Aion salió a la calle por la mañana buscando a su amigo, como había estado haciendo hace días. Vestía una sudadera negra con capucha, y una gorra azul para ocultar su aspecto en general. Aún solía hacer una mezcla de productos oxidantes para aclarar su cabello, pero hacía semanas que había abandonado esa rutina. Ahora solo le importaba encontrar a Morfeo.
No solía salir a más de cuarenta metros del edificio donde se hospedaba, pero necesitaba buscar al perro. La luz del sol era cegadora mientras él avanzaba, su corazón estaba lleno de ansiedad, sus ojos escudriñaron el paisaje con determinación.
Caminó por la calle, mirando a los alrededores. Gritó su nombre en voz baja, esperando a que el perro pudiera escucharlo y viniera corriendo hacia él, pero la única respuesta que recibió fue el sonido de la ciudad despertando a su alrededor.
Vagos y borrachos lo vieron pasar temprano en la mañana, pero Aion los ignoró, buscando a Morfeo hasta el mediodía hasta que comenzó a sentir hambre. Se había alejado varios kilómetros de su residencia actual, pero continuó caminando durante horas, revisando cada sucio callejón, gritando el nombre de Morfeo una y otra vez.
Prefería no llamar mucho la atención; no le preguntó a nadie si lo habían visto, prefería buscarlo por su cuenta aunque eso significase que algunas miradas se detuvieran en él, cuando él insistía en llamar su nombre.
El cansancio comenzaba a pasarle factura y estaba hambriento, no recordaba la última vez que se había preparado algo decente para comer. Su estómago refunfuñaba en señal de protesta, y estaba pálido, destrozado.
La esperanza de recuperar a su amigo desaparecía de su sistema con cada día que pasaba otra vez solo. Pasó su lengua por sus labios secos. Estaba sediento también.
Sus ojos se dirigieron a un pequeño centro de rehabilitación y frunció el ceño. El centro se llamaba “Un rayo de esperanza”, y Aion jadeó, mofándose del nombre. Habían pasado años desde la última vez que había visto uno de esos lugares.
Tragó saliva, los recuerdos de sus visitas a los Alcohólicos Anónimos en Wintercold lo golpearon con fuerza, y se encontró caminando dentro del edificio antes de ponerse a pensar si era una buena idea.
Había una ronda de adictos en la sala cuando entró. Su corazón aún buscaba a Morfeo en alguna esquina, pero sus ojos observaban a los que estaban allí presentes.
El líder del grupo lo miró y sonrió.
⸺Oye ⸺dijo el hombre⸺. ¿Vienes a la reunión?, acércate.
Aion vaciló un momento, se le hizo un nudo en el estómago y se le aceleró el corazón cuando varias miradas se enfocaron en él. Tenía ganas de girar en su talón para irse, pero algo lo hizo quedarse, algo que lo obligó a acercarse al grupo.
Respiró hondo y caminó hacia ellos, sus manos temblaban ligeramente. Se sentó mientras el líder del grupo hablaba, juntó sus manos en su regazo y tragó, tímidamente observando a los demás y luego mirando al piso para que no se dieran cuenta de lo destrozado que estaba.
⸺Bienvenidos ⸺dijo el hombre en un saludo general y luego se enfocó en él⸺. ¿Cómo te llamas?
Aion titubeó un momento, apretando los labios y luego murmuró en voz baja.
⸺Me llamo… Sam.
El nombre se sintió extraño en su lengua, como si no lo hubiera usado en meses, y de hecho, así había sido. Pensó entonces en lo solo y aislado que había estado en los últimos meses en su apartamento, aislado del mundo donde nadie podía molestarlo.
⸺Hola, Sam. ⸺El líder le sonrió, y Aion se preguntó por qué estaba sentado allí con ellos. Toda esta situación le parecía absurda e irónica. Hace un par de minutos estaba buscando a Morfeo, y ahora estaba en una reunión de grupo de los AA. AA.
La vergüenza lo abrumó cuando se dio cuenta de que estar allí era ridículo. Ni siquiera podía mirarlos, sentía que era una especie de fraude allí dentro. ¿Cómo podía estar allí sentado entre esa gente que intentaba mejorar, cuando él sólo quería encontrar al perro? Era ridículo. Pero permaneció allí sentado, sin importar que estaba incómodo y se sentía fuera de lugar.
¿Por qué demonios se había puesto en esa situación en primer lugar? No lo entendía, sin embargo, se quedó a escuchar a las otras personas compartir sus historias. No quería hablar, no aún. Solo quería escuchar otras voces que no fueran las de él mismo, dentro de su cabeza. Repitiéndole una y otra vez quién era él y lo que había hecho.
La calidez humana le recordó que él también era humano y anhelaba interactuar con otros iguales como cualquier otra persona. El líder lo observaba de vez en cuando, notaba su cansancio y desesperación por hallar algo, un significado que Aion no sabía que estaba buscando.
⸺¿Y tú, Sam? ⸺preguntó el hombre de repente, sacándolo de sus pensamientos cuando le habló directo a él.
Alzó la vista y se puso en alerta de inmediato, una reacción automática de su cuerpo cuando se sentía demasiado vulnerable y expuesto. No quería hablar, no estaba listo para compartir su historia. Pero la atención estaba sobre él ahora, así que respiró hondo y habló bajo para que su voz no saliera temblorosa.
⸺Hum… Yo… Yo… No sé qué decir.
Eso fue todo lo que dijo. Sí le había temblado la voz. Esperaba que eso fuera suficiente, pero notó que el hombre esperaba más de él. Pero Aion temía que si empezaba a hablar de sí mismo, las compuertas que mantenían todo dentro de él cedieran, y de pronto se encontrara hablando de todo lo que había estado tratando de ocultar hasta que estuviera a la vista de todos.
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Editado: 12.11.2024