distintos. Sin embargo, encontrábamos la forma de ayudarnos con lo que pudiéramos.
La cara de Alex cuando preguntábamos algo de química resultaba un poema, Micah a veces era el que podía involucrarse al ser bueno en esta, pero no tenía predilección por ella. A veces, Alex nos lanzaba una pregunta de análisis con respecto a alguna obra que estuviera estudiando, todos nos esforzábamos por darle nuestras opiniones y ella armaba la idea en su mente de forma rápida.
Mientras que Alex metía la cara de lleno en un libro y no paraba de escribir, Micah buscaba libros de cocina y buscaba recetas que le tocara ver en clases para ir familiarizándose. Varias veces nos preguntó nuestros gustos con respecto a sabores y combinaciones. Era una forma muy dinámica de estudiar.
De todos, Alex era la que parecía más cansada. Los preparativos de la boda la tenían nerviosa, ¿a qué se dedicaba una dama de honor, por amor al cielo? Ese tema me traía de los nervios a mí también, para ser sincero. Ya conocía a su familia, pero no era lo mismo ser presentado como amigo y luego como su pareja… Su pareja, su novio, su mitad, su todo. No, no. No podía decirle eso a su familia, me verían como si estuviera chiflado. Solté una risita y cuatro pares de ojos se levantaron a verme con curiosidad.
– ¿Ya te está pegando el cansancio? –preguntó Alex preocupada.
–No, solo pensaba en tonterías. –tranquilicé a todos. –No me hagan caso.
Todos volvieron a sus apuntes a excepción de ella, se quedó estudiando mi cara. Supongo que buscaba indicios de enfermedad o algo parecido, le di una sonrisa y acaricié su cabello –aprecié que lo llevara suelto, me fascinaba el hecho de que casi llegaba cercano a sus caderas, era hermoso–. La atraje hacia mí y besé su frente, sus ojeras eran más grandes que su cara y se veía diminuta en la sudadera de Capitán América que me quitó esta mañana.
Dejé que volviera a concentrarse y, cuando me enderecé en mi silla para volver a mis asignaciones, me encontré con la mirada de Dylan. Estaba en una mesa a cuatro metros de nosotros y estaba solo. Me sorprendí un momento porque mi mente había borrado completamente su existencia y era obvio que no se había perdido nada del intercambio entre Alex y yo. Pareció incomodarse de que lo hubiera atrapado viéndonos y bajó la mirada.
–Lleva rato viéndonos desde allí. –dijo Micah por lo bajo sin levantar la vista de lo que escribía, estaba sentado junto a Alex y su campo visual le daba para ver hacia donde estaba Dylan.
– ¿Uhm? –murmuró André a su lado, Emma y Alex levantaron la vista con confusión.
–Se refiere a Dylan, –expliqué fijando la vista en mi cuaderno y acaricié mi nuca. –está sentado justo frente a nosotros y no ha dejado de vernos. –había bajado también mi voz.
–Oh. –murmuró Alex, ni siquiera se molestó en ver hacia donde indicábamos, pero se reacomodó en su silla obviamente incómoda. –Bueno, no es nuestra culpa ser un grupo lleno de gente bonita.
–Alex. –dijo Emma entre dientes, arrastró la palabra en tono de censura.
– ¿Qué? –replicó esta inocentemente.
–Tiene razón, Emma. –habló André, sorprendiendo a Alex. –Actuó mal y lo sabe, por eso no deja de vernos, sobre todo a Alex y a Bill.
–No digo que ese no sea el caso. –se defendió la rubia sonrojándose. –Cuando discutí con Alex, no quería aceptar que las cosas habían cambiado y me negaba a creer que había hecho semejante tontería.
–Pero, eres muy inteligente y recapacitaste porque no puedes vivir sin mí. –la sonrisa de Alex era cínica y había un deje de diversión en su voz.
–Oh, ya cállate. –Emma arrugó un papel y se lo lanzó, Alex solo lo atajó y soltó una risita, pero se puso seria momentáneamente.
–Sin embargo, Emma tiene un punto. –continuó, se acomodó el cabello detrás de la oreja y los chicos la vimos frunciendo el ceño. –Nadie justifica lo que hizo y que estuvo mal, pero él nunca fue de esa forma antes, fue como que si algo lo detonara. –sacudió la cabeza y soltó un suspiro, no sabía que pensar de ello.
–Tal vez… Sintió que iba a pasar. –murmuró Emma pensativa, fruncía un poco los labios en un mohín. –Ugh. –soltó un quejido como si le exasperara pensar en el tema, Micah se revolvió incómodo en su asiento.
– ¿Ya terminaron? –soltó, se estiró exageradamente para dar a entender su cansancio. –Mi trasero ya debe estar cuadrado de tanto estar sentando aquí y necesito despejar mi cerebro.
– ¿Cuál cerebro? –se rió André.
–Oh, como sea, ¿vienen o no? –suspiró. –Además, el tema de Dylan nos incomodó a todos y lo saben. –dijo entre dientes.