Los pecados de nuestra sangre

Capítulo 7 Ep. 6

Buscó su celular y marcó un número que comenzaba a ser habitual en su lista de llamadas entrantes. El sonido de espera la parecía que se hacía eterno a medida que Aion perdía la paciencia y se mordía los labios con remordimiento hasta que ella contestó; cuando apenas abrió la boca para decir cualquier cosa, Romania habló:

Yo te llamo a ti, no al revés —dijo tajante.

—Tenemos que vernos.

Aion aguardó unos instantes en lo que duró el silencio instalado entre ambos, hasta que oyó el resoplido de sorna desde el otro lado.

Excelente. Toma un número y vete al diablo. —Romania cortó y él sintió algo que le fue muy familiar, aunque no lograba reconocer qué fue eso. Volvió a marcar—. Te mataré si sigues molestándome.

—Tenemos que vernos —insistió él.

Sí, entendí la primera vez. ¿Crees que soy idiota, o qué?

—Roma...

Solo mis amigos me llaman así.

—¿De verdad? ¿Entonces Ego es tu amiga?

Oyó un fuerte resoplido de fastidio del otro lado y luego nada. Aion miró la pantalla de su celular con frustración cuando vio que ella había cortado la llamada otra vez.

Regresó a su casa en taxi, pensando en lo que Ego le había contado. Era hombre muerto si no descubría quién quería asesinarlo. Tomó su computadora portátil pensando en Romania una vez más, y se mordió el labio con dudas mientras tamborileaba sus dedos contra la mesa.

Romania Morgensen era una persona interesante. Le gustaba el arte renacentista y el rock británico. No tenía mascotas desde que su último gato, llamado «Momo» había muerto de vejez. Le gustaba hacer compras de productos para el cabello por internet. Tenía una página web muy popular sobre rock británico, y sus padres estaban en Dinamarca.

Aion se preguntó seriamente si Romania en verdad pensaba que podía trabajar para alguien como Ego, y además tener una vida normal al mismo tiempo.

¿Qué no se daba cuenta que los enemigos de Ego eran los suyos también? ¿Por qué exponía su vida en Internet de esa manera?

Aion suspiró y sacudió la cabeza negativamente. Bueno, no era que Romania tenía una vida precisamente pública en las redes, pero él tenía conocimientos muy específicos que le permitían investigar todo lo que podía sobre ella con apenas indicios de lo que ella hacía en la Internet, su huella digital, algo que le era de mucha utilidad.

Investigó todo lo que pudo de ella, hasta que logró dar con su domicilio particular.

Era una casita insignificante para el trabajo que tenía, pues estaba seguro que ganaba un buen dinero por ser la zorra domesticada de Ego. Observó la figura oscura de Romania detrás de las cortinas de su casa, en un lindo barrio a las afueras de la ciudad.

A simple vista, no parecía que se alojara dentro una persona que sabía muchos secretos sobre muchas personas. Aion extendió sus binoculares para verla mejor cuando Romania salió a sacar la basura, y le gustó lo que vio.

Las pantuflas afelpadas de color rosa combinaban bien con su ropa para dormir que era un vestido de satén dorado brillante. Ella no usaba maquillaje, y Aion pudo ver a una mujer sencilla y tan ordinaria como cualquier otra, incluso si tenía el pelo pintado de colores llamativos y atado en una cola de caballo.

Aion sonrió con malicia.

Fue directo a confrontarla cuando Romania abrió la puerta de su casa para entrar, cubrió su boca con una mano, y la rodeó por la cintura con la otra, alzándola para entrar a su casa mientras ella se retorcía y luchaba por soltarse.

Era tan liviana como una pluma, y su cintura era tan delgada que Aion pensó que podría doblarla como un palito de escoba. ¿Acaso Romania no sabía que debía aprender defensa personal con el trabajo que tenía? ¿O simplemente subestimaba que alguien como él pudiese arrebatarla de esa manera?

No importó, cuando la afirmó bruscamente contra la pared para encontrarse con la mirada iracunda de Romania, nada más importó.

—¿Crees que eso fue muy inteligente? —gritó ella y luego lo embistió con un rodillazo que iba directo a su entrepierna. Aion la esquivó por poco.

—¡Oye! ¡Eso fue muy grosero de tu parte! ­—La sostuvo de ambas muñecas para que ella no pudiera zafarse. Las quejas y el forcejeo duraron unos buenos minutos mientras ella se agitaba cada vez más en esa coreografía extraña que danzaban, hasta que ella poco a poco cedió a la fuerza dominante de Aion—. ¿Ya estás calmada? —le preguntó a Romania, y ella apartó la mirada con furia para no tener que enfrentarlo.

—Si Ego descubre que estás aquí... —comenzó, atenuando su voz hasta que Aion dejó de oírla.

—¿Qué pasa si Ego se entera? —Buscó sus ojos, pero Romania estaba empecinada en evitar su mirada. Aion titubeó un momento, y luego la soltó—. El dorado resalta el color de tus ojos —bromeó con sorna.

—¿Para qué viniste, Samaras?

—Guau. Tú sí te tomas las cosas muy en serio, ¿verdad, Roma?

—Te dije que sólo mis amigos me llaman así.

Romania giró para alejarse de él, pero Aion puso una mano en la pared bloqueándole el paso, cosa que a ella no le gustó para nada.




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