Los pecados de nuestra sangre

Capítulo 8 Ep. 7

Aion llegó al edificio de Ego sintiendo los ojos de los aliados de Zeta clavados en su espalda. Sabía que el asunto entre él y los hombres leales a Zeta aún no había terminado, sin embargo, debía ver a Ego primero para saber de qué se trataba todo esto.

Se dirigió hacia el ascensor y luego por los pasillos que lo llevaban directo a la oficina de la mujer, deteniéndose frente a la puerta, estaba entreabierta. Él tomó el picaporte a punto de empujarla abierta hasta que oyó una voz.

Aion se mantuvo muy quieto, escuchando con atención la conversación de Ego hablando por teléfono. Era serbio y no entendía una sola palabra de lo que podría estar sucediendo. Sin embargo, la voz de Ego se oía frustrada, como si estuviera discutiendo con alguien al que a ella le importaba demasiado, una voz preocupada que no era para nada familiar a la que él conocía.

Oyó a Ego cortar la llamada y suspirar profundamente afectada, y sintió que el corazón se le aceleraba. Si Ego tenía a alguien especial en su vida, entonces él podría usar esta debilidad en su contra si descubría de quién se trataba.

Aion endureció su expresión y abrió la puerta en su totalidad, tomando a Ego por sorpresa. La observó por unos instantes, notando los ojos brillosos de Ego que le decían que algo sucedía entre ella y la persona al otro lado del teléfono, pero ella se compuso rápidamente, matando el brillo en sus ojos y apagando sus emociones de una forma eficaz y rápida.

Ahí estaba su máscara de la mujer fría y calculadora de siempre, la que parecía invencible, la que no tenía nada que perder. Pero era tarde para ella, Aion había descubierto su fachada. Sin embargo, él no dijo nada. Simplemente recordó cómo Gabriel solía hacer lo mismo con sus emociones, suprimiéndolas para protegerse a sí mismo, y supo que Ego era igual que su padre.

⸺Buenos días ⸺le dijo él en un tono seco, y Ego se puso de pie, poniéndose a trabajar de inmediato.

⸺Buenos días, hoy has llegado temprano ⸺dijo ella en esa voz autosuficiente y aparentemente apática.

Su tosco acento eslavo parecía haberse pronunciado aún más luego de su acalorada discusión al teléfono mientras hablaba en su lenguaje materno.

Aion tomó asiento en la mesa de conferencias, mientras veía a Ego preparar todo para la pequeña reunión de trabajo que tenían y esperaban a Romania. Unos minutos después, ya estaban discutiendo los próximos pasos del plan de Ego, mientras Roma tomaba notas al lado de su jefa.

⸺Desde aquí. ⸺Ego señaló un punto en el mapa digital de la ciudad que se desplegaba sobre la mesa.

Aion miró el sitio y lentamente su mirada fue de su uña esculpida hacia su dedo, y luego hacia su mano, recorriendo su brazo y su cicatriz de serpiente hasta llegar a sus ojos azules.

⸺A esa distancia es muy arriesgado. Debes considerar cierto margen de error ⸺dijo con calma y a la vez desconfiado.

Los duros ojos de Ego eran inconmovibles.

⸺He considerado que eres lo suficientemente eficaz como para disminuir ese margen de error a cero ⸺replicó ella.

Aion le frunció el ceño y se enderezó en su asiento para protestarle.

⸺¡¿Cómo esperas...?! ⸺Se detuvo, recordando que a estas personas poco les importaban sus quejas.

Lo obligarían a hacerlo de todos modos, claro. Aion aflojó sus manos que había apretado contra los brazos de la silla y se inclinó hacia atrás de nuevo.

Miró el mapa digital una vez más, comenzando a calcular direcciones, ángulos, a considerar variables, materiales y demás cosas inconscientemente. Sentía la frustración hirviendo a fuego lento en su tripa. Era la actitud de Ego lo que lo tenía harto, o tal vez la incertidumbre de saber si volvería a ver a su hijo. O quizá era simplemente que aquel despliegue digital donde ella había trazado su macabro plan le recordaba únicamente a Gabriel y nada más.

Tragó, pero tenía la boca seca. Romania estaba a la diestra de Ego, mirando de él hacia la mesa y de vuelta a él como si también pensara que aquello era una locura. Lo era. Pero eso jamás detendría a Ego.

Aion tomó aire y lo dejó salir lentamente por sus fosas nasales.

⸺De acuerdo ⸺declaró con un deje de resignación en su voz.

Ego alzó una ceja y sonrió levemente, antes de dirigirse a la secretaria.

⸺Romania, vete. Empieza a reunir el equipo para que Aion pueda hacer su trabajo. ⸺Roma exhaló rodando los ojos y se marchó sin decir una palabra, haciendo que el pulso cardíaco de Aion se acelerara al dejarlos solos. Ego lo miró de arriba abajo mientras él clavaba sus ojos en los de ella⸺. Te ves mejor que la última vez ⸺añadió ella⸺. Te ves... despierto.

La mujer se acercó a él, pellizcándose el labio inferior juguetonamente. Avanzó hasta tomar asiento en la mesa justo frente a él, cruzando sus piernas esbeltas. Las curvas de su cuerpo se pronunciaron de forma sugerente.

Aion se reacomodó tragando saliva y apretó sus manos en los reposabrazos otra vez, no pudo evitar recorrer el cuerpo de Ego de pies a cabeza. El deseo comenzaba a hervir a fuego lento dentro de él.

⸺¿Por qué quieres que haga este trabajo? ⸺le preguntó en un tono grave y ronco que traicionaba su reacción ante la sensual figura de ella.




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