Los pecadores del Edén

Capítulo 2. “Recemos a Dios”

"Y no se arrepintieron de sus homicidios ni de sus hechicerías ni de su inmoralidad ni de sus robos"

-Apocalipsis 9:21

Despertó gracias a la sensación de la húmeda y viscosa baba de Nía en su mejilla, abrió los ojos y al sentarse sintió como todos sus huesos crujían. Todo gracias a dormir en el duro pavimento, se levantó lentamente y sacudió su ropa, se sentía mareada, esperaba que al despertar todo hubiera sido un sueño.

De nuevo sintió una presión en el pecho y ganas de vomitar, su familia murió, sin embargo ella no podía llorar, era como si se hubiera secado anoche, sonara extraño, pero se siente tan mal que no tiene ganas de llorar, no tiene ni los ánimos ni la fuerza para hacerlo.

Miró la gente pasar caminando por fuera del callejón, “¿Qué hora será?” se preguntó, “Seguramente las 10 u 11 de la mañana”, miró a Nía y su herida en el lomo.

-Debo conseguir desinfectante o agua para limpiarlo-. Dijo para sí misma.

Tomó a su peludo compañero en sus brazos y salió del callejón, miró alrededor, no tenía ni la más mínima idea de donde estaba, comenzó a caminar junto con las personas, todos están tan felices, riendo, sonriendo… ella era la única que actuaba seria e indiferente.

Llegó a una farmacia y algo bastante obvio por fin llegó a su mente, no tiene dinero, no tiene nada, ¿Cómo conseguirá algo de tomar o comer? Más importante aún ¿Cómo conseguirá el desinfectante?, debía robar, no tenía otra opción, al entrar el encargado simplemente la miro un momento para después regresar la mirada a su revista.

Comenzó a dar vueltas por la farmacia, “tengo que robar…” pensó mientras miraba el desinfectante, “¿Cómo diablos voy a robar?”. La chica siempre había tenido todo en la mano, lo que quería, se lo compraban, nunca había pasado hambre o frio, al fin de cuentas, era solo una niña.

Tomó el desinfectante, con la mano temblorosa le quito la envoltura y lentamente lo introdujo en su camisa. Aprovechando que el sujeto seguía inmerso en su revista, también tomo un par de paquetes de galletas, los metió en su pantalón y tras asegurarse de que no se notara algún bulto en su cuerpo que fuera extraño, camino despacio hacia la puerta.

-Oye tu- dijo el sujeto de la tienda que al fin había logrado despegar sus ojos de la revista.

Ella lo miro nerviosa, sin decir palabra alguna “es mi fin”.

-Tus cintas están desamarradas- soltó el sujeto mientras señalaba los pies de la chica.

Ella miro sus zapatos, agradeció con voz temblorosa y salió de la tienda, al salir corrió rápidamente de regreso al callejón con Nía siguiéndole el paso, al llegar se recargo en la pared soltando un largo suspiro de alivio, deslizándose hasta quedar sentada sobre el suelo.

Se tomó unos minutos para reponerse y una vez que su corazón regreso a su ritmo normal, se dispuso a sacar de su ropa las cosas que acababa de robar, el ver los paquetes de galletas le despertó automáticamente el apetito, pero ahora lo importante era desinfectar sus heridas.

Acercó a su mascota hacia ella y roció su herida con el desinfectante, para después intentar limpiarla con la manga de su camisa, no parecía nada grave, se curaría rápido, o al menos eso esperaba. Después de terminar con la herida de Nía, precedió a limpiar las heridas que tenía en ambas manos, la de la mano izquierda no era muy grave, pero la mano derecha fue todo un desafío, al aplicar el desinfectante tuvo que ahogar sus alaridos de dolor hundiendo su rostro en su brazo, la quemadura era bastante grande, cada vez que el líquido tocaba su herida, esta punzaba y ardía.

Una vez que termino de limpiarse, pasó a abrir uno de los paquetes de galletas, su estómago rugió como nunca, tenía demasiada hambre. Al dar el primer bocado sintió como su energía se recuperaba poco a poco. Se terminó la mitad del paquete y la otra mitad se la dejo a Nía, ambos debían comer al menos un poco.

Unos minutos después de comer, Eileen comenzó a sentir su boca seca, no había tomado agua desde el día anterior, además era bastante evidente que Nía también necesitaba beber algo. Se puso de pie y salió del callejón, esta vez no sería necesario robar, o al menos eso esperaba, ya que en muchos sitios se regalaban botellas de agua.

Tras caminar unas cuantas cuadras llegó a una de las avenidas principales de la ciudad, donde se encontraban bastantes restaurantes y negocios, camino por fuera de estos sitios, el aroma que salía de los restaurantes era delicioso, no se podía distinguir quien estaba más embobado con el olor, si Eileen o Nía, ambos parecían estar en trance con los aromas.



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En el texto hay: fantasia, magia, guerra epica

Editado: 04.08.2019

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