—Primero debo comer Mary Jean, tengo mucha hambre, no he comido nada— Mi abuela me miró.
—Ya él se fue— Se encogió de hombros.
Yo sonreí y entré a la casa.
—¿Por qué no me respondías?— Preguntó mi mamá al verme entrar, mi papá observaba en silencio, como de costumbre. Eso era lo que él hacía, mirar, callar y luego actuar, de una manera tan extraña que nunca comprendías lo que hacía, y luego al ver los resultados te sentías un idiota por no haberlo pensado antes— Estábamos preocupados.
—Ya ya, deja la niña— Me defendió mi abuela de mi madre— Ya te dije porque no respondía.
Mi mamá soltó un respiro.
—Mamá, no siempre que haga algo malo puedes protegerla.
—No hice nada malo.
—¿Ignorar mis llamadas no es suficiente, Biangelis Marie?— Elevó una de sus cejas.
—Ella está actuando muy extraño— Comentó mi papá, como quien no quiere la cosa sentado en el sillón mientras miraba la televisión.
—Hace días que no hablas con nosotros, casi no comes nada, estás encerrada en tu habitación y ahora tampoco coges mis llamadas.
—Ya te dije que estaba con una amiga Cristal, no seas dramática— Insistió mi abuela.
—Mamá, es en serio, ya ve a la cocina.
—Eso pasa desde que Jazmín sale con Eidan— Volvió a hablar mi padre. Me quedé frizada en medio de la sala.
—Si, mejor voy a la cocina— Dijo mi abuela— Te cocinaré algo cariño.
Y desapareció por la puerta.
—¿Que tiene que ver Eidan?— Preguntó mi mamá a mi papá.
¿Tan obvia soy?
—No lo sé— A esto mi papá seguía mirando la televisión— Yo solo dije el momento exacto.
—No tiene nada que ver con Eidan— Aseguré— Ni con Jazmín, sólo salí con una amiga, lo siento, no volverá a pasar. Eso de no contestar.
—Edward— Llamó mi mamá con severidad— Apaga la televisión, estamos teniendo una conversación seria.
—No— Él negó— Tú estás teniendo una conversación seria. Yo estoy viendo fútbol.
Mi madre le lanzó otra mirada y finalmente suspiró agotada.
—De acuerdo, no vuelvas a ignorar nuestras llamadas— Sentenció— Y mamá quieres que te vayas con ella unos días.
—Si, ya me dijo...
—Bien.
—¿Ya puedo ir a la cocina? Tengo mucha hambre.
—Eso es porque te fuiste sin comer, dejándonos esperando en la mesa— Me miró mal y después subió las escaleras.
Suspiré caminando hasta la cocina.
—No tan rápido— Llamó mi papá cuando iba justo en la puerta.
—¿Que pasa?
—Te dije busca a tu hermana— Elevó una de sus cejas mi papá, despegando por primera vez la mirada del televisor— No pierdete y que a cambio aparezcan ella y su novio.
—Ya dije que lo siento— Hice un puchero.
Mi papá ladeó la cabeza.
—Ya eso no funciona, Bian— Cerró los ojos— No me hagas pensar cosas.
—Lo siento...
—Ve y cena— Señaló con la cabeza— Mary Jean te espera.
Sin responder me giré y fui con mi abuela, que sacaba unos espaguetis del microondas.
—Tu padre no es ningún tonto— Comentó pasandome el plato— Creo que sospecha algo de...
—Shsh— La silencié— Aquí cualquiera puede oír cualquier cosa.
Mi abuela se rió y me guiñó un ojo, mientras yo comenzaba a comer.
—Quiero presentarte a alguien.
—¿Si? ¿A quién?
—Una muchacha— Le restó importancia— Mi vecina...
Me reí.
—¿Una muchacha? ¿Cuantos años tiene?— Elevé una de mis cejas masticando.
—Diecisiete— Respondió imitando mi expresión y apoyando sus brazos y su barbilla en el desayunador— No tiene muchos amigos, y es Holandesa...
—¿Holandesa? ¿En serio? ¿Y por qué se mudó aquí?— Fruncí el ceño— En las fotos Holanda se ve hermosa.
—Lo es— Aseguró mi abuela, y le creía, había viajado por medio mundo con Julián— Pero su mamá era de aquí, y su papá de allá.
—¿Era?
—Deja de preguntar tanto— Farfulló estirando los labios— Mañana cuando la conozcas, podrás saber todo lo que ella quiera contarte.
—De acuerdo...— Masticando me paré y me serví un poco de jugo de frutas que había en el refrigerador.
—Dime la verdad... ¿Con quién estabas?— Preguntó mi abuela unos minutos más tarde, al ver que no seguiría preguntando más cosas acerca de la Holandesa.
—Sola, en el parque— Me encogí de hombros masticando lo que me acababa de llevar a la boca.
—¿El pequeño a cinco cuadras?— Frunció el ceño.
—Si, ahí estuve con Lowly en la tarde— Y entonces recordé a la pequeña de bucles negros y ojos verdísimos como las hojas de primavera— ¿Donde está ella?
—Elianna la llevó arriba a hacer su tarea y dijo que luego la mandaría a dormir— Asentí— Entonces, todo el tiempo estuviste sola en el parque. ¿No te aburriste? —Frunció el ceño— Yo no podría estar tanto tiempo en el mismo lugar.
—No, las primeras horas estuve escuchando música y viendo los niños jugar.
Di otro sorbo al jugo.
—¿Y luego...?
Puse nuevamente el vaso en la mesa y lo pensé unos segundos.
—¿Recuerdas a Alex?— Le pregunté volviendo a conseguir que frunciera el ceño— ¿Axel Alexander Lowell?
—Ahhh... El muchachito de los ojos azules preciosos— Pareció pensar en él— Si, era muy lindo de chiquito, con su cabello negro. Creí que se había ido de la ciudad.
—Se fue.
—¿Y por qué me preguntas por él ahora entonces?
—Volvió hace unas semanas.
—¡¿Y por qué no me dijiste nada?!— Me miró mal— Yo creyendo que tenía una confidente de este lado.
Me reí.
—No lo sabía hasta ayer.
—Oh, pero ¿Y que pasó con él?— Prosiguió— ¿Sigue igual de lindo? Digo, no creo que se le fuera a evaporar la belleza, pero uno tiene que preguntar.
—Abuela— Negué con la cabeza tomando otro sorbo del jugo— Me encontré con él en el parque cuando venía y me acompañó hasta unas calles más arriba. Eso es todo.
—¿Eso es todo?— Pareció decepcionada.
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Editado: 09.10.2020