Los pecados de nuestra sangre

Capítulo 1 Ep. 3

Los objetivos fueron claros, el proceso… un poco más desestructurado e improvisado.

Aion corrió por los pasillos, maldiciendo cada vez que los guardias se acercaban a él. Los demás reclusos ya estaban peleando cuerpo a cuerpo con tres cuartos de la cantidad total de los penitenciarios, mientras que el resto lo estaba buscando.

Ya había sido bastante malo el no haber podido desactivar las alarmas, pero aún podía subir a la torre de control principal para desactivar la seguridad adicional de las compuertas y los dos alambrados.

Comenzaba a sentir su corazón latiendo más rápido, su respiración se tornaba irregular y pesada. La ansiedad que le producían sus pensamientos acerca de un posible fracaso…, la presión que tenía en el pecho, le hacía sentir como si estuviera a punto de sufrir un infarto. Todo lo que hacía parecía moverse más lento, sentía sus músculos tiesos, como si todo se moviera bajo el agua, o en un sueño.

«Bestia» ya le había informado que los buses estaban esperándolos en la interjección de la dieciocho con la sesenta, pero esos buses no servirían de nada si Aion fracasaba, y entonces, era hombre muerto en prisión. No podía permitirse fallar, había desarrollado el escape prácticamente desde que había llegado. Todos esos meses allí dentro no podían ser en vano.

Continuó corriendo hacia el ala Este. Tenia la sensación de que estaba a punto de vomitar y perder el conocimiento. Ya comenzaba a sentirse abrumado por el ruido de las sirenas, golpes, disparos, y hombres jadeando mientras se abrían paso.

Su objetivo era llegar hasta la sala de vigilancia del primer piso para desbloquear las compuertas externas del edificio, pero antes debía derribar al menos a siete guardias que venían barriendo el corredor en busca de él.

Aion se asomó por la esquina para identificar sus posiciones y tuvo una idea bastante estúpida y arriesgada, pero confiaba en sus habilidades para salir de aquella situación ileso.

Afirmó su espalda contra la pared para tranquilizarse y tomar una bocanada de aire, y corrió hasta el siguiente parapeto más cercano, detrás de un carrito de utensilios de limpieza que alguien había dejado allí abandonado. Cuando asomó su cabeza por encima, un hombre macizo y enorme estaba justo frente a sus ojos.

Aion tuvo que echar su cabeza hacia atrás para alzar sus ojos y así poder verlo bien.

⸺Oh, eres tú, Nabil… Gracias a Dios. ⸺Dejó escapar un suspiro de alivio y se llevó una mano al pecho⸺. Casi me das un infarto.

⸺Vamos, Rabioso, te ayudaré a llegar hasta allá. ⸺Señaló la torre de control afuera y prácticamente se lo llevó tironeando de su camisa color naranja con él.

Aion dejó que su cuerpo fuera jalado por Nabil, sentía sus músculos tiesos con la ansiedad y el miedo al fracaso que estaba experimentando. Habría preferido acostarse en una alfombra o en un sofá, y quedarse allí mismo hecho un ovillo mientras se abrazaba a sí mismo en posición fetal, hasta que todo hubiese terminado. Pero no. Él era el «cerebro» detrás de todo este show caótico que se desenvolvía frente a sus ojos.

La sensación de ahogamiento seguía creciendo, pero al menos, ahora tenía suficiente cobertura detrás de Nabil, que le servía de escudo humano. Y aun cuando los policías apuntaron con sus armas y dispararon dardos paralizantes, el hombre continuó avanzando con implacabilidad.

Estrelló la cabeza del primer policía y puso su pie en el pecho del segundo, haciéndolo volar por el pasillo y estrellándolo con otros dos compañeros. Nabil tiró de Aion para protegerlo contra el marco de una de las puertas cerradas y le dijo que esperara quieto. Aion asintió agradecido. Lo único que oyó desde allí fueron los quejidos y los sonidos secos de los cuerpos impactando contra el suelo.

Cuando Nabil le indicó que podía salir, el corredor ya estaba despejado. Nabil avanzó aplastando a sus pobres víctimas, mientras Aion trotaba tras él para alcanzarlo, evitando pisar a los guardias desmayados. Hizo una pausa para tomar una de las pistolas reglamentarias de uno de los guardias, pero Nabil lo miró con desaprobación.

⸺¿Qué? ⸺preguntó Aion nervioso.

⸺Plomo no, táser ⸺explicó. Aion le frunció el ceño confundido⸺. Las balas comunes no traspasan los chalecos, pero los dardos táser los pueden derribar.

Acto seguido, Nabil le arrancó la Beretta de sus manos y puso una pistola de dardos táser en su lugar.

⸺Correcto… ⸺Aion miró el aparato con desdén. No era como si los chalecos antibalas fuesen un problema para él, cuando siempre podía matarlos al instante de un balazo certero en la cabeza. No dijo nada al respecto.

Siguió a Nabil por el corredor hasta la puerta de acceso y sus ojos fueron directo a la pantalla digital junto a ella.

⸺Necesitamos el código de acceso de un oficial superior ⸺dijo Aion. Nabil chasqueó la lengua en desacuerdo.

⸺Hazte a un lado ⸺le indicó, aunque terminó empujándolo.

El robusto hombre tomó el aparato digitalizado y lo arrancó de la pared, ignorando el cortocircuito y las alarmas rojas que se activaron mientras buscaba entre los cables sin titubear.

⸺¿Qué haces? ⸺cuestionó Aion⸺. Aún se necesita el acceso remoto de… O no, tal vez no… ⸺se autocorrigió al ver Nabil arrastrando la pesada puerta de acero con sus propias manos. Los engranajes deslizantes cedieron a su fuerza bruta.




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