Los Ojos De Mi Otra Mitad | Asura #1

Capítulo 41: Conversaciones

ALEXANDRA

Sacudí la cabeza riendo ante la elección de ropa que mi madre me dejó para cuando me dieran el alta, tomé el short de jean negro y el suéter blanco con dibujo de los ojos de un gato. Si ella supiera lo divertido e irónico que era para mí ver los ojos azules del gato en el suéter, me miraría como si estuviera demente.

Me terminaba de atar los zapatos cuando Jaden entró en la habitación, se mordía el labio y parecía un poco nervioso. Lo miré sorprendida y me enderecé, su cabello estaba despeinado como si se hubiera pasado la mano repetidamente por este y la típica expresión de burla no estaba, metió las manos en el bolsillo frontal de su suéter negro y me sonrió con timidez.

–Hola, Jaden –dije rompiendo el silencio.

–Hola, Alexandra –pareció relajarse y sentó a mi lado en el sofá, era alto y su cabello rubio aún me sorprendía con lo pálido que era, casi blanco–. ¿Cómo te sientes?

–Bien –lo miré atentamente–. Gracias –murmuré y él me miró curioso–, Bill me dijo que tú me curaste.

–Solamente detuve la hemorragia, no fue nada –replicó encogiéndose de hombros, le restó importancia y volvió a mordisquearse el labio, tomó una respiración honda–. Hablé con tus padres y les pedí permiso de ser yo quien te lleve a casa –dijo suavemente, me miró directamente a los ojos y el gris en ellos parecía una tormenta.

–Yo… –parpadeé, no sabía que decir.

–Solo quisiera poder hablar contigo y luego te dejaré en casa, lo prometo.

–Bueno… Está bien –respondí en un murmullo, asentí.

Nos pusimos en pie y fue cuando noté algo que no había estado allí antes, debajo del perfume masculino que usaba, había un leve rastro de menta. Tomé mis cosas y lo seguí fuera de la habitación, no vi a mis padres por ningún lado. Saqué mi teléfono –mi madre me había dicho que Emma lo había traído del apartamento– y vi que mi papá me había dejado un mensaje confirmando lo que decía Jaden.

Salimos del hospital y no sé qué me esperaba al seguirlo, prácticamente no lo conocía. Me detuve sorprendida cuando él me abrió la puerta de un Bentley V8 plateado, me miró curioso y luego sonrió abiertamente al ver mi sorpresa recuperando un poco de su socarronería habitual, escondí una mueca al entrar.

–Luces un poco sorprendida de que este sea mi auto –dijo al sentarse detrás del volante y encendiendo el auto.

–Me sorprenden muchas cosas de ti, casi no te conozco –reconocí, él solo se encogió de hombros.

–Tienes razón, en realidad –respondió, se puso en marcha y encontré que era muy bueno conduciendo, se veía serio con la mirada fija en el camino.

El trayecto transcurrió en silencio y me dediqué a observarlo sin ningún tipo de disimulo, aunque a él no parecía molestarle. Su cabello liso empezaba a rozarle los hombros, realmente era un lindo color y se veía suave. Tenía una barbilla afilada con tres lunares seguidos, labios finos que fruncía en este momento. Pero, eran sus ojos lo más extraño, eran de un gris plomo que parecía cambiar con su estado de ánimo, en este momento estaban un tanto claros.

– ¿Terminaste de apreciar mi belleza? –dijo mirándome de reojo y sonriendo ladeadamente, su acento era bastante marcado.

–No sé de qué belleza me hablas –arrugué la nariz en respuesta y él rió, estacionó el auto y salimos. Me encontré con que estábamos en Jardines del Mirador, le lancé una mirada interrogante.

–Me gusta este lugar –dijo levantando los brazos como si no supiera explicar el por qué–. Ven –me ofreció su brazo, lo miré dubitativa y terminé sujetando su codo.

Dejé que me guiara por el parque a través de varias fuentes. Una en particular me gustó, tenía escalones de los que caía el agua que terminaba en una piscina de chorros pequeños. Encontramos un banco libre y nos sentamos de espaldas a la fuente, el sonido del agua era relajante y varias personas paseaban. Era un lindo día, miré a Jaden y lucía pensativo. Estiró los labios, levantó la vista hacia mí finalmente.

–Sé que esto es raro para ambos, pero es necesario tener esta conversación, Alex –empezó, yo solo pude seguir observándolo y el soltó un suspiro–. Ya estás dentro de este mundo y lo que sucedió nos afecta a todos.

– ¿A todos?

–Asuras y brujos –dijo, retorció un poco sus manos mirando al frente–. Maya y yo nos conocimos cuando tenía diez años y ella quince, ¿sabes? –murmuró, levanté mis cejas en sorpresa. Me supuse que se conocían desde la infancia, pero no me imaginé que tanto… Además, el recuerdo de Maya aun quemaba en mi pecho–. Su hermano y yo siempre hemos sido unidos, fue por él que la conocí –su vista se perdió en un punto en el piso–. Me enamoré de ella desde el primer momento –susurró–. Sin embargo, sabía que nunca podría intentar nada debido a Cahir –me miró. En sus ojos había dolor y resentimiento, yo me empezaba a familiarizar con esos sentimientos hacia el padre de Maya–. Era un hombre muy radical que no toleraba que brujos se junten con asuras y humanos, mucho menos sus hijos. A los humanos es fácil ignorarlos, pero los asuras no tanto –se pasó una mano por la cara, se reacomodó en el banco quedando frente a mí–. Alex, él huyó en esa explosión que causó.

– ¿Cómo? –susurré, confirmar que Cahir había huido me daba una horrible y fría sensación.




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