Los Orbes Cosmicos

2. NEGOCIOS FAMILIARES

NEGOCIOS FAMILIARES

De lo que sucedió en nuestra primera noche en Villa Gris.

 

–Bienvenido a Farland señor Platas– nos dijo el dueño del parque temático cuando Fester nos lo presentó –Encontrará que en esencia somos gente buena y no muy diferente de la que conoció en su mundo. Salvo, quizás, por algunas pequeñas diferencias.

–¡Señor Figshot!– llamó otro de los empleados –Ya llegó el empleado de gobierno con el aparato farlandizador.

–¿Con qué cosa?

En ese momento apareció un hombre en un traje de color plateado con líneas blancas y una barba larga de color azul cielo.

–Buenas tardes– saludó con una reverencia –Mi nombre es Grumb Dold y soy del Departamento de farlandización de villa gris. Se nos notificó que recientemente naufragaron unos humanos del exterior y vine a cumplir con el procedimiento correspondiente.

En su mano llevaba un maletín. Al abrirlo, nos mostró algo que parecía un casco de motociclista de color cromo, con un diminuto foquito en la parte superior.

–¿Qué es esa cosa?– preguntó mi padre con cautela.

–Un mero requisito formal para los visitantes, señor Platas. Es un casco farlandizador, y sirve, como su nombre lo dice, para farlandizar a su portador.

–No me salga con trabalenguas– gruñó indignado –No pienso dejar que me pongan cosas extrañas en la cabeza.

–¡Exacto!– exclamó Alex –¡No vamos a dejar que nos laven el cerebro con esa cosa!

–En realidad no es un lavado de cerebro– explicó el empleado –Simplemente es un artefacto para descargar información sobre la isla y mostrarle a los visitantes todo lo que se puede hacer aquí. Dado que, según me informan, llevan una semana en nuestra isla, comiendo nuestra comida y respirando nuestro aire puro, seguramente no notarán mucho el proceso de desintoxicación corporal que aplica al principio del tratamiento. Sólo tomará un minuto o dos y cuando termine conocerá nuestra historia, nuestras tradiciones, nuestro idioma y se sentirá limpio, fuerte y consiente como si hubiera vivido en esta isla toda su vida.

–¡La respuesta sigue siendo no!– dijo decididamente, continuando con su completa aversión a las cosas fuera de lo común.

–Naturalmente, es su decisión, señor. Y si así lo prefiere, no lo obligaremos a tomar el tratamiento. ¿Alguno de los otros señores o señoras quiere probar?

Los mayordomos y las sirvientas intercambiaron miradas de preocupación. Entonces una mano se levantó. Era Fransuá.

–Yo quiero intentarlo.

El empleado lo felicitó por su valentía y empezó a calibrar el casco. Mientras el mayordomo lo veía preparando la máquina, por un momento se sintió tentado a cambiar de parecer.

–¿Y duele ser farlandizado?

–¡En absoluto! Es un proceso muy rápido, y si no le gusta el resultado, en cualquier momento podemos ponerlo en reversa y desfarlandizarlo sin ningún costo.

El trabajador de gobierno se acercó para poner el casco en su cabeza, pero antes de que lo hiciera, la mano de mi padre se interpuso.

–¡De ningún modo permitiré que hagas algo antes que yo, Fransuá! Si alguien va a ser farlandizado aquí, ese seré yo.

Fransuá se dio la vuelta para que mi padre no viera que estaba sonriendo. Esa había sido su intención desde el principio. Sabía que por mucho que mi padre odiara las cosas que se salían de lo normal, los conflictos que habían tenido en su adolescencia hacían imposible que este permitiera a Fransuá adelantarse en algo a él. Y ver a mi padre recibiendo el proceso de farlandización antes que él le permitiría saber si se trataba de algo peligroso.

–¡No, papá!– dijo Alex –¡Hace un momento decías que no ibas a permitir que se metieran con tu cabeza!

Ignorando las palabras de mi hermano, orgulloso cómo sólo él era, se puso el casco y el empleado lo encendió. La máquina empezó a zumbar y para sorpresa y horror de todos nosotros, mi papá se sentó en el suelo y comenzó a reír.

–En este momento su papá está aprendiendo nuestras tradiciones– explicó el empleado –Está a punto de conocer una felicidad como nunca había sentido en su vida, pues nosotros tenemos muchas fiestas llenas de significado. Después de eso aprenderá la historia de nuestra gente.

Mientras hablaba, las sonoras carcajadas de mi padre se tornaron en un llanto incontrolable. Alex estaba temblando y yo no me encontraba mejor. Jamás lo habíamos visto así.

–¡Gracias!– balbuceó entre llantos –¡Es lo más bello que he visto!

–Ahora está recorriendo la isla en modo virtual. Está conociendo a nuestra gente y adoptando la cultura farlandiana. Por eso está tan agradecido. Ahora será tan feliz como nosotros.

–Usted no se ve tan feliz.

–Ni él lo será por mucho tiempo si consigue trabajo en el gobierno.

Nuestro padre comenzó a aplaudir sin control. Se le veía extasiado.

–¡Quiero ponerme ese casco!– decidió Alex.



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En el texto hay: monstruos, aventuras, aliens

Editado: 27.04.2020

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