Los pecados de nuestra sangre

Capítulo 8 Ep. 6

⸺Ego espera que te pongas esto ⸺le dijo Roma al día siguiente, extendiéndole un traje azul aterciopelado de dos piezas, una camisa blanca de seda, y una pequeña cajita roja con un prendedor de corbata y gemelos para sus puños. Aion alzó una ceja inquisitiva.

⸺¿Voy a casarme? ⸺preguntó.

⸺Sólo si me lo pides ⸺contestó Romania con sátira. Aion le ofreció una sonrisa sarcástica y estiró la mano para tomar el colgador con el traje⸺. A las ocho en punto, la música empezará a sonar y bajaré desde las escaleras principales con un hermoso vestido a juego con tu traje ⸺Roma se acercó más a él⸺. Voy a extender mi mano y si quieres… ⸺Lo miró de arriba abajo⸺... Solo si quieres, podemos bailar.

Aion la miró a los ojos. Ella parecía de buen humor ese día. Aion ladeó la cabeza y dio un paso más cerca.

⸺Tal vez lo haga ⸺susurró muy cerca de ella. Examinó su rostro con una pedante sonrisita en su rostro, y agregó⸺: Pero no sé si ese color de pelo que tienes combinará con mi traje.

Roma permaneció inerte, mirándolo directo a los ojos. Aion podía ver que su comentario sobre su cabello violáceo y cenizo la había irritado y amplió su sonrisa. Ella bufó rodando los ojos y le extendió un bolígrafo negro.

Aion miró del lápiz a ella frunciéndole el ceño y lo tomó entre sus manos.

⸺¿Qué se supone que haga con esto? ⸺cuestionó confundido.

Roma se encogió de hombros y giró sobre su talón marchando hacia la salida.

⸺Tú sabrás ⸺respondió, con la mano en el contorno de la puerta, y volvió a revolear los ojos exasperación⸺. O lo averiguarás. No vayas a perderlo.

Cerró la puerta tras ella y él se quedó allí parado, mirando el bolígrafo que le había dado. Su mente divagó por un momento, recordando el bolígrafo verde que Ego llevaba siempre consigo y pensó que quizá era un objeto ordinario después de todo. Tal vez, Ego le haría firmar algún documento o un contrato importante.

Su corazón se detuvo al pensar que quizá Ego estaba planeando casarse con él. Aion miró el traje, considerando seriamente esa posibilidad. Sin embargo, descartó la opción segundos después.

No… Esto se trataba de algo más, Aion tenía un trabajo que hacer ese día.

«¿Qué usará Ego?», pensó, imaginando con qué podría sorprenderlo ella. Quizás se pondría un vestido azul también, pero ese no era su color preferido. Rojo, seguramente. Un vestido rojo vibrante, con la espalda descubierta, su cicatriz de fuego a la vista podía ser el complemento perfecto para una mujer que seguramente había salido del mismísimo averno. Sus piernas esbeltas y largas, estilizadas por unos finos zapatos de tacón, y sus labios...

Aion reaccionó, al notar que no dejaba de pensar en ella.

Ego y esa droga que le había inyectado, consideró, había provocado algo en él que lo había trastornado, estaba seguro de eso. Necesitaba volver a verla cuanto antes, volver a probarla, recorrer esas cicatrices, besar esos labios...

Sacudió la cabeza y volvió en sí mismo una vez más. Estaba perdiendo la dirección de su objetivo. Ego era terrible, Ego era su enemiga y lo estaba usando a su antojo, Ego tenía secuestrado a su hijo.

Apretó la mandíbula con un renovado sentimiento de propósito. Le echó una última mirada al traje y pensó en ella una vez más.

«¿Qué estás planeando ahora, mujer?»




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