Los pecados de nuestra sangre

Capítulo 7 Ep. 7

A la mañana siguiente cuando recibió el mensaje habitual de Romania, no podía creerse a sí mismo lo que había hecho con ella el día anterior.

Aion se salpicó la cara con agua y se fue a desayunar, había pasado días desde su última comida, y mientras lo hacía, comenzó a reproducir una y otra vez los videos de Nevan que Romania le había enviado como pequeñas recompensas por cada trabajo que realizaba para Ego.

Su pequeño Nevan no levantaba los ojos hacia la cámara que lo estaba grabando, pero se le veía bien cuidado y seguro, pero la incertidumbre acerca de quién lo estaba cuidando le arrancaba una sensación incómoda del pecho. Si no era Ego o las otras dos personas que Aion conocía, ¿quién estaba cuidando de su hijo?

Tragó saliva y fue a bañarse. El agua fría adormeció su cuerpo y su mente hasta que solo vio destellos en sus párpados cerrados. Mientras yacía de pie bajo la ducha, visiones del pasado inundaban su mente.

Desde que había abandonado Wintercold la primera vez, hasta que Morfeo lo encontró, lo echaba mucho de menos… Pensó en el momento en el que se había reencontrado con su hijo, que le había sido arrebatado demasiado pronto otra vez; pensó en la noche anterior, al beso apasionado que le había dado a Romania, sus labios tan tibios y suaves, pero tan diferentes de los de Gris.

Aion negó con la cabeza, tratando de alejar la confusa mezcla de emociones y recuerdos que se arremolinaban en su interior. Sin embargo, aún estaba pensando en ella.

El deseo de poseerla había sido puramente físico, no había ningún sentimiento involucrado, pero eso no evitó que se sintiera culpable.

Se mordió el labio inferior con frustración, tratando de convencerse a sí mismo de que solo había sido un momento de debilidad, nada más, Aion se había dejado llevar por su lado más humano, eso era todo. No podía permitirse estar involucrado con otra mujer de nuevo, y mucho menos cuando ella aún era muy joven para él.

Esperaba que Romania fuera lo suficientemente inteligente como para no contarle a nadie, ni siquiera a Zeta, de lo que había sucedido entre ellos.

Aion suspiró, sacudiendo la cabeza de nuevo mientras cerraba la ducha.

Se envolvió en una toalla, y fue a cambiarse para lo que sea que Ego tenía preparado para él ese día.

El hombre lo recogió a la salida de su apartamento, como era de costumbre, pero no intercambiaron ni una sola palabra durante todo el viaje. Aion sospechaba que Zeta era consciente de que había compartido demasiados pensamientos privados con él la noche anterior en el bar. No confiaba en él, eso era claro, y Aion tampoco podía confiar en nadie.

Al llegar al complejo, Ego los estaba esperando, pero no había rastro de Romania.

Aion quedó sorprendido de sí mismo cuando se sintió decepcionado al no ver a la chica del cabello cenizo y violáceo. Apartó el pensamiento enseguida.

⸺¿Y Romania? ⸺preguntó Zeta, cosa que le transmitió cierta curiosidad a Aion por saber dónde estaba.

⸺Hoy tengo un trabajo solo para ustedes dos ⸺dijo Ego.

Zeta y Aion intercambiaron una mirada pausada; se midieron el uno al otro como quien mira a alguien de arriba abajo para reflejar desagrado.

Esta vez, Aion no insinuó que era mejor trabajar solo, lo ideal era acercarse al hombre para averiguar qué tanto lo odiaba o no. Luego miró a Ego.

⸺¿Quién y dónde? ⸺preguntó de inmediato. Ego sonrió.

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La noche era profunda. Apenas podía ver el camino que tenían en frente, sumado a la lluvia torrencial que, al parecer, no iba a ceder pronto.

Zeta estaba en silencio, mirando hacia adelante y concentrado en la música estruendosa de sus auriculares que Aion apenas logró oír.

Luego del accidente que lo había dejado medio sordo, no había escuchado música de esa manera, porque la dificultad para oír bien de su oído izquierdo contrastaba con su oído sano, y en cada misión, disimuladamente siempre elegía usar el auricular derecho, aunque Ego seguramente sabía sobre su pequeña discapacidad auditiva.

Una vez que bajaron del convoy, vestidos y armados como si fuesen jodidos Spetsnaz[1], se adentraron en los bloques de oficinas de una instalación abandonada que había servido como el antiguo complejo de Ego.

Ahí encontrarían a un hombre ⸺les había dicho Ego⸺, extremadamente paranoico que iba a traicionarlos. Ellos debían recabar información del enemigo, y luego eliminarlo.

Había pasado ya unos buenos veinte minutos mientras registraban todo el complejo cuando Zeta comenzó a hablar con desdén, aburrido por la naturaleza de aquella misión.

⸺Me extraña que Ego haya dejado a esta persona aún con vida ⸺comentó.

⸺¿Sabes de quién se trata? ⸺preguntó Aion, ansioso por terminar de una vez con aquel trabajo.

⸺Tengo ciertas sospechas. Ella no deja piedra sin remover hasta tener control de todo lo que pasa con ella y los que trabajan para ella.

⸺O sea, nosotros ⸺comentó Aion con desgano.

⸻Nosotros. ⸺Zeta asintió⸺. Una vez que juegas su juego... no hay escapatoria. Es como entrar a una cueva, siendo consciente que, del otro lado, hay una bestia hambrienta que va a devorarte, y tienes la fe de que esté inerme durmiendo. ⸺Zeta se encogió de hombros y continuó⸺: Pero la verdad es que la bestia está esperando el momento correcto para desgarrarte y vaciarte las entrañas.




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