Los pecados de nuestra sangre

Capítulo 9 Ep. 12

Aion se dirigía a Hyoga Village cuando su teléfono vibró. Era Iván.

⸺Aion… ⸺dijo en un tono grave. Sonaba preocupado al otro lado de la línea.

Se le formó un nudo en la garganta a Aion. La ansiedad se enroscó en su pecho. La última vez que había hablado con el policía, Iván estaba furioso y le había apuntado con una pistola directo a la cabeza. Por eso su repentina llamada le parecía extraña.

⸺¿Iván? ¿Qué pasa?

Hubo un silencio denso antes de la respuesta.

⸺Fue Ego. Destruyó tu casa en Abcester… ⸺dijo solemnemente⸺. Lo siento.

El corazón de Aion se hundió en su pecho. Apretó sus manos contra el volante y su teléfono inconscientemente, dejando escapar un jadeo de incredulidad antes de preguntarle a Iván:

⸺¿Estás seguro de que fue ella?

No esperó respuesta. Cortó de golpe y giró el volante bruscamente para dirigirse al desastre que había dejado Ego en Abcester.

Conducía como un desquiciado, cada kilómetro agregaba una capa más de odio e indignación. No podía creer que la mujer con la que había estado en la cama la noche anterior había reducido su hogar a cenizas. El pensamiento lo sumergió en más rabia, dejando un sabor amargo en su boca. Todo dirigido hacia Ego. Le haría pagar por lo que hizo, juró que lo haría.

Cuando llegó, el olor a humo y carne quemada le golpeó el rostro. El campo era un cementerio. Su casa parecía un esqueleto ennegrecido. Escombros y fuego moribundo por todos lados. El daño a su propiedad era sustancial.

Entre los escombros buscó desesperado al niño que había visto días antes y con el que había hablado, pero no lo encontró por ningún lado.

Sus ojos escanearon los cadáveres, sintiendo culpa mientras buscaba al niño, y se le cortó el aliento cuando lo encontró muerto en brazos de su madre. Los dos acostados allí, sin vida…

Aquella imagen lo quebró. Dio un paso atrás, abrumado, sus ojos abiertos de par en par, su garganta estaba seca.

Ego había hecho esto.

Aún podía oír algunos gemidos de los empleados que seguían con vida, aunque sin esperanza de que sobrevivieran. Sus lamentos se escuchaban por todas partes, pero los ojos de Aion seguían fijos en el niño. Aquel escenario era una pesadilla. Apretó los puños hasta que sus palmas dolieran.

Ego pagaría por esto.

Un murmullo detrás lo sacó de sus oscuros pensamientos.

­⸺Señor… ⸺era Dante, y estaba sano y salvo, su voz temblaba.

Aion no se giró de inmediato; seguía mirando los cadáveres. Estaba lleno de un ardiente deseo de vengarse de Ego por lo que había hecho.

Se dio la vuelta y miró al anciano.

⸺Mátalos. A todos los que siguen respirando ⸺ordenó en un tono oscuro y controlado mientras lo miraba fríamente⸺. No dejes que nadie sobreviva.

Dante parpadeó, horrorizado.

⸺¿Qué? ¡No, mi señor!

Aion caminó lentamente hacia él, sus ojos encendidos de furia.

⸺Hazlo, y hazlo rápido. No quiero que nadie sufra.

Dante negó con fuerza, retrocediendo un paso.

⸺No puedo. ¡No después de esto!

Aion entrecerró los ojos, disgusto reflejado en su rostro al ver que el viejo se negaba a lo que le ordenaba.

⸺Entonces lo haré yo ⸺declaró, y sin tanto preámbulo, sacó él mismo la pistola y apuntó hacia los cuerpos que gemían entre las ruinas.

Dante alzó la mano, suplicante.

⸺¡Basta! No son animales, ¡son personas!

Aion Samaras pareció reflexionar en ello por unos instantes. Miró a los sobrevivientes, que yacían allí agonizando. Su expresión se endureció aún más antes de enfocarse en Dante otra vez con una expresión fría y despiadada.

⸺Sufrirán mucho antes de morir. Quemaduras de tercer grado… Con suerte pasarán el resto de su vida en una cama o en una silla de ruedas ⸺replicó con una calma escalofriante⸺. Hay que matarlos a todos, Dante. Si tú no lo haces, yo lo haré.

El viejo lo miró, desconcertado.

⸺¿Cómo puede hablar así?

Aion apuntó a sus empleados moribundos sin vacilación ni remordimiento, y disparó varias veces, matando a algunos de ellos sin compasión mientras Dante observaba horrorizado la crueldad con la que su amo ejecutaba a esas personas, pero no dijo nada, ni intentó detenerlo.

Aion Samaras luego se volvió hacia Dante, ofreciéndole su Glock mientras algunos de los sobrevivientes se arrastraban lejos de ellos, con la inútil esperanza de poder conservar sus vidas.

Notó la reluctancia del hombre de tomar la pistola y rematar a las víctimas.

⸺¿Por qué te sorprendes, Dante? ⸺Aion le dio una sonrisa sardónica, llena de sarcasmo y burla⸺. ¿Acaso Gabriel y tú no mataron a tía Helena juntos? ¿No estás acostumbrado a matar a estas alturas?

El rostro de Dante se contrajo de dolor, pero no bajó la mirada. Era obvio que este lado de él estaba lastimando al anciano, pero Aion todavía se sentía traicionado y herido por haberse enterado de aquella verdad.




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