Los pecados de nuestra sangre

Capítulo 7 Ep. 5

Seis a.m.

La alarma comenzó a sonar con una melodía suave. Con el sonido de la alarma se encendió también la radio con las noticias matutinas del día que comenzaba. Las luces se encendieron desde el salón principal donde yacían aún los juguetes de Nevan en el piso, luego se iluminaron los pasillos, y finalmente el dormitorio de Aion.

Buenos días, Aion. —La primitiva inteligencia artificial que Aion estaba diseñando lo saludó.

La cafetera eléctrica comenzó a calentar un poco de café. El sol entibió las ventanas empañadas desde dentro y el aire acondicionado ayudaba a aumentar la temperatura de toda la casa.

Cuando él llegó, anotó el código de acceso a su casa y caminó directo al baño arrastrando los pies con languidez. Se arremangó, y empezó a limpiarse la sangre de su cuerpo en el lavamanos. Se miró a los ojos por un largo rato. Sus ojeras negras... los ojos rojos y cansados.

Ego lo había enviado a secuestrar a un hombre. El mismo sujeto despistado al que lo había mandado a espiar días antes.

Era un tipo que estaba metido en la política de algún país eslavo, socio o chupamedias de un poderoso rival de la mujer. Aion ahora entendía por qué ese hombre era tan despreocupado: una sola llamada y sus guardaespaldas armados estaban rodeándolos a él y a Aion mientras éste los amenazaba con que iba a cortarle la garganta.

Había salido con vida esta vez. Había ganado.

El hombre estaba bajo custodia de Ego ahora.

Aion se salpicó un poco de agua en el rostro para refrescarse y borrar su agotamiento y frustración. Hizo una mueca de desdén a su imagen demacrada y se dirigió a su cuarto.

Se dejó caer en la cama con la inercia de sus pasos. Su mente divagaba, el reportero del clima de la TV ahora estaba en sus párpados cerrados mientras se sumía en un ligero sueño. Por un momento sintió que acababa de despertar.

Comenzó a roncar de inmediato. Lo que había hecho para secuestrar a ese hombre... sólo para poder ver a Nevan a través de un nuevo video y asegurarse de que estaba bien, parecía una pesadilla fantasiosa.

La sangre ocupándolo todo alrededor, el olor a pólvora, el sonido a huesos rotos. Aion hizo un gruñido y se acomodó un poco más en la cama intentando sacudir las imágenes en su cabeza, se sacó los zapatos de manera inconsciente.

Su respiración se hacía pesada. Luego, sonó el celular.

Frunció el ceño todavía con los ojos cerrados, le costaba mantenerse despierto. Tomó el teléfono que no dejaba de sonar y lo puso en su oído.

—Buenos días, dormilón. —Era Gris.

Aion no se sintió alterado. Ya casi parecía natural que tuviera contacto con un fantasma.

—Acabo de llegar a casa —dijo con la voz ronca.

Gris soltó una risa liviana desde el otro lado, haciendo que se oyera el soplido de su aliento contra el parlante. Extrañaba tenerla cerca, poder sentir el calor de su piel. Su voz cercana... Se dio cuenta de que hacía tiempo que no hablaba con ella, que no la veía, aunque fuera una ilusión.

—Deja de fantasear —lo interrumpió Gris como si pudiera leer sus pensamientos—. Tienes que recuperar a Nevan.

—Estoy en eso.

—No es suficiente —replicó ella.

Aion se frotó un ojo con fastidio y obligó a su cuerpo abatido a sentarse en la cama.

—Esta vez no es tan fácil, Gris. Ni siquiera sé dónde está. Necesito tiempo, y ganarla confianza de Ego, y a sus empleados...

—La última vez nada te detuvo de sacarlo del orfanato. ¿Por qué ahora es diferente? ⸺dijo ella. Aion exhaló, alzando la cabeza hacia el techo. Gris continuó—: Sam... Nuestro hijo te necesita.

—¿Crees que no lo sé? ¿Qué piensas que estoy haciendo allá, Gris? ¿Divertirme? ¡Has visto toda esa sangre! —contestó alterado—. Extraño a Nevan, maldita sea, lo extraño más de lo que puedas imaginar. Todo el tiempo… está en mi cabeza. Intento pensar en algo para recuperarlo mientras me engaño a mí mismo, diciéndome que él está bien en algún lado, sin mí… y sin ti.

Su voz se rompió en esa última frase mientras lo abrumaban las lágrimas. La angustia comprimió su pecho y rápidamente intentó enjugarse el rostro con el dorso de la mano.

La ausencia de Nevan lo hacía sentir frío desde dentro, como si el hielo comenzara en sus huesos y se extendiera hasta llegar a su piel.

—¡Dios, ni siquiera eres real! —exclamó sin soportarse a sí mismo—. ¿Por qué estamos hablando por teléfono? Nada tiene sentido, sigues ahí después de todos estos años y lo único que necesito es silencio, Gris. Sólo... necesito pensar. ⸺Jadeó.

Del otro lado hubo un largo silencio, no podía escuchar la respiración de Gris.

«Es lógico —pensó—. ¿Cómo podría sentirla? Ella está muerta. Pero su voz...»

—¿Gris?

El celular volvió a sonar, haciéndole abrir los ojos hasta que despertó del todo.

Había sido un sueño y seguía acostado en la cama. Tomó el teléfono una vez más.

—Buenos días. —Era Romania—. Prepárate. Zeta pasará por ti en diez minutos.




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