Los Orbes Cosmicos

7. ALIADOS O ENEMIGOS

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ALIADOS O ENEMIGOS

El dilema existencial de no saber en quién confiar.

 

Los vítores y exclamaciones de alivio de parte de los habitantes de la isla no se hicieron esperar. En ese momento yo no lo sabía, pero aquella nave en forma de hexágono representaba décadas de justicia y años al servicio y protección de Farland. Así que Célery, quien fuera que fuera, había sido un héroe de la isla. Mucho más que un héroe: un súper héroe que viajaba con sus pupilos en una sorprendente nave intergaláctica y recorría el mundo y el espacio combatiendo contra cualquier amenaza. Aquello me reconfortó. No estábamos solos en la lucha por recuperar los Orbes Cósmicos.

El monstruo de metal siguió con su rastro de destrucción sin prestar atención al gigantesco disco que comenzaba a girar alrededor de él. Todos los que habían tenido el valor suficiente para quedarse a ver la batalla estaban a la expectativa con gran emoción.

La nave empezó a atacar lanzando rayos de energía desde diversas direcciones, en el círculo que formaba al rodear al avión. Este no hizo caso alguno. Al ver que aquello no funcionaba, la nave cambió de táctica.

–¡Lo hará!– gritó Abraham –¡No puedo creer que lo hará!

–Es imposible– gritó Lily –No se ha visto desde hace varias décadas. No ha habido una crisis tan grande desde…

–¿Exactamente qué va a hacer?– pregunté, impaciente.

–Se transformará.

En efecto, así sucedió. Ante mis asombrados ojos, la nave desplegó una capa de metal, y luego otra, y las columnas que estaban a su alrededor se separaron formando lo que parecía ser una araña descomunal, que poco a poco fue abriendo más compuertas hasta empezar a tomar una forma insólita: la nave de los Guardianes se convirtió en un gigantesco robot con alerones, poderosos brazos y piernas, una cabeza de aspecto rudo y posición de combate. En su transformación, el aerobús y el dinosaurio que se habían convertido en máquinas mutantes quedaron aplastados bajo sus pies.

Como un relámpago, una luz cayó del cielo y se convirtió en una espada en la mano del gigantesco robot, quien acto seguido se lanzó a la batalla, deslizándose con las turbinas bajo sus pies.

El robot embistió al avión mutante con tanta fuerza que este salió volando encima de los edificios y terminó de derribar lo que quedaba de la reja del Parque Cretácico. Un ala quedó desprendida, y la ya de por sí deforme cabeza en forma de ostra quedó aún más aplastada, pero la criatura aún parecía dispuesta a pelear.

El Megabot de los Guardianes no perdió tiempo en continuar la batalla. Dio un golpe de la espada, y uno más, arrancando pedazos del avión en cada uno. De esta manera el monstruo quedó reducido a nada, y aquella fantástica máquina cerró su actuación con una pose de la victoria. Lily y Abraham, junto con el resto de los habitantes de Villa Gris, estaban eufóricos por la emoción.

Debo admitirlo, yo compartía el sentimiento de alivio, pero me era más difícil que a los demás el celebrar cuando aún sostenía un elemento radiactivo inestable y mortífero con un par de pinzas de lucecitas.

Entonces, la máquina gigante dirigió su vista hacia nosotros, como si hubiera notado el resplandor rojo del otro lado de la calle. Luego empezó a caminar hacia nosotros.

Intenté correr, pero fue inútil. Bastó al robot con extender un brazo y atraparme con un rayo atractor como los que los alienígenas usaban para secuestrar vacas. Grité y pataleé, e intenté soltar el Orbe Cósmico, pues desconocía las consecuencias que podría tener su radiación sobre el Robot de los Guardianes. Pero mi consciencia no me lo permitió. Soltar ese Orbe significaba haber expuesto nuestras vidas en vano.

Abraham y Lily intentaron retenerme en tierra, pero el rayo atractor terminó por levantarlos también. Los tres reaparecimos en la nave, que acabada la batalla volvió a su forma de disco para perderse en el cielo, ante las exclamaciones de alegría de todos, a quienes no les importaba que los dichosos Guardianes acabaran de secuestrar 3 niños frente a sus ojos.

Aparecimos en lo que parecía ser una sala de mando. Las ventanas indicaban que aún estábamos dentro de la Nave, lo que terminó de disipar mis sospechas y las de Abraham. Lily, a diferencia de nosotros, parecía estar encantada de alegría.

–¡Qué bonitos dibujos!– exclamó, observando las flechas y cruces que estaban en un gran mapa de la isla de Farland.

–¡Vaya, no puedo creerlo!– exclamó una voz familiar –¡Eres tú, Jaime Platas!

Se trataba de nuestro ex piloto, Joe Sislock.

–¿Qué pasa? ¿Ya no te acuerdas de mí? ¿Me haces el feo después de que te traje a este maravilloso lugar para vivir? ¿Me desprecias, igual que tu padre?

–¡Sislock!– grito una sombra tras él y el joven se enderezó entre exclamaciones de disculpa. Ante nosotros aparecieron otros cuatro jóvenes, y un hombre que parecía de unos 50 años, quien tenía toda la apariencia de un detective. Llevaba una gabardina beige y fumaba una pipa metálica. Llevaba unas gafas de sol redondas y su cabello largo estaba sujeto con una coleta.

–Disculpen que los hayamos traído sin su consentimiento, pero me temo que ustedes tienen algo que estoy buscando.



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En el texto hay: monstruos, aventuras, aliens

Editado: 27.04.2020

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