Los pecados de nuestra sangre

Capítulo 2 Ep. 3

«El plan», no era más que seguir sobreviviendo en lo que Aion decidía qué hacer con él.

La mejor opción era rodear la ciudad a través de los suburbios más pobres de Wintercold. Era menos probable que alguien los reconociera o le importase su presencia en tales sitios. Paraban en pequeños apartamentos abandonados que compartían con otros vagos, o pasaban algunas noches ocultos en sombríos callejones.

Wally lo seguía de cerca cada vez que Aion se abría paso entre aquellas comunidades de vagabundos y malvivientes sin futuro. Debían hacer esto, convivir con esa clase de gente y mantenerse alejados de las áreas más pobladas. Aion podía lidiar con el estrés que le provocaba la idea de que podían ser descubiertos en cualquier instante, él podía luchar, pero no quería seguir arrastrando a Wally en más problemas.

En una semana se habían mezclado entre los vagabundos, y Aion ya comenzaba a sentir la culpa y el remordimiento que lo carcomía cuando notó que eran más amables de lo que imaginaba.

El ácido sentimiento de hipocresía subió a su estómago al ver cómo estas personas le proporcionaban comida y refugio, como si él y Wally siempre hubiesen sido uno de ellos. En el pasado, Aion los habría aniquilado a todos, porque eso es lo que hacía, mataba a pobres desgraciados, y ahora él se había convertido en uno de ellos. Estaba traicionando sus «principios», aunque ya no significaban nada para él. Pero las cartas se habían invertido, y ahora él era un parásito que tenía que depender de esta pobre gente para seguir subsistiendo.

Se avergonzaba de sí mismo.

Wally parecía cómodo con esa clase de gente, eso apenas hizo que Aion se sintiera mejor al respecto, pero tenían que seguir moviéndose. Solo pensar en cómo Wally confiaba en ellos cuando apenas los conocía, lo hirió de alguna manera inexplicable. Sintió que estaba siendo egoísta al pensar en sí mismo: quería irse esa misma noche y dejar a Wally con ellos, pero sabía que la culpa iba a acecharlo más tarde cuando estuviera completamente solo, y estaba harto de sentirse así todo el tiempo. Como si lo único en lo que era bueno era en decepcionar a las personas que confiaban en él.

Se reacomodó contra la fría pared de ladrillos, su rostro enrojecido por el frío casi oculto en el cuello de un sucio abrigo que le había prestado uno de los vagabundos. Cerró los ojos, sumiéndose un sueño taciturno mientras oía la lejana voz de Wally hablando con un grupo más allá, el sonido de su voz lo tranquilizaba.

Intentó acurrucarse en sí mismo para acaparar más calor, hasta que lentamente abrió los ojos y notó que alguien lo miraba fijamente desde el otro extremo de ese lúgubre callejón. El sujeto tenía una expresión seria y sombría.

Aion se puso en guardia máxima de inmediato. Su cuerpo se tensó, mientras mantenía sus ojos fijos en el otro tipo. Se preguntó si ese errante más del montón lo había reconocido o sólo intentaba parecer intimidante, y con ese pensamiento en mente, Aion trató de esconderse de nuevo en el cuello de su abrigo sucio solo para evitar atraer atención.

Su mirada fue hacia donde estaba Wally, cerca de la otra fogata mientras jugaba a las cartas con otros vagos; parecía relajado, pero Aion estaba alerta. Volvió a mirar al otro hombre justo en el momento en el que el tipo se puso de pie sin quitarle los ojos de encima y comenzó a caminar hacia la luz de la calle.

Aion llevó su mano instintivamente al bolsillo donde guardaba su pistola, mientras seguía con los ojos la figura del hombre mientras se alejaba por el callejón.

Wally no parecía haber notado nada, pero eso no significaba que Aion tenía la situación bajo control. En el momento en el que el vago notó la mano de Aion en su abrigo, caminó más rápido hacia la calle, casi corriendo para salir a buscar a la policía.

Él lo supo. Ese tipo lo había reconocido.

Con la ira surgiendo de su frustración, Aion se puso de pie en un instante y antes de que el tipo pudiera llegar muy lejos, corrió detrás de él, con la mano todavía en su arma. No podía dejarlo escapar. Tenía que perseguirlo y detenerlo porque prefería morir antes que volver a prisión. No lo haría, no después de todo lo que había pasado.

Debía eliminar el problema y debía hacerlo rápido, pero no quería matarlo, no frente a Wally, al menos.

Siguió al hombre a través de unos pasillos de mierda, repletos de basura, ratas e insectos. Si Gabriel hubiera sabido dónde estaba viviendo Aion en ese momento y con quiénes vivía, habría muerto de nuevo del asco que le habría causado esa situación.

El vago miró hacia atrás para ver si él lo estaba siguiendo y gritó tan pronto como vio la expresión lúgubre y mortífera en sus ojos. Trató de huir de él, pero Aion lo alcanzó y lo arrinconó antes de que continuara gritando por ayuda.

Sacó su revólver y afirmó la boca del cañón en la garganta del hombre; se alegró de no tener que hacerlo frente a Wally. Una vez que lo tuvo frente a frente, resolvió que debía terminar con esto rápido.

Estaba a punto de jalar el gatillo cuando sintió que algo afilado lo apuñalaba en el estómago y apretó los dientes por el dolor agudo. Sus ojos se abrieron de par en par mientras su mente quedó en blanco. Miró al hombre atónito, sus dedos titubeando en el gatillo de su revólver antes de bajar la mirada hacia su mano. Lo había logrado herir con un pequeño cuchillo de mierda, y Aion sintió que su sangre comenzaba a hervir de ira.




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