Los ojos también mienten #1

|•Capítulo 3•|

—¿Que tal la escuela?— La voz de mi madre desde la cocina me sobresaltó, ella era psicóloga, lo que era equivalente a su ausencia en la casa a estas horas del día. Confundida caminé hasta allá siguiendo el aroma y dejando mi mochila en uno de los taburetes.

—Llegaste temprano— Mencioné frunciendo el ceño, esperando que me diera sus motivos.

—Quería saber si todo estaba bien— Me miró a los ojos con los suyos azules— ¿Lo está?— Asentí acercándome al grifo para lavar mis manos.

—Si mamá... ¿Y papi también está aquí?— Pregunté aún con las manos bajo el agua fría.

—Si, se está bañando, Jazmín llamó y dijo que Eidan va a comer hoy aquí con nosotros.

Detuve el movimiento de mis manos en la toalla.

—¿Por eso están aquí?— Pregunté un poco decepcionada.

A diferencia de otras familias en mi casa no cocinaba mi madre, ni ninguna empleada doméstica que tuviéramos, mis padres son demasiado desconfiados como para tener alguna. Pero compraban comida en diferentes restaurantes de la ciudad, o cocinábamos tarde luego de la escuela, sin embargo, a la hora de la cena, era todo lo contrario.

—No, no sabíamos, hasta ahora— Puso un mechón de su cabello rubio hasta los hombros tras su oreja. No supe que decir, así que solo me senté— Biangelis, date la oportunidad de conocerlo— Me imploró— Es importante para Jazmín.

—Ya lo sé...— Comenté sarcástica.

En esa casa probablemente quien más lo conocía era yo.

—¿Entonces? ¿Por qué no lo intentas? Solo discupate ¿Si?— Elevé una de mis cejas, mientras la impotencia me consumía.

¿Disculparme?

—Olvidalo. 

—¿Por qué tienes que ser así?— Se cruzó de brazos— Eres grosera, y orgullosa. No deberías tener lo segundo si vas a comportarte como lo primero. 

—Mira, si la que molesto soy yo, entonces me voy— Cogí mi mochila— Comeré afuera.
 


 

—No, no quise decir eso— Aseguró— Vuelve aquí Biangelis Marie Collings.
 


 

—No vas a asustarme con eso mamá, disfruten su comida— Mencioné ya en la puerta.
 


 

—Biangi— Esa voz si me detuvo, mi padre parado con firmeza al principio de la escalera con unos pantalones finos negros y sin camisa— No vas a salir a ningún lado, sube a dejar tus cosas.
 


 

Mi mamá parada en la puerta con una cuchara de madera me señaló arriba con la mirada.
 


 

Obedecí.
 


 

Pasaba por el lado de mi padre en el pasillo cuando escuchamos que la puerta principal se abrió.
 


 

—Llegamos mamá— La voz de Jazmín sonó igual que siempre. Ella era alta y delgada, y su cabello era castaño y largo hasta su cintura, parecía una muñequita de esas que quieres poner de decoración en tu habitación y que nadie toque, con sus profundos ojos negros y su bonito rostro perfilado.
 


 

Era obvio que alguien como Eidan, definitivamente se enamorara de alguien como ella.
 


 

—Señora Collings, buenas tardes— Saludó el rubio a mi madre y yo continué con mi camino hasta la habitación.
 


 

Dejé la mochila sobre mi cama y saqué mi celular metiéndolo en el bolsillo de mis pantalones, entré al baño a lavarme la cara preparándome mentalmente para lo que sea que fuese a ocurrir abajo. 
 


 

Cepillé mi cabello también castaño, un poco más largo y lacio que el de Jazmín, haciendo tiempo antes de bajar. 
 


 

Y cuando llegué al primer piso ya todos estaban en la mesa y mi mamá comenzaba a servir.
 


 

Mi papá estaba centado en el centro de la mesa, de espaldas a mí, mi madre a su derecha, Jazmín y Eidan a su izquierda, uno junto al otro, y mi madre había guardado un plato para mí justo al lado de ella. Frente a Eidan.
 


 

Mis ojos conectaron con los suyos desde la puerta y un recuerdo llegó a mi memoria.
 


 

"—¿Yo te importo Biangi? Dímelo.
—Me importas, me importas demasiado".
 


 

Suspiré disimulada y caminé hasta mi asiento, intentando no cruzar mirada con él.
 


 

Mi madre me miró, exigiéndome algo en silencio.
 


 

—Hola— Los saludé— Lamento la otra noche, no volverá a ocurrir.
 


 

—No te preocupes— Eidan miraba el suelo— Ha sido mi culpa, he hablado de más.
 


 

—¿Tu crees?— Susurré.
 


 

Su mirada. 
 


 

En ese momento al ver sus ojos supe que las miradas no siempre decían la verdad y que las acciones podían matar los recuerdos. 
 


 

—Si, perdoname— Susurró.
 


 

—¿Por qué?— Fruncí el ceño.
 


 

—Por todo.
 


 

—¿De que hablas chico? No tienes que disculparte— Silenció mi madre— Me alegra que hayan resuelto eso, quiero un ambiente sano entre ustedes. No quisiera que ninguno sufra.
 


 

—Gracias mamá— Dijo Jazmín cogiendo la mano de Eidan sobre la mesa, mis ojos permanecieron allí— Estoy segura, de que todo entre nosotros estará bien.
 


 

—Así será— Apoyó Eidan.
 


 

Sentí lastima por ella.
 


 

A todo eso mi padre solo observaba en silencio.
 


 

—¿Eidan te gusta la ensalada de tomates?— Preguntó mi mamá cambiando de tema y comenzando a servir el arroz con pollo que había preparado.
 


 

—Por supuesto, señora Collings, y esta se ve deliciosa— Halagó.
 


 

—Llámame Cristal— Pidió— Supongo que te vamos a ver mucho por aquí, así que será incómodo que me digas señora cada vez que me veas.
 


 

Los tres sonrieron y mi padre entonces me miró a mí.
 


 

—Tu aún no tienes permitido tener novio— Amenazó.
 


 




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