No supo bien cuánto tiempo estuvo encerrado en su auto, ni en qué momento se había quedado dormido, pero despertó con algo pegajoso y frío en el rostro. Abrió primero un ojo, y lentamente se acomodó en el asiento sintiéndose adolorido por la posición incómoda en la que había dormido toda la noche.
Miró por el parabrisas con el ceño fruncido, observando el paisaje desértico frente a él. Estaba tan concentrado en orientarse que apenas notó el suave jadeo que provenía del asiento a su lado. Abrió los ojos de par en par con un escalofrío corriendo por su espina, sin siquiera atreverse a mirar a su costado.
Aterrado de que se hubiera colado una especie de animal rabioso a punto de atacarlo, permaneció quieto hasta que sintió un calor particular y húmedo en su mano derecha que estaba colocada en la palanca de cambio, y la apartó rápidamente acercándola a su pecho.
Fue entonces cuando miró y encontró a un perro sentado en el asiento, mirándolo con dos brillantes ojos cafés, jadeando con la lengua fuera, y sacudiendo su cola contra el metal de la puerta cuando recibió la atención que estaba buscando.
Aion frunció el ceño procesando la información, hasta que el perro se paró en sus patas traseras y apoyó las otras sobre su brazo, intentando lamer su rostro.
⸺¡No, no, detente! ⸺ordenó, pero el perro siguió insistiendo en saborear su cara⸺. ¡Ya, basta! ⸺gruñó, pero el perro seguía jugando y ladrando alegremente⸺. ¡No, no hagas eso! ⸺refunfuñó Aion, pero de pronto una risa salió de su garganta, tan pura y natural que lo hizo sentir abrumado. Se rindió ante el cachorro y empezó a acariciarlo enérgicamente jugando con él mientras seguía sonriendo.
⸺Está bien, tú ganas. ⸺Le sonrió. El can parecía desmedidamente alegre con él⸺. ¿Por dónde te metiste, eh?
El joven ovejero alemán parecía comprender lo que él le decía, y Aion lo miró asombrado cuando el cachorro se apartó de él, y se preguntó si estaba drogado cuando lo vio deslizarse por debajo del tapete de goma a los pies del asiento del copiloto hacia afuera.
Aguardó un momento, consternado, y luego escuchó el alegre ladrido del perro frente a él en la calle, saltando y agitando la cola con energía.
⸺Eso tiene mucho sentido ⸺murmuró Aion, mientras el perro regresaba al auto escabulléndose por el mismo agujero que había debajo del tapete⸺. No tenía idea de que eso estaba ahí. ⸺El perro ladró en respuesta y se sentó otra vez en el asiento del copiloto, observando atentamente a Aion.
—¿Qué voy a hacer contigo? —se encontró preguntándose a sí mismo y recibió un ladrido como respuesta—. No puedo llevarte conmigo.
El cachorro ladeó la cabeza, y él sonrió.
—¿Por qué? Pues, porque yo me manejo mucho mejor solo, por eso, y porque no puedo cuidarte. Tú comes, exiges atención, afecto… Ni siquiera yo recibo suficiente comida. —Hizo una pausa—. O afecto…
El perro ladró y empezó otra ronda de lamidos y y jugueteos.
—¡Ya, siéntate! —ordenó, sin esperar a que el can obedeciera, pero para su asombro, lo hizo. Aion arqueó aún más las cejas—. Entonces, estás adiestrado y eres bastante inteligente —concluyó—. Me pregunto si tendrás dueño… —musitó pensativo, y el animal alzó una pata para afirmarla contra su brazo, haciendo que él sonriera aún más.
—No, ni lo pienses, yo no soy tu dueño —dijo acariciando al can—. Te dejaré en el próximo pueblo.
Intentó arrancar el auto cuando notó que no tenía batería, Aion frunció el ceño y luego se golpeó la frente al darse cuenta de que había dejado la llave de la ignición haciendo contacto. Se mordió el labio, insultándose mentalmente y suspiró, mirando al perro de nuevo.
—Entonces, ¿tienes un nombre? —preguntó con sarcasmo; el cachorro se quedó mirándolo como esperando algo—. No debería ponerte un nombre si quiero deshacerme de ti pronto —murmuró, pero de todos modos ya estaba buscando uno.
—¿Qué tal… Max? —le ofreció, y el perro ladró. Aion alzó las cejas—. ¿No te gusta?
El cachorro dio vueltas en el asiento sollozando.
—Es verdad, no soy bueno poniendo nombres… —pensó, y esquivó el pensamiento sobre Matías antes de que empezara a angustiarse de nuevo—. ¿Apolo, Salem, Loki? —continuó, y el perro se acurrucó en el asiento, esperando.
Aion soltó un jadeo.
—Eres muy exigente —se mofó sonriendo, y siguió pensando en un nombre hasta que chasqueó los dedos y señaló—: Wally.
Su sonrisa se le borró del rostro. Dolía pensar en Wally. Dolía pensar en cualquier cosa en absoluto. Su compañero canino ladró festejando la elección del nombre, haciendo que el rostro de Aion se iluminara un poco y lo acarició—. No puedes quedarte con ese, es el nombre de un amigo mío —le explicó.
⸺¿Qué tal… Morfeo? —ofreció, y el perro ladró intentando jugar con él de nuevo—. Está bien, te gusta Morfeo, nos gusta a ambos… ⸺Se encogió de hombros—. Es una buena elección.
Suspiró con fatiga y tomó todas sus cosas antes de abandonar el auto en el medio de la nada misma, y Morfeo lo siguió con entusiasmo mientras él seguía hablando con el perro, aunque este no pudiera responderle directamente. No le importó.
La compañía de alguien más siempre le había traído problemas, pero esta vez era distinto, se convenció a sí mismo. Morfeo era un simple perro, un animal doméstico que no le importaba quién era él, y que no iba a juzgarlo ni decirle que todo lo que había hecho en el pasado estaba mal. No recibiría miradas culposas o incriminadoras, ni sería un enorme trabajo cuidar de él.
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Editado: 12.11.2024