⸺Vamos, tómala ⸺insistió Aion a su hijo, quien lloraba en sus brazos y se rehusaba a tomar la botella con la fórmula que le había preparado.
Estaban detenidos a un costado de la calle, frente a una estación de servicio, y el sol había caído hace ya tiempo sin que él hubiera conseguido ningún lugar donde quedarse durante la noche.
Estaba exhausto. Había cambiado a Matías en el baño para clientes de la estación y le había suministrado los antibióticos, pero aún se rehusaba a comer; la última vez que lo había hecho fue hace horas.
Algo andaba mal con el bebé, pero Aion se sentía tan agotado que solo deseaba que el niño comiera y volviera a dormirse. Los ritmos circadianos, pensó, estaban volteados. Matías dormía todo el día y despertaba perfectamente sincronizado con la puesta del sol. Aion se preguntó si eso era algo de lo qué preocuparse, o solo tenía una alteración en el ciclo del sueño.
Se inclinó hacia atrás en el asiento del auto y dio un gran suspiro, meciendo sin tregua a su hijo que seguía sollozando, y el sonido resonaba dentro del coche.
⸺Bien, ¿no quieres comer?, no comas ⸺musitó cansado, apoyando su cabeza en el asiento y cerrando los ojos por unos segundos.
Le dolía la cabeza, tenía hambre también, y estaba resignado a que tenía que mantenerse despierto solo Dios sabía por cuánto tiempo más, hasta que pudiera conseguir una habitación donde descansar.
Los pensamientos sobre ser el padre de Matías aún acribillaban su mente; tenía una enorme responsabilidad ahora. Él. Quizá la persona menos indicada para convertirse en padre, debía encargarse del bebé. Pensó en Víktor, su padre ausente; pensó en Gabriel… No era el mejor modelo a seguir…
Aion descubría a cada momento cientos de cosas nuevas que necesitaba aprender acerca del cuidado de un niño. Sentía que su cabeza hervía de información nueva, todo el tiempo, y el noventa y nueve por ciento de sus pensamientos giraban en torno a Matías y en que debía protegerlo a toda costa; el resto, se trataba de seguir huyendo, permanecer escondidos, o en movimiento.
Matías no quería dejar de llorar, pero su mente exhausta comenzó a ignorar el sonido, como sucede cuando el cerebro se acostumbra a un ruido constante que ha estado allí por demasiado tiempo.
Dejó que Matías sollozara, y en cambio, se concentró en su propio dolor. Sea cual fuere el tipo de dolor físico o emocional, no supo detectar dónde le dolía o cuál era la emoción que estaba sintiendo en ese momento, pero nada era bueno. Recordó la técnica que su terapeuta en prisión, la Dra. Madrigal, había usado con él para identificar aquel tipo de dolor interno. Pero era nada más eso: dolor.
El futuro pintaba aterrador para él una vez que consiguiera irse de Wintercold. Extrañaba a Gris, extrañaba una vida que nunca había podido conseguir. Pero tenía que resignarse, no había llegado tan lejos para nada. No había sobrevivido por tanto tiempo si no hubiera un motivo por el cual él tuviera que seguir adelante. Y ese motivo era un pequeñito ser humano que se movía y se empapaba de mocos y lágrimas mientras aullaba en sus brazos.
Aion saltó del repentino susto cuando alguien golpeó la ventanilla del auto. Miró al joven con los ojos abiertos de par en par, preocupado, hasta que se dio cuenta de que era el chico que lo había atendido hacía más de media hora en la estación de servicio, y con el cual había hablado sobre dónde podía conseguir una habitación en el pueblo esa noche. Le hizo una seña a Aion de que bajara la ventanilla del auto y él apartó su mano que instintivamente se había llevado a su arma. Bajó la ventanilla.
⸺Oye, hum… Con respecto al hospedaje… ⸺comenzó el joven, inseguro⸺. Ya es un poco tarde, y veo que realmente necesitas un lugar donde puedas quedarte por un tiempo con tu… hijo. ⸺Aion permaneció en silencio, y el otro se aclaró la garganta, nervioso⸺. Verás, hace frío, esta zona es algo peligrosa y ya no vas a conseguir una habitación a estas horas, así que… si quieres…, puedo llamar a mi hermana mayor. Ella vive a un par de kilómetros de aquí y tiene una casa sola. ⸺El chico se encogió de hombros, y ensayó una sonrisita retraída que Aion le devolvió con inseguridad⸺. Puedes… ¿rentarle un cuarto?, no sé. Si quieres.
Aion intentó ocultar su escepticismo. Estudiaba las expresiones del joven de veintipocos años preguntándose si podía confiar en este sujeto desconocido.
Sopesó su propuesta por varios segundos, pero bastó con escuchar los sollozos de Matías para aceptar. Estaría agradecido de tener una cama tibia y agua caliente al menos por una sola noche, para luego invertir sus fuerzas en tranquilizar a su irritable hijo.
⸺Suena bien ⸺respondió, intentando sonar seguro⸺. Gracias.
El chico sonrió con más calma y asintió.
⸺Ven conmigo, la llamaré ahora mismo ⸺declaró y marchó de vuelta a la estación.
Aion Samaras guardó su arma en su pantalón, acomodó a Matías en su sillita portátil para coche y salió del auto con el niño, pensando que ese pequeño golpe de suerte era demasiado bueno para ser verdad. Entró a la tienda, y vio al joven que se dirigía al teléfono, al fondo del mostrador.
Intentó mantener la calma y empujar su paranoia hacia abajo al pensar que el chico en realidad le estaba tendiendo una trampa, e iba a contactarse con la policía. Empezó a registrar el lugar con los ojos, las cámaras de seguridad, puertas secundarias, y demás.
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Editado: 12.11.2024