Los pecados de nuestras manos

Capítulo 1 Ep. 6 - "Cigarrillos"

Pasó una buena semana antes de que se retomasen las actividades normales en el Instituto. Pero el incendio había sido demasiado despiadado como para que las personas dejaran de hablar de ello pronto; y la prensa amarillista estaba sobre todo y todos.

Los canales de noticias locales, incluído el más popular, BDWintercold, habían entrevistado a unos veinticinco alumnos, pero la policía había interrogado a casi mil quinientos en un tiempo récord. Y aún faltaban ellos dos. 

Tomó asiento en el extremo del salón más alejado del resto de sus compañeros, y a la vez el más cercano a la puerta de emergencia, así podía irse rápido antes de tener que cruzarse con cualquiera de ellos.

Aion apretó y masajeó sus manos. Esa misma tarde él y Sebastián tendrían sus entrevistas con la policía, pero no era eso lo que le preocupaba.

La razón de su ansiedad tenía que ver con la extranjera. Tarde o temprano, tendría que confrontar a Gris. Y aunque ese día ella no estaba, le era imposible seguir el ritmo de la clase así que se largó a mitad de la mañana.

Afuera, ya recostado contra la pared junto al matafuegos, puso un cigarrillo en su boca —no había fumado en meses—, mientras buscaba el encendedor que había comprado hace una semana, fracasando en hallarlo. Dio un largo suspiro y afirmó su cabeza contra la pared cerrando los ojos por un momento.  

—Sebastián, voy a matarte —murmuró con resignación, pensando que era otra de sus malditas bromas. Entonces oyó el típico clic de la rueda de un encendedor cuando hace chispas contra la piedra y abrió los ojos, asustado de ver a Gris parada justo a su lado, con una mirada serena mientras sostenía la brillante llama cerca de él.

—¿Qué? ¿Cómo…? —Empezó Aion, sin terminar ninguna pregunta. 

Gris acercó un poco más la llama y encendió su cigarrillo mientras él la miraba atónito. Luego ella tomó otro de su bolso y se acomodó a su lado sin hacer contacto visual. Aion se preguntó seriamente si había sido otra maldita casualidad o si ella en verdad lo estaba siguiendo a todos lados.

De igual forma, sabía lo que iba a decir. Gris le dio una larga calada a su cigarro y expulsó el humo mientras bajaba la vista y dijo: 

—Te vi. 

«Por supuesto, claro que sí.»  

Él fingió restarle importancia a sus palabras, pero los nervios lo desarmaban por dentro. De nuevo comenzaba a sentir el picor en sus manos y detrás de su nuca cuando estaba cerca de ella.

Deseó que la extranjera le dijera lo que tenía que decir pero pasó una eternidad antes de que ella siguiera hablando. 

—¿Acaso tú…? —Empezó Gris, mordiéndose el labio como si se arrepintiera en absoluto de preguntar cualquier cosa. 

¿Le preguntaría si tuvo que ver con lo que había pasado ese día, con el fuego, o con Ezequiel? ¿Si había visto lo que pasó o cómo inició o si había alguien con él?

¿Se daría cuenta que salió casi ileso o que era el único sobreviviente?

¿Notaría su pequeña cicatriz en el costado de su frente que había intentado ocultar con su cabello, o el pelo quemado que era apenas visible en sus brazos o las ampollas de sus manos lastimadas por trepar hasta la ventana o…? 

—No te preocupes —dijo ella, apartándolo de sus pensamientos ansiosos y exhaló humo una última vez, antes de tirar la colilla al suelo para aplastarla con la punta de sus zapatos—. No le diré a nadie, Aion. 

Gris empezó a alejarse y sus hombros se derrumbaron junto con sus nervios. No dijo nada, ni despegó sus ojos del suelo hasta que ella desapareció y se quedó ahí, terminando su cigarrillo, pero no notó sino hasta unos minutos después, que ella sabía su nombre. 
 




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