Los pecados de nuestra sangre

Capítulo 10 Ep. 6

La sala estaba casi vacía, iluminada apenas por la luz mortecina del amanecer que se colaba desde una ventana rota. No le había parecido, pero había luchado contra Ego y su organización por horas.

Afuera, y en cada rincón de ese edificio que Ego había invadido, el eco de lo ocurrido todavía flotaba como un ente invisible en el ambiente.

Aion soltó un gruñido de dolor cuando se sentó en una silla destartalada, el cuerpo rígido, la respiración entrecortada. Tenía el antebrazo vendado, el costado cubierto por una gasa que ya se había teñido de rojo, y la mandíbula marcada por un moretón que le dolía incluso al tragar. Cada movimiento era una punzada. Pero más que el dolor físico, era el silencio luego de la catástrofe lo que le resultaba insoportable.

Iván estaba frente a él, observándolo con una expresión burlona. A diferencia de él, el policía estaba impecable, pero aún transmitía esa energía tensa que nunca lo abandonaba. Hablaban de lo ocurrido, de las consecuencias con las que tenían que lidiar.

⸺Fue el piloto del jet de Ego el que me ayudó ⸺dijo Iván finalmente⸺. Y no solo él. Contraté a un puñado de sus agentes… Gente que sabía moverse, que conocía su red. Los necesitamos.

Aion lo observó desde la sombra, con una ceja arqueada.

⸺¿Estás seguro de que puedes confiar en ellos? ⸺preguntó con voz ronca⸺. Después de todo, traicionaron a Ego.

Iván hizo un gesto vago, encogiéndose de hombros.

⸺Perdí a demasiados hombres, Aion. No estoy en condiciones de hacerme el quisquilloso.

Aion Samaras soltó un suspiro lento. Se llevó una mano al costado, sintiendo el ardor del vendaje bajo sus dedos.

⸺Lo digo en serio, Iván. Si traicionaron una vez, pueden hacerlo otra. La lealtad no se compra…, y menos con los que vivieron bajo las órdenes de una mujer como ella.

El policía dio un paso adelante, clavando en él una mirada cansada.

⸺No tengo alternativa. Si quiero mantener en pie todo lo que hicimos, necesito manos, estén limpias o no.

El silencio se extendió entre ambos por un momento. El viento que entraba por la ventana movió la cortina rasgada, arrastrando el olor a humo, pólvora quemada y sangre seca.

Aion se pasó una mano por el rostro, agotado, queriendo borrar los últimos días de su piel. El aire le dolía en los pulmones. Sentía las costillas protestar bajo cada respiración.

Iván volvió a hablar.

⸺Hay ironía en todo esto, ¿no lo crees? ⸺dijo sin mirarlo.

Aion suspiró, agotado.

⸺Ironía… sí. Sobrevivimos a Ego. Y aquí estamos, tú y yo. Todavía de pie.

Iván lo observó con gravedad.

⸺No sé qué clase de juego sucio armaste con esos permisos serbios ⸺dijo, cruzando los brazos⸺, pero debo admitir algo: me entregaste una cantidad incontable de recursos. Dinero, armamento… Mi gente ni siquiera sabe cómo manejar tanto. Ni yo lo entiendo…

Aion dejó escapar una risa breve, amarga, que hizo doler sus costillas resentidas otra vez. Se arrepintió al instante. Sin embargo, se inclinó hacia adelante, los codos sobre las rodillas.

⸺No lo entiendes porque no te hice un favor, Iván ⸺sentenció. Los ojos del policía se entrecerraron, esperando una explicación⸺. Lo único que hice fue ponerte en la mira de solo Dios sabe qué clase de criminales ⸺continuó Aion⸺. Tipos que no hablan tu idioma, ni siguen tus reglas. Eso que recibiste no es un regalo, es un contrato con la muerte.

Iván lo miró en silencio, pero aún permanecía inexpresivo, casi con desdén, como si no le creyera una sola palabra, o no se dejara intimidar por el criminal sentado frente a él.

Aion se levantó despacio, el gesto doloroso, con un leve temblor en la pierna izquierda que trató de disimular. Caminó unos pasos hacia él.

»⸺Será muy difícil para ti tratar de negociar con gente que no entiende una palabra de español… ni de inglés. Mucho menos de leyes. Lo único que hice fue arrojar la granada lo más lejos posible de mí y de mi familia. ⸺Se detuvo frente a Iván, bajando la voz hasta volverla casi un susurro⸺. Y tú estabas ahí para tomarla con tus propias manos.

El silencio volvió a reinar sobre ellos, pesado, y tan denso como el petróleo. La expresión de Iván se ensombreció; sus labios se apretaron en una línea dura. No respondió. Solo se giró y caminó hacia la puerta. La abrió con brusquedad, y la luz gris del amanecer se filtró por el marco.

Aion cerró los ojos otra vez, oyendo al policía dar ordenes afuera mientras él esperaba paciente.

Entonces, frente a él, un pequeño cuerpo esperaba de pie en la puerta.

Nevan.

Por un instante, Aion no respiró. Lo miró, sin poder moverse. El niño lo observó también, como si necesitara confirmar que su padre estaba allí, que no era otro espejismo cruel de ese mundo roto.

Entonces Nevan corrió. Sus pasos resonaron en la habitación vacía.

Aion sintió cómo se le desmoronaba el alma. Dio un paso hacia adelante, luego otro, hasta que el cuerpo del niño chocó contra el suyo y lo abrazó con toda su fuerza.

El aire se le escapó del pecho. Apretó los dientes y resistió soltar un gemido de dolor debido a sus huesos rotos.




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