Pesadillas. Habían regresado hace un tiempo, pero ahora la presencia de Nevan lo tranquilizaba. Despertó sudando frío y giró en la amplia cama que era solo para ellos dos, pensando que encontraría alivio en la presencia de su hijo, pero esa mañana no vio al niño por ningún lado.
Saltó de la cama y bajó rápidamente las escaleras.
⸺¿Nevan? ⸺llamó.
Lo que vio en la sala lo dejó perplejo cuando tropezó con la hilera de cosas que había en el piso de cerámica. Un espectáculo de objetos pegados uno al lado del otro, entre los que reconoció algunos libros, juguetes, los pequeños cojines del sofá, y hasta su billetera y las llaves del auto. Aion alzó la vista del piso hacia su hijo.
Nevan alzó sus ojos diferentes y los apartó de inmediato, restándole importancia a la presencia de su padre.
⸺¿Nevan? ⸺Dio pasos lentos hasta él. Lo alzó del suelo donde estaba jugando y se lo llevó a la cocina para prepararle el desayuno; minutos después, comenzó a levantar las cosas del piso.
⸺¡Daaa! ⸺De pronto Nevan soltó un grito furioso con la boca manchada con yogur y cereales, y se bajó de la silla estrepitosamente mientras arrebataba sus cosas de las manos de su padre⸺. ¡No! ⸺protestó, pisando fuerte con un pie y plegando sus cejas.
Aion se quedó mirándolo con una expresión consternada y a la vez sorprendida en el rostro mientras veía a Nevan rehaciendo la fila de objetos en el piso. Cuando el niño estuvo satisfecho, regresó para terminar sus cereales con yogur.
Aion estudió el piso mientras se rascaba la cabeza, y regresó con Nevan a la cocina. Analizó a su hijo.
⸺Dos palabras ⸺dijo. El niño lo ignoró⸺. Dos palabras en una semana. Da, y no. Supongo que yo soy Da.
Volvió sus ojos al extraño diseño de su hijo y tragó saliva. Tal vez Nevan era diferente. Tal vez necesitaba otro tipo de estímulos.
Aion comenzó a pensar en otras opciones, como instrumentos musicales, o cuadernos de dibujo y lápices de colores, pero había algo dentro de él que le decía que este comportamiento de Nevan no era el típico de un niño de su edad. Algo dentro de él le susurraba al oído que debía prestar más atención a las actitudes y el desarrollo de su hijo.
Se puso de pie para prepararse el café mañanero; su mente comenzó a recordar momentos, comentarios, cosas del pasado que pensaba que podían arrojar luz sobre el extraño comportamiento de Nevan. No podía sacarse de la cabeza que se veía a sí mismo reflejado en su hijo.
Recordó a esos terapeutas que iban a su casa a hacerle preguntas y a observarlo cuando él tenía cinco o seis años, los recordó hablar con tía Helena sobre la posibilidad de que él estuviera «en el espectro», y Aion apretó los labios diciéndose para sus adentros que eso no era posible. Pensó que él era, dentro de todo, el tipo de persona que Sebastián llamaría «cognitivamente normal» y altamente «funcional».
Sus pensamientos lo llevaron a Sebastián y a las historias que le contaba sobre la conducta de su hermano Owen. Su corazón se retorció al pensar en que Nevan tenía algunos rasgos de esa condición mental, y se halló sintiendo empatía por Seb y todo lo que había hecho para ayudar a su hermano.
«Empatía, ¿acaso sabes lo que significa?», le había dicho Seb, varios años en el pasado.
«Oh… eso explica muchas cosas…», de pronto un recuerdo más reciente de sus conversaciones con Seb vino a su mente: «La forma en la que te relacionas con los demás… me recordó a Owen mientras estudiábamos juntos en el instituto».
Se mordió el labio con culpa. El temor de que Nevan pudiera parecerse a su padre más de lo que le costaba admitir… era una píldora muy difícil de digerir. No quería que Nevan fuera igual a él. No quería que pasara por lo mismo.
«Lo siento… Él no habla», había dicho Lourdes. «Ese niño es tan extraño…»
Sintió escalofríos. Se dirigió al termostato y subió la calefacción de la casa mientras su mente seguía atormentándolo. Era improbable que Nevan tuviese problemas más graves que los que tuvo él con el habla y el lenguaje cuando era niño.
«No hablabas. No para la edad que tenías», la voz de Gabriel era nítida en su mente. «Tus palabras eran en su mayoría monosílabos como “oh, ah, pa, mí”… Pero alcanzaste a llamarme papá».
«¡Da!, ¡No!»
Esto era serio. Un nudo retorció la boca de su estómago mientras miraba a Nevan. Sus manos temblaban ante la posibilidad. ¿Acaso debía repetirse todo aquello? ¿Debía observar su vida repetirse en su propio hijo? ¿Ser un puro espectador de lo inevitable?
No.
¡No!
Era reacio a aceptar eso. No iba a permitir que Nevan sufriera lo que él sufrió, porque nunca iba a dejarlo solo.
Si tan solo tuviera a Gris con él…
Nevan había terminado su desayuno y estaba en la sala viendo sus dibujos animados. Aion suspiró con pesar y fue a acompañarlo. Se dejó caer a su lado, pasando su brazo por detrás en el espaldar del sofá, mientras seguía mirándolo.
¿Realmente era tan malo que Nevan fuera igual a él? ¿Qué habría hecho Gabriel?…
Echó su cabeza hacia atrás y se frotó el rostro con frustración. No tenía a nadie con quien hablar del tema. Solamente tenía a Sebastián, pero no estaba seguro de que su amigo pudiera ayudarlo, o si querría hacerlo. Además, no sabía dónde estaba Sebastián.
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Editado: 12.11.2024