Los Once Silencios

El Eco de lo Oculto

La noche cayó como un manto opresivo sobre el colegio. La aparente calma tras la derrota del espectro se convirtió en una tranquilidad incómoda, cargada de un silencio que no era natural. Los pasillos, antes bulliciosos con alumnos y profesores, ahora parecían desiertos, como si algo invisible y acechante estuviera al acecho entre las sombras.

Adrián y Elías se encontraban en su habitación, cada uno sumido en un silencio pesado. Aunque la oscuridad había sido, en teoría, derrotada, ninguno de los dos podía descansar. Había algo que no encajaba, una sensación inquietante que se hacía más fuerte conforme avanzaba la noche. Elías fue el primero en romper el silencio, su voz temblorosa:

—Adrián… ¿has sentido algo raro esta noche?

Adrián levantó la vista, sus ojos reflejando la misma intranquilidad.

—Sí… no me deja en paz. Es como si… algo nos estuviera observando.

Ambos se miraron. La conexión que compartían se activó casi de inmediato. Sin intercambiar más palabras, supieron que algo estaba a punto de suceder. Y no tardó. De pronto, un frío antinatural se apoderó de la habitación, y la lámpara parpadeó, dejando la estancia casi sumida en tinieblas. Fue entonces cuando comenzó: una voz lejana, etérea, un susurro que parecía venir de todas partes y de ninguna a la vez.

— Ayúdenme… aún estoy aquí…

Elías se estremeció, sus ojos llenos de lágrimas repentinas. Adrián, apretando los puños, se puso de pie, buscando el origen de la voz. Pero no había nadie, solo esa presencia, esa sensación de que el espectro no había estado solo… había encerrado un alma.

De repente, ambos cayeron al suelo, llevados por una fuerza invisible. El mundo se desvaneció y sus mentes se sumieron en una visión compartida.

Un salón antiguo. Once niños vestidos con el uniforme del colegio, asustados, alineados frente a una figura encapuchada.
La figura murmuraba palabras incomprensibles mientras un aura oscura se apoderaba de los niños uno por uno. Uno de esos niños… levantó la mirada, sus ojos llenos de lágrimas… era el alma atrapada.

— No era mi destino…— decía, con la voz quebrada. — Ayúdenme a descansar…

La visión se desvaneció tan rápido como había llegado. Ambos despertaron jadeando, sudados y temblorosos, el cuerpo cubierto de un escalofrío helado.

Pero había algo más. Marcas luminosas, en forma de extraños símbolos, cubrían sus brazos. Eran idénticas y parecían arder suavemente, como si la magia que habitaba en ellos hubiera reaccionado a la llamada del alma.

—Esto… esto no es una coincidencia,— murmuró Adrián, inspeccionando las marcas. — Nos está pidiendo ayuda… y está ligado a nosotros.

Elías, aún recuperándose, asintió, la angustia latiendo en su pecho.

—Y está claro… que nuestro vínculo… tiene un propósito más grande del que imaginamos.

Fue en ese momento cuando la puerta de su habitación se abrió de golpe, revelando a Rafael, con la cara blanca como la cera.

—¡Bajen rápido!— exclamó, con la voz cargada de miedo. — Tienen que ver esto… ahora.

Sin pensarlo, los gemelos lo siguieron por los oscuros pasillos. La tensión era tan espesa que parecía que el aire mismo vibraba.

Al llegar al salón principal del colegio, vieron lo impensable: los antiguos retratos colgados en la pared estaban llorando lágrimas negras, y en el centro del salón, sobre el suelo frío, había una esfera translúcida, pulsando débilmente, dentro de la cual se distinguía la figura borrosa de un niño el mismo que habían visto en la visión.

El niño levantó su rostro, sus ojos opacos suplicando.

—Por favor… libérenme.

El corazón de Elías se quebró, sintiendo un dolor profundo en su pecho, como si ese niño hubiera depositado todo su sufrimiento en ellos. Adrián, por primera vez en mucho tiempo, sintió que la rabia y la determinación se entrelazaban en su interior.

—No vamos a fallarte.

Y volvió a mirar las marcas en su brazo, que ahora brillaban con una intensidad nueva.

— Esto… apenas comienza.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.