No dejaba de temblar cuando se acercó a ella. Lloraba, y dejaba llorar a su hijo en sus brazos mientras la miraba. No quería tocar a Gris, no quería pasar sus manos llenas de sangre por su mejilla y su cabello, porque quería recordar su rostro pulcro y pacífico. Pero no pudo. Necesitaba sentir que lo que estaba sucediendo era real. Necesitaba asegurarse de que esto no era una verdadera pesadilla, y en el fondo rogaba, diciéndose a sí mismo que ojalá lo fuera. Que ojalá él pudiera despertar en un punto anterior a todo este desastre. Pero no sucedía.
Ahora tenía un niño en brazos, empapado y con frío, que sollozaba y gemía y tenía mucha hambre. Como padre, él debía asegurarse de darle pronto el primer alimento a su hijo. Como enfermero, sabía que lo mejor era que el bebé se alimentase del pecho de su madre, pues aquel primer calostro materno era muy importante para la futura salud del niño. Como hombre, Aion estaba destrozado cuando finalmente lo hizo.
Acercó a su bebé con su madre mientras lo arrullaba, y le susurraba a Gris lo hermosa que se veía siendo la madre de su hijo. Le decía que ahora podía descansar en paz, que él se encargaría de cuidar al niño, y besó su frente. Sus lágrimas caían sobre su cabello rubio. Acarició su rostro dormido, acarició unas hebras de su cabello y las acercó a su nariz para sentir su aroma, sabiendo que iba a extrañarla por lo que le quedaba de vida.
Apartó a su bebé de ella, y la dejó allí tendida. Cubrió su cuerpo con las sábanas y besó sus fríos labios una última vez antes de cubrir también su rostro.
El niño estaba lleno de mugre y sangre, pero no podía detenerse ahora, no cuando estaba aún tan cerca de donde había dejado a Gris. Pensar en ella y en todo lo que estaba dejando atrás oprimió violentamente su pecho y sentía que sus piernas desfallecían. Aion sólo quería caer al suelo de rodillas, llorar y dejar salir a gritos sus lamentos. Deseó que no hubiese sido así su final, deseó que hubiese podido conocer a su hijo, deseó que Sebastián aún estuviera allí con él para ayudarlo, y el pensamiento le hizo sentir una rabia irracional hacia su amigo. ¿Por qué lo había abandonado cuando más lo necesitaba? Aion sentía que debía desahogarse de toda esa rabia, pero en el fondo era consciente de que esto no era culpa de su amigo, sabía que ya nada importaba. Gris estaba muerta y no tenía a nadie más, sólo un pequeño bulto bullicioso aferrado a su pecho, gimiendo en llantos ahogados y moviendo sus pequeñas manos y su cabecita contra él.
⸺Shhh… ya, ya… Tranquilo, bebé… ⸺arrulló a su hijo mientras avanzaba por la calle, demasiado alerta y asustado de que alguien pudiera notarlo y le pareciera sospechoso que un hombre cargue a un recién nacido en sus brazos.
Sabía que era inútil calmar a su frágil, diminuto hijo, pero no podía hacer nada más. El niño tenía frío, hambre, y le costaba respirar bien.
Aion lo había sacado a la fuerza, muy prematuramente, y ahora tenía en sus brazos a un bebé muy débil, indefenso y enfermo. Los sollozos del niño se hacían cada vez mayores y él comenzaba a desesperarse más y más rápido. Debía conseguir alimento, abrigo, refugio y un baño donde pudiera atender a su hijo.
No tenía más opción que robar otro auto para huir lo más rápido posible de esa maldita ciudad que sólo le traía recuerdos dolorosos, pánico y soledad. Pero antes, se obligó a hacer algo importante.
Acomodó al pequeño en el asiento del copiloto de un destartalado y viejo auto sin alarmas, y lo dejó envuelto en las sábanas y cobijas que había tomado, asegurándose de que no corriera el riesgo de caer. Una vez hecho esto, se dirigió al teléfono público más cercano, en a una de las plazas céntricas de la ciudad. Se encerró en la cabina y apretó los labios, sosteniendo la bocina cerca de su oído. El bip de espera aguardaba a que él decidiera marcar el número al que quería llamar. Aion respiró hondo y finalmente lo hizo.
⸺911, ¿cuál es la emergencia?
⸺Hum…, Ehm… ⸺Apretó de nuevo los labios y se aclaró la garganta⸺. Ha… ha muerto una persona…
⸺¿Está completamente seguro?
⸺… Sí… ⸺jadeó despacio, y sintió que se le formaba un nudo en su estómago.
⸺¿Sabe cuál es la causa de la muerte?
Apretó sus puños, las palabras se negaban a abandonar su garganta. Podía sentir el llanto aproximándose de nuevo y la amargura en su pecho.
⸺N–N–No lo sé…
⸺Lo estamos rastreando a un número público, ¿cuál es su nombre y la dirección donde se encuentra el cuerpo?
⸺1250 de la Avenida Salvatore. ⸺Su voz finalmente se quebró, pero se obligó a continuar⸺. En el piso siete, departamento veintidós.
⸺Okay, señor, ¿conoce a la víctima?
Aion apretó los ojos y sollozó. Sintió que se ahogaba en llanto mientras negaba con la cabeza.
⸺No… No la… ⸺Inhaló con fuerza y alzó los ojos al techo, odiándose a sí mismo por mentir, y por hacerle esto a Gris. Y llorando en un quejido incontrolable⸺. ¡Dios, sólo…! ¡Apúrense, por favor! ⸺gritó desesperado.
⸺Quédese donde está, la ayuda va en camino.
⸺Gracias… ⸺jadeó con desconsuelo y colgó.
Su mano se negaba a soltar el teléfono, mientras se inclinaba hacia adelante con la cabeza afirmada contra el cristal de la cabina. Intentaba controlar su llanto, pero le fue imposible. Golpeó con la palma abierta el vidrio que lo confinaba allí dentro, y se enjugó las lágrimas de la cara, forzándose a sí mismo a moverse para ir a ver a su hijo.
#435 en Thriller
#1484 en Otros
#260 en Acción
crimen corrupción redención, drama suspenso acción, tristeza muerte dolor trauma
Editado: 12.11.2024