Pasó una semana entera antes de que se retomasen las actividades normales en el instituto. Pero el incendio había sido demasiado despiadado como para que las personas dejaran de hablar de ello pronto; y la prensa estaba sobre todo y todos.
Los canales de noticias locales, incluido el más popular, BDWintercold, habían entrevistado a unos veinticinco alumnos, pero la policía había interrogado a casi mil quinientos en un tiempo récord.
Tomó asiento en el extremo del salón más cercano a la puerta de emergencia, así podía irse rápido antes de tener que cruzarse con cualquiera de sus compañeros del salón.
Aion apretó y masajeó sus manos. Esa misma tarde él y Sebastián tendrían sus entrevistas con la policía, pero no era eso lo que le preocupaba. La razón de su ansiedad tenía que ver con la extranjera. Tarde o temprano, tendría que confrontar a Gris. Y aunque ese día ella no estaba, le era imposible seguir el ritmo de la clase, así que se largó a mitad de la mañana.
Afuera, ya recostado contra la pared junto al matafuegos, puso un cigarrillo en su boca —no había fumado en meses—, mientras buscaba el encendedor que había comprado hace una semana, fracasando en hallarlo. Dio un largo suspiro y afirmó su cabeza contra la pared, cerrando los ojos por un momento.
—Sebastián, voy a matarte —murmuró con resignación, pensando que era otra de sus malditas bromas. Pero oyó el típico clic de un encendedor y abrió los ojos, atónito al ver a Gris parada justo a su lado, con una mirada serena mientras sostenía la brillante llama cerca de él—. ¿Qué? ¿Cómo…? —empezó Aion, sin terminar ninguna pregunta.
Gris acercó un poco más la llama y encendió su cigarrillo mientras él la miraba pasmado. Ella sacó otro cigarrillo de su bolso y se afirmó en la pared junto a él sin mirarlo.
Aion se preguntó seriamente si había sido otra maldita casualidad o si ella en verdad lo estaba siguiendo. De igual forma, sabía lo que iba a decir ella. Gris le dio una larga calada a su cigarrillo y expulsó el humo mientras bajaba la vista y dijo:
—Te vi.
«Ah, por supuesto, claro que sí…»
Aion trató de restarles importancia a sus palabras, pero los nervios lo desarmaban por dentro. Comenzaba a sentir el picor en sus manos y detrás de su nuca cuando estaba cerca de ella. Deseó que la extranjera le dijera lo que tenía que decir, pero pasó una eternidad antes de que ella siguiera hablando.
»¿Acaso tú…? —empezó Gris, mordiéndose el labio como si se arrepintiera en absoluto de preguntar cualquier cosa.
¿Le preguntaría si tuvo algo que ver con lo que había pasado ese día? ¿Si había visto lo que pasó o cómo inició el incendio, o si había alguien con él?
¿Se daría cuenta de que salió casi ileso, y que era el único sobreviviente?
¿Notaría su pequeña cicatriz en el costado de su frente que había intentado ocultar con su cabello, o el pelo quemado que era apenas visible en sus brazos, o las ampollas de sus manos lastimadas por trepar hasta la ventana, o…?
»No te preocupes —dijo ella, apartándolo de sus pensamientos ansiosos y exhaló humo una última vez, antes de tirar el filtro al suelo para aplastarlo con la punta de su zapato—. No le diré a nadie, Aion.
Gris empezó a alejarse y los hombros de Aion se derrumbaron junto con sus nervios.
No dijo nada, ni despegó sus ojos del suelo hasta que ella desapareció y él se quedó allí, terminando su cigarrillo. Pero no notó solo hasta unos minutos después… que ella sabía su nombre.
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Editado: 06.09.2024