Eric la dejó en su apartamento con una pila más de casos qué evaluar y la excusa de que había mucho trabajo, pero ella sabía que su padre solo estaba tratando de distraerla un poco de la investigación de la que ya no formaba parte.
Gris mordió el interior de su mejilla mientras giraba la llave para entrar, un poco culpable de haberles ocultado lo que sospechaba de Aion por… ¿qué? ¿Tercera?, ¿cuarta vez?
Sin embargo, entró a la casa y dejó los papeles que le dio Eric en la mesa de la sala de estar, junto a los que Iván le había dado esta mañana —cuando todavía trabajaba en el caso— y se sirvió un poco de jugo.
Enseguida se quitó las zapatillas, desprendió su cinturón, se quitó el su sostén deportivo, ató su cabello en un desordenado moño y bebió el jugo con un analgésico y un antibiótico para su herida, mientras buscaba algo para comer en el refrigerador. Finalmente halló un trozo de tarta de pollo de hacía dos días.
—Meh. —Se encogió de hombros, y tomó la porción, empezando a devorarla camino a la sala para ver un poco de televisión, pero sus ojos fueron directo a las dos pilas de registros del trabajo.
Una estaba sellada en un sobre de papel madera, con una nota adhesiva prolijamente impresa en letras pequeñas. La otra era un folio lleno de documentos que estaba rayado con letras grandes y negras en marcador permanente, a puño y letra de Iván, y que decía:
“Expdte. Nro. 220.4.80 SAMARAS A.”
Gris suspiró alzando la cabeza hacia el cielo de madera sobre ella, y dejó lentamente el control remoto en el brazo del sofá para tomar los documentos. Terminó de comer el pedazo de tarta y los acercó un poco más pensando en cuál de los dos bloques abriría primero, y posó los ojos sobre los de Eric.
Se detuvo un momento. Era inútil indagar en eso cuando lo único que le interesaba era seguir investigando a Aion. Además, tenía la sensación de que todos los casos nuevos que entraban fácilmente podían estar relacionados con él, así que era absurdo que Eric intentara distraerla con algo distinto. Al menos eso no iba a ocurrir omitiendo el trabajo con más trabajo.
Fue por los de Iván. Estudió detenidamente la fotografía de Maga Dausset.
«Ella era hermosa, ¡igual que tú!», recordó que le había dicho un Aion ebrio y triste el sábado, pero esta chica no parecía el tipo de Aion. De pronto la invadió la urgente necesidad de mirarse al espejo y compararse con ella.
«No, no, no». Sacudió la cabeza y retiró todo con calma. Leyó un par de cosas, nada que no supiera de él ya, así que se enfocó en Maga. Su declaración llamaba la atención por lo desprolijo de la letra. Las palabras estaban tan juntas que llenaban cada espacio del documento.
Gris analizó la grafía de Maga con cuidado. A primera impresión, parecía una nota de confesión escrita con apuro, como si hubiese querido deshacerse pronto de lo que tenía en la cabeza antes de que se esfumara de su mente, y la cantidad de palabrerío era exasperante. Ojeó aquí y allá un par de oraciones que no parecían tener sentido —la letra de Maga no ayudaba—, hasta que distinguió que, a lo largo del documento, no se dirigía nunca a Aion como…, bueno, Aion.
La manera en la que hablaba de él, tan personal y privada, como si Aion Samaras hubiese sido el mundo para Maga, le hizo sentir que estaba haciendo algo malo mientras husmeaba en su vida íntima sin su permiso, así que decidió omitirlo.
Del folio sacó dos memorias flash de video. Una era de Maga y la fecha coincidía con la declaración escrita que acababa de leer. La otra era del último interrogatorio que le habían realizado a él.
»Carajo… —profirió por lo bajo y corrió hasta la mesada de la cocina en busca de su computadora portátil. Instaló el video con la entrevista de Aion y se mordió los labios ansiosamente, mientras esperaba a que se cargase en la pantalla.
Él estaba sentado en un ángulo diagonal a la cámara, por lo que Gris no conseguía ver bien su cara, y era más complicado leer la vasta paleta de expresiones que podía dibujar.
—¿Cómo es que dicen ustedes cuando están investigando a alguien? —preguntó Aion en el video, pero no recibió respuesta—. Vamos, a ustedes les encantan esas cosas.
Iván comenzó:
—Tienes derecho a guardar silencio…
—No, no. Eso es lo que dicen cuando arrestan a alguien. Yo no estoy arrestado —lo interrumpió Aion, afirmando su espalda contra la silla—. Cuando investigan a alguien suelen decir que «se presume inocente hasta que se demuestre lo contrario», ¿no es así? —Ni Eric ni Iván contestaron—. Detective Ross, ¿verdad que es así?
—Es así —confirmó Eric, de pie detrás de Iván—. ¿Cómo sabes eso?
Aion jadeó suavemente, sus hombros subían y bajaban espasmódicamente hasta que Gris notó que estaba riéndose.
—¡No lo sabía! Lo vi en una de esas trilladas series policiales de televisión y, para serles sincero, no creí que era cierto. Pero gracias. —Aion se oía satisfecho.
—No te hagas el listo, niñito —espetó Iván, ya harto de su actitud tan arrogante—. ¿A qué vienes con todo esto? ¿Crees que estamos aquí para perder el tiempo?
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Editado: 06.09.2024