Los pecados de nuestra sangre

Capítulo 6 Ep. 2

Tres meses después…

Está bien. Dos o tres meses no hacía mucha diferencia. Sam intentó convencerse de que era así, pero en realidad se había estado preparando mentalmente a la idea de que debía regresar a Wintercold y ver a su hijo.

En realidad, era mucho más que eso: se preparaba a sí mismo para enfrentar malas noticias una vez que pusiera un pie allí. Se preparaba para enterarse si Matías había sobrevivido todo este tiempo sin él. Dos años y medio era mucho tiempo, después de todo.

Tenía los nudillos blancos de la presión que ejercía contra el volante. La fila era bastante larga, el sol brillaba con fuerza, iluminando las montañas a lo lejos, y a los capós y techos de los coches que estaban delante de él en la fila.

El oficial comandante les daba instrucciones a un par de oficiales aburridos para que quitaran los conos anaranjados de la calle para evitar que se derritieran con el calor del asfalto, pero nada de aquello llamaba la atención de Sam, ni le provocaba la ansiedad incontrolable que sentía en ese instante.

La fila avanzaba centímetro a centímetro, y él iba directo a la boca de los lobos, donde los oficiales podrían reconocerlo en cualquier momento, pero Sam tenía los ojos fijos en el enorme cartel verde con grandes letras blancas sobre el control interestatal. Aquello le provocaba un absurdo terror:

BIENVENIDOS A WINTERCOLD

Tragó saliva sin apartar la vista del cartel, que se hacía cada vez más grande y lo hacía sentir más incapaz de cruzar aquel control. ¿De verdad lo estaba haciendo? ¿Estaba yendo a buscar a su hijo? ¿Habían sido dos años y medio suficientes?...

⸺Buenas tardes, señor. ⸺La voz del oficial que se asomó por su ventanilla lo sobresaltó. Sam lo miró en silencio⸺. Soy el oficial Ochoa y necesito ver su licencia, y el seguro y los papeles del coche... ya sabe.

⸺Todavía no cruzamos la frontera...

⸺Es para apresurar los trámites, ¿ve lo larga que es la fila? Usted quiere ir a Wintercold rápido, ¿no?

«En realidad no», pensó Sam, asintiendo lentamente al oficial. Buscó en la guantera del coche los documentos y se los extendió al hombre con una sonrisa, su mirada se dirigió al gran cartel verde de nuevo.

⸺Giuliano Vannucci. ¿Italiano? ⸺El oficial frunció el ceño con picardía. Sam asintió de nuevo⸺. ¿Viaje de negocios o de placer?

⸺Negocios...

El oficial Ochoa sonrió.

⸺Pasaporte y visa, por favor.

⸺¿Es necesario? ⸺Sam se quejó.

⸺Veo que usted habla muy buen español.

El pulso de Sam aceleró mientras miraba seriamente al oficial. La sangre comenzó a burbujearle a medida que tragaba saliva y desviaba la mirada al cartel: «Bienvenidos a Wintercold»…

Wintercold. Había sido una mala idea, una muy mala idea. El oficial comenzaba a perder la paciencia y se aclaró la garganta para llamar de nuevo su atención. Se miraron fijo a los ojos.

»No quisiera pensar… que ha estado viajando sin su pasaporte y visa actualizados… ⸺dijo Ochoa lentamente, inclinándose contra el refilo de la ventana del coche, pero cuando Sam notó que le guiñaba un ojo, titubeó.

⸺¿Hay… alguna forma de resolver esto de otra manera? ⸺se arriesgó.

Ochoa sonrió de oreja a oreja.

⸺Ahora sí hablamos el mismo idioma. ⸺El hombre asintió y los nervios que sentía Sam se desplomaron cuando comprendió la intención de aquel discurso.

Sacó su billetera ⸺la billetera de Giuliano Vannucci⸺ y tomó todo el dinero en efectivo que tenía en ese momento.

Se lo extendió discretamente al policía, que se alegró con satisfacción y se enderezó.

»Pase por el pasillo cinco ⸺le dijo.

Le entregó sus cosas y Sam hizo lo que le indicó. Se cruzó al pasillo cinco, donde otro oficial miró a Ochoa dándole un pulgar arriba.

⸺Bienvenido a Wintercold. ⸺El otro también sonrió.

«Sí, claro, cómo no». Sam avanzó inspirando aire con fuerza. «Si supieran que acaban de dejar cruzar dos millones de dólares con patas por la frontera a cambio de un soborno, no sonreirían de esa manera».

Pensó en Giuliano Vannucci, el hombre al que le había robado sus cosas luego de que le pareció que tenían cierta similitud física. El pobre hombre debía estar desesperado buscando sus pertenencias...

Por el momento ya había superado con éxito la parte más difícil: regresar a Wintercold. Ahora solo tenía que preocuparse por recuperar a su hijo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.