Los pecados de nuestras manos

Capítulo 2 Ep. 6 - "Compañeros de confianza"

Sebastián hacía flexiones de brazos enérgicamente en el suelo, justo al lado de la cama de su compañero, quien leía un artículo de psicología publicado hace una semana en Yale que él mismo le había traído.  

—Es en serio. ¿No odias este... maldito tragaluz? —Jadeó sin detenerse—. ¡Hah!… De verdad… que no creo, que te guste despertar con el sol... quemándote, en la cara todos los malditos… días… —exhaló entre respiración y respiración—. O esas… estúpidas gotas… heladas, que caen por la noche y te mojan la cara. 

—Oh, para nada —emitió Aion sin mover un músculo—. Me encanta dormir en charcos y con los ojos deslumbrados. En realidad, me hace sentir que estoy acampando en mi propia habitación. 

Sebastián empezó a reír por su comentario de mierda y la resistencia de sus músculos se venció haciéndolo caer. 

—Eres un patán —murmuró desde el suelo, respirando con fuerza—. ¡Tú...! Y tu culo sarcástico, me tienen harto. 

—Eso no es verdad.  

Sebastián cerró los ojos sonriendo para él solo. 

—Es verdad que no es verdad —aceptó y aunque no pretendía que Aion lo escuchara, tampoco le importó—. ¿Cómo sería mi vida sin tu… antipática y… horrenda compañía? 

Se levantó para mirarse en el espejo, feliz por lo que había logrado con el entrenamiento en el último mes; y no quería parar ahora, luego de haber estado tirado en la cama cinco días por el Shashlyk: una especie de kebab muy condimentado y la sopa de betabel llamada Borsch que había decidido probar. El sabor le había dado escalofríos, nadie le había comentado que ese era un platillo frío y agrio (¿A quién en su sano juicio le gustaría comer eso en una ciudad igual de fría y agria como Wintercold?).

Pero lo vergonzoso fue el infierno color rojo que dejaba en el inodoro cada vez que le dolía el estómago y una terrible diarrea lo dejaba pálido. Aion había tenido que ir por mucho más papel sanitario que el que podían usar en un mes.

Sus ojos encontraron a Aion a través del espejo. El chico era tan o más delgado que él, su piel más pálida y tenía el pelo ridículamente oscuro pero aun así, ese no era su rasgo más llamativo. 

Como sea, consideraba que ambos eran —recordando como decían las mujeres boricuas— muy chulos,  y se le ocurrió que salir con él podría ser divertido. 

—Deberíamos salir juntos —propuso, mirándolo desde el reflejo, pero Aion siguió sin sacar la mirada de la revista. 

—Solo estoy interesado en mujeres, Seb. 

—No es cierto ¿acabas de hacer un chiste? —Sebastián ensanchó los ojos y sonrió—. Porque este debe ser el día más extraño de toda mi vida. 

—«Pirqui isti dibi sir il díi mís ixtriñi di tidi mi vidi». —Aion lo imitó haciendo una mueca burlona que lo hizo sonreír todavía más. 

—Lo escribiré en mi diario. «Querido diario, estoy feliz, mi amigo ya encontró el sentido del humor que había perdido hace ochenta años». 

Sebastián advirtió cómo sus labios amenazaban con tirar hacia arriba en una sonrisa que Aion reprimió con determinación. Y para ser honestos, ese era un concepto bastante nuevo para la cara de su compañero. 

—Y entonces, eh… Mi taxi llega en quince minutos y yo, eh… ¿Me preguntaba si vas conmigo esta vez? Ya sabes, conocer a mi familia, a Owen. Pero antes tengo una reunión en… 

—Tengo cosas que hacer —interrumpió Aion, como siempre. Y aunque Sebastián no estaba sorprendido del todo, no dejaba de sentirse decepcionado y herido cada vez. 

—No me digas —declaró con sequedad—. Tienes que ir al centro a hacer vaya a saber Dios qué cosas. Que por cierto, ¿Vas a qué? ¿A comer? ¿Andar sin rumbo? 

—Eso suena bien para mí… 

—¿E-en serio? —Preguntó Sebastián con sarcasmo, cruzándose de brazos. Aion pareció considerar la pregunta, y un instante luego se encogió de hombros, con los ojos puestos en la revista otra vez. 

—Es un lindo día. 

—Un lindo día, dices. —Sebastián soltó una risa aburrido—. A pesar de que está horrible, frío, nublado y gris. 

Aion dio vuelta una página y no dijo nada por un buen rato hasta que se dignó a mirarlo a los ojos y dijo palabra por palabra: 

—Me gusta así. Gris.

 

El plan de Iván tenía sentido. 

Quitarle a Aion lo que consideraba elemental para sobrevivir su día a día y mantener al Sniper a raya, podía estresarlo de una manera tal que podía desatar su naturaleza asesina y saldría a matar. Entonces ellos estarían atentos. 

Y como ya estaba «con la soga en el cuello», como dijo Eric, sería fácil «patear la silla» donde el Aion cuerdo se mantenía equilibrado y entonces devendría en su final fatal.

Y la silla, metafóricamente hablando, era su mejor y único amigo: Sebastián Blake. 

Sebastián salió del taxi con un paraguas bajo el brazo, con cita para hablar sobre una oportunidad única que Eric e Iván le iban a proponer. Pero ella se había encerrado en su sala y yacía allí jugando videojuegos porque no podía estar presente con los tres. Su pie se movía nerviosamente sobre el escritorio y estaba ansiosa por saber cómo iban a convencerlo de que debía irse de Wintercold para dejar a Aion Samaras completamente solo, sin empleo, sin dinero y sin ayuda de ningún tipo. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.