Los Ojos De Mi Otra Mitad | Asura #1

Capítulo 30: Cambiaformas

ALEXANDRA

Vi como los chicos se perdían entre los árboles. Estaba un poco nerviosa, pero la sonrisa que me ofrecía Aada era lo que me impedía salir corriendo. Me habían dado consejos para concentrarme cuando cambiara de forma y no perder la ropa en el proceso, ellas iban a estar cerca en todo momento para cubrirme en caso de que fallara y terminara como llegué al mundo.

–A ver. –dijo Lyssa volviendo, para ser tan pequeña sabía cómo hacerse notar. –Nos dijiste que la primera vez que te convertiste terminaste siendo un conejo. –asentí e ignoré la risita de Catrina y Aura. – ¿Cómo sucedió aquella vez?

–Vergonzosamente, admitiré que estaba ebria. –acepté con un rubor, esta vez Aura y Catrina soltaron una carcajada. Lyssa y Aada intentaron esconder sus caras, pero el temblor en sus hombros las delataba. –Por suerte, estaba nada más con Bill. –continué ignorando sus risas. –Cuando empezaba a acostumbrarme a mis patitas de conejo, estaba en el suelo tirada y sin ropa.

–Bueno, aunque no lo creas, eso es muy común en las primeras veces. –dijo Aada, esta vez no escondió que esto le divertía. Sonreí, sí que era divertido. –Sin embargo, te recomiendo que no bebas, el alcohol nos afecta mucho más rápido que a un humano y nos embriaga fácilmente.

–Y eso es mucho decir. –murmuró Aura. Yo solo asentí aceptando sus palabras, tenía sentido para mí si era sincera.

– ¿Te convertirás en conejo otra vez? –preguntó Catrina, la diversión seguía chispeando en sus ojos verdes, pero la pregunta iba en serio.

–No lo sé, supongo que algo pequeño está bien por ahora.

–Por lo que más quieras, evita los insectos a toda costa. –dijo Aura con los ojos muy abiertos. –Así perdimos a un tío en mi familia. –explicó, la miré horrorizada. –Pensó que convertirse en una cucaracha era algo sigiloso y… –hizo un ruido con la lengua sacándola un poco entre sus labios para darse a entender.

–Pensé que era un cuento para espantar a los niños. –susurró Catrina igual de horrorizada, Aura solo se encogió de hombros.

–Bueno, basta ya. –dijo Lyssa llamando nuestra atención nuevamente, arrugaba la nariz incomodada con la historia. –Piensa en un animal pequeño y concéntrate, mientras más serena estés, más sencillo será.

Asentí y respiré profundamente. Me concentré en calmar mi respiración como Bill acababa de enseñarme hace unos momentos, pensé en convertirme en otro animal diferente a un conejo, sería mejor para aprender así que cambié en lo primero que se me ocurrió.

–Miau. –pronuncié llamando su atención.

Estaba sorprendida dentro de mi cuerpo de gato, el cambio se sentía como un cosquilleo que cubría toda la piel y la sensación de que tu entorno se acomodaba a tu nueva forma. En este caso, mi percepción de las cosas era vista desde abajo y las chicas me veían con sonrisas en sus rostros.

–Lindo. –murmuró Catrina, levanté una pata y vi el pelaje de un gato abisinio en mí, ella se acercó un poco viéndome con ojos entrecerrados. –Tus ojos se aclararon un poco, pero siguen siendo marrones.

–Sí, es muy lindo el gato que escogió, pero no funcionó lo de la ropa. –dijo Aada recogiendo la ropa a  mi alrededor, solté un maullido de frustración y todas me rodearon.

–Esto es vergonzoso. –dije al volver a mis dos piernas y tapándome lo mejor que pude, el cambio a humano era la misma sensación de cosquilleo en la piel. –Gracias. –murmuré aceptando la ropa que me iba tendiendo Aada mientras que las demás me hacían casita y echaban vistazos alrededor en caso de que viniera alguno de los chicos.

– ¿Otra prueba? –sugirió Aada, asentí ya completamente vestida.

Volvieron a alejarse unos pasos y repetimos el proceso las veces necesarias. Íbamos ya en el quinto intento y empezaba a cansarme de quedar en trapos menores, –o nada de trapos, mejor dicho–, cuando al sexto intento logré volver a mi forma humana con toda mi ropa en su lugar. Las chicas aplaudieron emocionadas y no pude evitar sonreír de alivio. Lo hice unas tres veces más para practicar y decidieron que ya era suficiente por hoy.

Aada se dirigió a buscar a los chicos y yo me senté en el piso apoyándome contra un árbol, era extraño convertirse en un animal, pero también había algo que se sentía natural en ello. Mi cuerpo ni siquiera se sentía cansado o adolorido por los cambios, supongo que, a medida que avanzara, se me haría cada vez más y más sencillo.

Un pequeño cosquilleo en mi nuca y una sensación de anticipación me hicieron levantar la mirada, localicé a Bill entrando al claro y me levanté con una sonrisa, me sentía animada. Me dirigí a él con un ligero trote y me sonrió abiertamente cuando me vio. Estábamos a solo unos pasos el uno del otro y él abría sus brazos para recibirme con un abrazo, cuando de la nada una chica rubia se cruzó tropezándome, saltó y rodeó el cuello de Bill.

– ¡Bill! –chilló con voz aguda, intentaba alcanzarlo para besarlo en el rostro y este se alejaba e intentaba zafarse con expresión molesta.

– ¡Cassandra, basta! –dijo él forzadamente.

Me quedé de piedra allí, me sentía como una tonta y un abrumador sentimiento de hacerle daño a esta chica crecía dentro de mí. Apreté los puños sintiendo las oleadas de celos llenarme, di un paso hacia la rubia con un gruñido creciendo en lo más profundo de mi pecho, cuando una mano se posó en mi hombro. Volteé para encontrarme con la expresión serena de André.




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