Los pecados de nuestra sangre

Capítulo 9 Ep. 3

Cuando Aion dejó a Wally en el pasillo, Iván salía con prisa de la casa para ir a la ciudad y tratar de controlar el caos que estaba ocasionando el apagón.

El policía gritaba órdenes por teléfono, su rostro aún enrojecido mientras el motor de su auto rugía y cobraba vida, las ruedas humeaban, marcando el pavimento cuando desapareció por la calle.

Aion dejó que se fuera. De todos modos, era mejor que Iván estuviera ocupado ahora mismo. Dante lo estaba esperando en la sala de estar. Aion se dio cuenta cuando el anciano vio su expresión sombría, preocupándose por él al instante.

⸺¿Señor? ⸺Dante habló despacio, sus ojos azules bajaron a sus manos temblorosas.

⸺Tuve una terrible confrontación con Iván ⸺musitó Aion con la voz al borde del quiebre, aún hervía de rabia por el enfrentamiento con el hombre.

Pasó junto Dante y se sentó en una silla, su mirada en el piso mientras sentía que se había agotado toda su energía. Apretó la mandíbula y miró sus manos intranquilas, las apretó en dos puños hasta que sus uñas formaron medialunas en sus palmas.

El recuerdo de esa pistola apuntando a su cabeza aún daba vueltas en su mente. Estaba indignado. Dante esperaba algún tipo de explicación, Aion lo sabía, sin embargo, le agradeció al anciano cuando trató de distraerlo con otro asunto importante:

⸺¿Pudo acceder al código de Pandora, señor?

Aion apenas registró su pregunta. No fue hasta que Dante repitió lo que había dicho que Aion fue capaz de responderle.

⸺No, no pude.

El hombre asintió a su respuesta automática.

⸺Si le sirve de algo, tal vez encuentre lo que busca en la residencia de su padre en Abcester, allí es donde él diseñó el código fuente de Pandora.

⸺Hm. ⸺Aion hizo un sonido con su boca en lo que se suponía que era una respuesta afirmativa, y asintió como si la información que le proporcionó Dante fuera de poca importancia, aunque no era así. Su cabeza aún estaba procesando lo que había sucedido minutos antes.

Tomó una gran bocanada de aire intentando relajarse. Sus manos dejaron de temblar mientras su cuerpo comenzaba a volver poco a poco a su estado normal. Miró a Dante desde donde estaba sentado en la silla. Los profundos ojos azules del viejo siempre habían tenido un efecto tranquilizador en él, y en aquel instante le era de mucha ayuda.

Por alguna razón, su mente volvió a esos días en la que él todavía era estudiante y la vida parecía mucho más sencilla que en ese momento…, lidiando con criminales internacionales y policías corruptos dentro de su propia casa. Echaba un poco de menos esa época en la que pasaba días enteros con Sebastián y hablaba por teléfono con tía Helena.

El recuerdo de ella envió una ráfaga de escalofríos a su espina. Pensó en ella y sintió que venía de pronto una canción o una película muy antigua que había olvidado durante mucho tiempo.

¿Cómo la había olvidado por tantos años? Aion retrocedió a sus últimas conversaciones con ella en ese entonces, a su preocupación maternal por él, a la última vez que intercambiaron mensajes, y se preguntó por qué ella tampoco lo había vuelto a buscar de nuevo.

Sin embargo, lo invadió la culpa. Quizá tía Helena sabía en lo que él se había convertido, quizá estaba horrorizada de él y prefirió olvidarlo; el pensamiento no le trajo tranquilidad. Amargura y angustia llenaron su pecho por varios segundos, antes de que él se atreviera a preguntarle a Dante por ella, con la esperanza de que el anciano pudiera darle una respuesta.

⸺Dante, ¿sabes algo de mi tía Helena? Ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que hablé con ella o me visitó… No quiero perder contacto con ella.

⸺¿La… señora Helena? ⸺Dante parecía sorprendido por la repentina mención de la mujer.

⸺Sí… Tía Helena ⸺respondió Aion, con dudas en su voz⸺. ¿Sabes algo de ella?

⸺Señor… ⸺Dante tragó saliva con fuerza, su mirada suavizándose mientras intentaba reunir sus palabras⸺. Señor..., Helena murió... hace mucho tiempo ⸺confesó finalmente.

⸺… ¿Qué? ⸺Aion jadeó casi inaudiblemente. Lo que Dante acababa de revelarle lo dejó completamente conmocionado.

Sus ojos abiertos de par en par. La boca entreabierta, su mandíbula ligeramente caída. Le estaba costando trabajo cómo debía reaccionar ante aquella noticia. Había estado tan ausente en la vida de tía Helena… Y ahora…

Se puso de pie, tardó unos instantes en volver al presente, pero su mundo se estaba desmoronando. Helena había muerto hacía años, pero él acababa de perderla.

Culpa y dolor se apoderaron de su mente y de su cuerpo, la tristeza que lo conmovió instantes luego, lo dejó abatido.

Otra vez, pensó. Otra vez. Pérdida, muerte, duelo…

Jadeó con las comisuras de su boca curvadas hacia abajo, mientras se mordía el labio inferior para que su mentón dejara de temblar. Sus ojos se empañaron con lágrimas. Tragó con amargura y volvió a desplomarse en la silla, buscando aquellos ojos que le habían revelado aquella verdad.

⸺¿Cómo puede estar muerta? ⸺Finalmente juntó el coraje para hacer las preguntas que necesitaba hacer⸺. ¿Cuándo pasó? ¿Dónde están sus restos?­…




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