Los pecados de nuestra sangre

Capítulo 3 Ep. 2

Los murmullos de llanto lo apartaron de sus pensamientos negros mientras conducía hacia el sur. No podía detenerse ahora, tenía que irse de Wintercold lo antes posible y viajar a un sitio donde no era una amenaza, o un criminal, y así finalmente poder reiniciar su vida.

Divagaba en tales pensamientos, adormecido. La noche era una tumba y los sollozos del pequeño se hacían cada vez más tenues.

Aion dio un largo bostezo, frotó su ojo izquierdo mientras avanzaba por la oscura calle, hasta que minutos después, pisó el freno de inmediato al sorprenderse por un agudo grito de inconformidad del niño, y se dio cuenta de que se estaba quedando dormido frente al volante.

⸺¡Mierda! ⸺maldijo cuando el auto patinó unos metros en el asfalto, y el bebé casi cae del asiento a su lado. Se le subió el corazón a la garganta al verlo, con ojos muy abiertos mientras lo alzaba para tranquilizarlo cuando el bebé comenzó con otra ola de llanto angustioso⸺. Shhh, ya, ya… no pasa nada… Tu papá es un imbécil, pero ya está todo bien… ⸺Acunó al niño en sus brazos y suspiró frustrado al mirar al frente de nuevo.

Había sido un estúpido muy descuidado. ¿Cómo se arriesgaba a viajar solo y sin haber dormido? ¿Y dejar a un recién nacido en el asiento del acompañante?

Idiota. ¡Idiota!

En la próxima ciudad que pisara, se ocuparía de conseguir una silla para bebés, pero ahora necesitaba detenerse y descansar.

Estacionó el auto frente a un hotel nocturno, cargó las cosas más importantes que necesitaba para él y su hijo en su mochila, y se registró con un nombre falso en una habitación por la que pagó en efectivo para quedarse allí durante la noche y el resto del día siguiente.

Corría un gran riesgo al quedarse allí por más de unas cuantas horas, y de que estuvieran enterados de la presencia de un bebé, pero necesitaba al menos algunas horas para descansar. Necesitaba cambiar y alimentar a su hijo. Necesitaba pensar hacia dónde ir. Necesitaba conseguir otro auto si el actual ya había sido reportado a la policía.

La habitación era de tres por tres, tenía una cama amplia que ocupaba gran parte del lugar, una pequeña mesa de luz con una lámpara y una caja de fósforos abandonada. Frente al viejo televisor de tubo que funcionaba con fichas había un sillón verde muy gastado, y el baño era aún más pequeño: un lamentable retrete, al lado el lavamanos, un espejo de bolsillo atornillado a la pared y una ducha.

No le importó, la habitación se veía bastante decente, así que se acomodó en el sillón con el niño en brazos. Se quedó contemplándolo con profundo amor paternal mientras apartaba la pelusa de su frente.

La respiración del bebé era dificultosa y no sonaba bien. En un simple gesto como apoyar sus labios suavemente sobre su frente, Aion descubrió que el niño tenía una intensa fiebre.

Lo llenó de angustia.

Su hijo podría tener problemas respiratorios de los que no estaba enterado, quizá la fórmula no era buena para él, quizá aún no podía digerirla bien… Tantas cosas que cruzaban su mente en ese instante.

El niño no estaba herido, estaba seguro porque lo había revisado bien, no había nada que le indicase algún tipo de afección que le estuviera causando esa reacción infecciosa. Aun así, había enfermado. Aion quiso golpearse a sí mismo.

Sus manos comenzaron a temblar. El niño lanzó un quejido cuando se levantó con rapidez del sillón y lo recostó en la cama. Empezó a desabrigarlo. Sus ojos escaneándolo de arriba abajo con intensa precisión clínica.

Sentía un nudo en el estómago, estaba preocupado. Tuvo que apretar y abrir varias veces los ojos, porque su mente maldita lo llevó de regreso a aquella habitación, donde había sacado al bebé del vientre de su madre, un pequeño cuerpo tan frío contra él, inmóvil, negándose a respirar…

Muerto.

Casi había muerto. Y el escalofrío que sintió fue tan horrendo como el insano calor que emitía ahora su pequeño niño. Cuando intentó quitarle su diminuta camiseta de algodón, el bebé sollozó aun con más fuerza y Aion notó que la ropa tenía pequeñísimas manchas de sangre.

Se le cortó la respiración.

El muñón de su herida umbilical aún estaba abierto, y la piel que lo rodeaba estaba roja y con fiebre. Por supuesto, no había limpiado apropiadamente su herida. Era obvio que podía infectarse.

Aion suspiró con pesar y arrastró una mano por su rostro, insultándose a sí mismo entre murmullos. Ahora tendría que conseguir antibióticos, agua potable y un poco de algodón para limpiarlo.

Todo sería mucho más fácil si Gris estuviera con él. Empujó hacia abajo.el malestar que el pensamiento le hizo sentir.

Jesucristo…, ¿en qué estaba pensando?

Se había deshecho de Wally porque quería protegerlo del peligro, y ahora tenía un bebé indefenso que debía proteger y dependía exclusivamente de él. Aion mordió la piel de sus labios con culpa y frustración.

¿Siempre sería así?, pensó. Incluso si quería estar solo, ¿siempre tendría a alguien a quien proteger? ¿Tendría que seguir recibiendo golpes, soportando el dolor y empujándose a sí mismo hasta sus límites? ¿Exigiéndole a su mente y a su cuerpo mucho más de lo que podía dar?




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