Los pecados de nuestras manos

Capítulo 1 Ep. 4 - "Insomnio"

Era irónico que a pesar de que no dormía lo suficiente, a la noche el sueño jamás se le presentase. Después de una larga jornada haciendo lo que se debía hacer, el sueño quizá para cualquiera podía ser una recompensa, pero no para él; aunque no estaba seguro si era mejor tener pesadillas o permanecer despierto y regresando al pasado. 

Aion sostenía un revolver en sus manos, mientras giraba en su cama sin poder pegar un ojo; hasta que vio a Sebastián durmiendo.  

Suspiró frustrado, sentándose en su cama con sus ojos fijos en su amigo, y alzó el arma, apuntándolo. Dejó que todos los monstruos del pasado en su mente lo invadieran. Los recuerdos, las lágrimas, sangre y dolor de esas personas se amontonaron en su consciencia, haciéndole encorvar la espalda.

Aguantó un poco más, hasta que el ruido dentro de su cabeza se tornó insoportable y apretó el gatillo. Justo entre sus ojos, su lugar predilecto para una pequeña bala de plomo. 

Sangre y sesos se desparramaron como un escupitajo contra la pared detrás de su cabeza, y una laguna importante comenzó a manchar las sábanas gastadas de Grey’s anatomy que Sebastián era tan reacio a abandonar.

Aion estudió detenidamente el agujero cuasi perfecto que había dejado la bala y suspiró con un sentimiento dulce en el pecho.

Cerró los ojos con fuerza y los volvió a abrir lentamente. 

Sebastián seguía dormido, por supuesto. El arma había sido descargada hacía tiempo. Siempre la tenía así, dentro del cajón negro escondido en el piso, debajo de su cama.

Sopesó el artefacto una vez más que aun sin balas pesaba bastante, y la paseó de una mano a otra. Era un premio o un castigo, dependiendo de quién lo interpretase, pero para él era un recordatorio de lo que había hecho unos diez años atrás. 

La guardó en su lugar y se acostó de nuevo, sus ojos encontrándose una vez más con Sebastián. Su respiración era lenta y regular. 

Aion apretó los labios molesto, pues por su culpa se había puesto a pensar, por enésima vez en lo que iba del año mientras su compañero ni siquiera sabía sobre sus dudas y sus pensamientos negros por la noche y sin tener idea de que él acababa de apuntarle con un revólver sin balas.

¿Cómo podía seguir durmiendo? Tan vulnerable, pacífico... Aion envidió la gracia de Morfeo, dios griego de los sueños, sobre su amigo. 

Sebastián transitaba por lo menos su quinto sueño REM , y roncaba como era usual; y él pensaba demasiado sobre todo lo que habían hablado, como era usual también. Todavía había tres porciones de pizza fría en la caja sobre una silla y Sebastián sostenía media botella de cerveza caliente a su lado.  

 

«—Oh, eso es… bastante genial, de hecho —había dicho Aion, abrumado por la alegría con la que Sebastián siempre hablaba de Owen, su pequeño hermano, por quien había decidido estudiar psiquiatría para ayudarlo con su trastorno del espectro autista. 

—Lo sé. Es increíble. Toma, brindemos. —Sebastián le estiró una cerveza.  

Aion miró de la bebida a su cara, nervioso por dos cosas: una era la idea del alcohol en su sistema, y la otra era que Sebastián parecía a gusto de compartir su felicidad con él.

El punto era, que de verdad pensaba en la amistad como algo con lo que nunca se sentiría familiarizado.

Sebastián había sido quizá la única persona que se acercaba más a aquello que todos llamaban un amigo. Y por eso mismo, a menudo se sentía fuera de lugar cuando su compañero le hablaba sobre cosas triviales entrelazadas con otras más personales; pero él concluyó hace tiempo que este sujeto que se proclamaba su amigo, era así con todo el mundo.

De todos modos, no había podido evitar preguntarle una cosa.

—¿Y de verdad se te ocurre venir a encerrarte en esta pocilga conmigo en lugar de salir por ahí y celebrar con tus compañeros de clase? Porque no me gustaría arruinar eso. 

—De eso se trata. —Sebastián sonrió dejándose caer en otra silla y su risa se desvaneció al ver el gesto de confusión que tenía Aion en la cara—. ¿Qué? ¿No entiendes? Vine a celebrar contigo porque en poco más de un año, no vas a tener que seguir fingiendo que te caigo bien —dijo—, no más compañeros, no más charlas aburridas para ti, juegos de cartas o pilas de revistas por todos lados… 

—Ah. —«¿Soy tan desagradable?»—. Bueno, eso es… 

—¿No es genial? —Justificó Sebastián—. Mira, a mí no me molesta que me digas que mi carácter de mierda te desespera. En realidad creo que hasta me hace feliz. 

—Es perfecto. Ya no veía el día en que pudiera librarme de tu exasperante carácter. —Aion alzó las cejas en señal de victoria y sonrió con cuidadosa alegría—.  Ahora sí puedo celebrar con razón. 

—Lo mismo digo —Sebastián tragó, bajando la mirada y juntando las manos alrededor de su botella—. Eso es lo que querías. Estar solo, vivir aquí tranquilo… ¿no es así? —Preguntó con más cuidado.

Aion no supo qué decirle. Nunca había sido alguien sentimental, y sin embargo, la sensación de vacío comenzó a apretar su estómago. Pronto tendría que conseguir otro compañero de alquiler y socializar de nuevo, algo fastidioso. Lo odió un poco. 




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