Los pecados de nuestras manos

Capítulo 1 Ep. 2 - "Pesadilla"

Aion abrió los ojos pero no podía moverse. Era consciente de que respiraba, y estaba vivo. Oyó el ruido del agua golpeteando el piso en algún lugar a su derecha y supo de inmediato que Sebastián estaba en el baño. Pero no podía pedirle ayuda.

Cerró los ojos con fuerza concentrado en su respiración mientras lo escuchaba tararear algo y él estaba gritando por dentro, intentando moverse aunque sus dedos entumecidos se resistían y otros dedos diferentes se arrastraban hasta su garganta para ahogarlo.

Empezó a sudar frío, necesitaba convencerse de que no era real. No podía ser real, a pesar de que sentía todo. El rugido en sus oídos lo hizo abrir grandes los ojos y estaba en su maldito cuarto, en su cama, y no parecía un sueño.

Comenzó a agitarse, su rostro pálido reflejaba la angustia alimentada por la idea de morir recordando ese sueño. 

El gruñido en sus oídos se hacía cada vez más grave y ávido. Aion comenzó a hiperventilar y a sudar como si sufriera un ataque de pánico y pronto lo invadió el auténtico pavor de pensar que pudo haberse quedado parapléjico, aunque en el fondo sabía que ya estaba exagerando. 

Está bien, quizá no iba a morir de una parálisis pero podía morir si su pulso cardíaco seguía aumentando así. Sus pupilas eran dos tiritones puntos negros rodeados de un iris gris pálido mientras pedía auxilio en silencio. 

Cuando la parálisis se fue, se incorporó con prisa dejando salir un grito que sobresaltó a Sebastián. Aion Samaras secó el sudor de su frente con una mano temblorosa mientras un escalofrío lamía su columna vertebral. 

—¡Woah, tranquilo! —Exclamó su amigo saliendo del baño con su oscuro pelo mojado, una sola toalla envolviendo «sus partes», y la mitad de la cara todavía con espuma de afeitar—. Estás bien, estás a salvo aquí, ¿entiendes? 

Aion alzó sus ojos asustados a Sebastián como si fuera un crucigrama sin solución. Luego examinó la pequeña habitación que compartían y entonces dejó escapar un jadeo frustrado al reconocer que no había peligro de ningún tipo. 

—Lo siento, yo... —«tuve esa horrible pesadilla otra vez». Tragó para sí mismo. 

—¿Tuviste esa horrible pesadilla otra vez? —Sebastián alzó una ceja y Aion se cubrió con la frazada de nuevo, pretendiendo que él no existía—. Está bien. —Seb dio unos cuantos pasos—. ¿Te vas a quedar ahí también hoy? 

—¿Quién eres, mi madre? —Bufó Aion, con su cabeza debajo de las sábanas—. Porque estaba bastante seguro de que está muerta

Otra vez sintió náuseas y escalofríos al recordar el sueño que había tenido. 

—No tienes que pasar por esto solo, hermano. —Exhaló Sebastián con más calma.

Aion apretó los ojos con fuerza hasta que lo único que veía en sus párpados cerrados eran destellos de luces brillantes.  

Había tenido que soportar la presencia de Sebastián desde que había aceptado su solicitud para compartir el apartamento y así dividir los gastos, y era consciente que, desde entonces, Sebastián lo estaba «estudiando».

Y aunque siempre hablaba sobre cosas que no parecían importantes, Seb tenía un interés casi científico en él. 

—¿Hace cuánto nos conocemos, tres, cuatro años? 

—¿Cuál es tu punto? —Rezongó Aion y abrió una pestaña de Google para averiguar por qué había despertado con el cuerpo paralizado. 

Sebastián tenía un interés científico en él. Lo sabía desde el momento en que le contó que se iba a especializar en psiquiatría. Aion no necesitaba un estúpido terapeuta, ya habia tenido un puñado de esos cuando era niño, hasta que tía Helena ya no pudo seguir pagándoles los honorarios. 

—Escucha. Vamos a superar esto juntos, ¿de acuerdo? Te cuento un par de chistes para empezar el día, ¿vas? 

Aion tecleó en el celular: «Parálisis +sueño +pesadillas +realistas» 

—Seb… Ya hablamos de eso —le dijo con cansancio. 

—Yo antes era muy indeciso, ahora ya no estoy tan seguro

—Y aquí vamos… —murmuró deslizándose por los enlaces que brillaban frente a sus ojos. 

—Entra un tipo a un velatorio y dice «Lo siento», contesta la esposa del fallecido: «No, déjalo echao» 

—Okay ¡Wow! Te voy a detener justo ahí. 

«Eso fue gracioso».

—Si yo pongo un plato encima de la mesa y mi mujer lo aparta...

—Ya basta. 

—... ¿quién de los dos está más loco? 

—Seb, te lo estoy suplicando. 

—Pues yo, porque yo loco loco y mi mujer loquita

—Dios mío. Sebastián, tus chistes son tan malos que podrían clasificarse como método de tortura —murmuró sentándose en la cama. Encontró un artículo que decía: «PARÁLISIS DEL SUEÑO, ESTAR DESPIERTO EN UNA PESADILLA» 

—Espera. —Sebastián se detuvo con un dedo alzado y él lo miró, expectante—. ¿Has estado alguna vez en un laberinto? 

Aion dudó. 

—No… 

—¡Pues no sabes lo que te pierdes! —El castaño lanzó una risotada estúpida. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.